El café que consumimos a diario procede de la planta del café o cafeto, de la que se conocen numerosas especies cultivadas a lo largo del mundo. Las más usadas a nivel comercial se denominan en botánica Coffea arábica (de aroma intenso y dulce y con un 1,3 % de cafeína, aproximadamente) y Coffea canephora (o Robusta, de sabor y aroma fuerte y más de un 2 % de cafeína), según Researchgate. Se considera que la variedad arábica tiene mayor calidad.
Para elaborar el café descafeinado, la cafeína se extrae introduciendo los granos de café verde en un disolvente específico que la elimina. Después se evapora el exceso de disolvente, se lava el grano y se seca con aire caliente. A partir de ahí, se procede a su tostado.
Además de la cafeína presenta otros alcaloides que aportan su sabor amargo como teofilina (que aumenta el ritmo cardíaco), teobromina (que incrementa los niveles de oxígeno cerebral) y paraxantina (que mejora el rendimiento físico).
Al ser consumido por la mañana, contrarresta los efectos de la melatonina que todavía sigue circulando por nuestro cuerpo tras levantarnos. Nos estimula a nivel cerebral mejorando la actividad mental y aportando efectos positivos sobre el estado de ánimo. Presenta efecto analgésico y su consumo resulta agradable a quienes les gusta su sabor. El ácido clorogénico presente se considera un buen antioxidante. Provocaría posibles efectos negativos a nivel ocular, pues una ingesta excesiva podría favorecer la aparición de glaucoma.
Algunos estudios publicados en revistas científicas como American Journal of Clinical Nutrition concluyen que reduciría la posibilidad de padecer diabetes tipo 2 y que no hay una asociación directa entre la cafeína y el padecimiento de enfermedades cardíacas.
Las dudas sobre el consumo de café surgen cuando se publican alarmantes noticias relacionadas con la cafeína y sus efectos perjudiciales sobre la salud. Consulte al médico para no renunciar a las múltiples opciones que ofrece esta bebida tradicional.
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