Celia Pinto descubre el sabor de Portugal sin salir de Oviedo: «Los asturianos son unos enamorados del bacalao»

LA VOZ DE OVIEDO

Celia Pinto en el restaurante que regenta hace una década y donde el bacalao es el protagonista.
Celia Pinto en el restaurante que regenta hace una década y donde el bacalao es el protagonista.

En el restaurante que lleva su nombre y solo tiene aforo para 18 comensales ofrece los platos típicos de la gastronomía lusa con ese pescado como estrella. Tiene lista de espera y ha logrado conquistar los paladares más exigentes

10 sep 2023 . Actualizado a las 12:29 h.

Entrar en el número 14 de la calle Alfonso III el Magno es viajar a Portugal sin salir de Oviedo. Desde el suelo hasta las paredes, que emulan un trayecto en tranvía por Lisboa o un paseo entre los famosos azulejos de Oporto. Un marco perfecto para el destino final: redescubrir el país vecino a través del paladar y con el bacalao como producto estrella. Ese es el concepto que Celia Pinto ofrece en el restaurante que lleva su nombre. Un pequeño local con aforo máximo para 18 comensales que ha logrado conquistar los paladares más exigentes hasta colocarse entre los recomendados de la Guía Repsol. 

De origen portugués, Celia llegó a Asturias hace 23 años, cuando la desgraciada pérdida de su madre le resultó insoportable y decidió «probar suerte». Tenía 24 años y dos hijos y, aunque «no todo ha sido maravilloso», se queda con la buena acogida que desde un primer momento le dieron los asturianos: «Desde que vine, yo no sentí que estuviera fuera de mi país», celebra. De cocina sabía lo que aprendió en casa desde niña con su madre y sus tías, ayudando en las bodas que hacían en la vivienda familiar y en un pequeño bar que tenía una de ellas, donde se ofrecía «comida de toda la vida». 

Tiene hasta 14 estilos de bacalao que cambian según la temporada.
Tiene hasta 14 estilos de bacalao que cambian según la temporada.

Trabajó primero en un taller de costura. Allí conoció a un mecánico de máquinas de coser que vio que tenía mano en la cocina porque hacía bizcochos y otras recetas para sus compañeras. «Él me dijo "te puedo llevar a un sitio que están buscando ayudante de cocina" y dije que sí», recuerda con un marcado acento portugués, pues encontró en el idioma uno de los principales hándicaps a la hora de adaptarse a su nueva tierra. En La Fontana de la calle Rosal estuvo tres años tras conseguir ese puesto: «El jefe me preguntó que si sabía hacer tortillas y yo dije que sí; no tenía ni idea, pero llegué a casa y me puse a hacer tortillas como una loca porque no quería fallar», rememora.

Hacían pinchos y platos combinados, pero Celia Pinto quería más y en plena crisis dio un paso al frente y decidió abrir su propia cafetería. Se llamaba Élite y estaba en un local cercano al antiguo Huca. Ofrecía lo habitual de este tipo de negocios, pero «poco a poco» fue metiendo el bacalao y descubrió que «al asturiano le gusta más que al portugués; son unos enamorados de este pescadito», subraya. Hacía platos para cenar previa reserva y funcionaba cada vez más. En Élite conoció, además, a Álvaro Suárez, su marido y actual jefe de sala. Fue él quien la empujó a seguir creciendo: «Me dijo "tú tienes madera para abrir tu propio restaurante"», cuenta. Y así fue como se animó a abrir su restaurante hace justo una década.

Interior del restaurante Celia Pinto, con capacidad máxima para 18 comensales.
Interior del restaurante Celia Pinto, con capacidad máxima para 18 comensales.

Primero en un bajo de una calle paralela y desde hace tres años en el número 14 de Alfonso III el Magno, muy cerca de Gascona. En el restaurante Celia Pinto de Oviedo el bacalao es el gran protagonista, lo que más demandan los clientes, unos verdaderos «enamorados» de este producto, insiste la chef. Su carta conforma «una oferta muy diferente», donde la gastronomía portuguesa es la reina, aunque ha tenido que adaptar algunos detalles al gusto de los asturianos. «Me he tenido que adaptar, porque allí el bacalao se come más salado y más hecho; aquí lo tengo que tratar de otra manera más cuidadosa y con menos sal, pero el objetivo siempre es que el cliente esté contento», detalla. 

En un rincón de la cocina tiene una especie de piscina donde se desala el pescado a través de un circuito de agua. El producto llega desde Portugal y, tras ese proceso, Celia tiene que despiezarlo, un verdadero arte para el que «hay que tener un don», señala. No es fácil y, de hecho, ella reconoce que no encuentra nadie que sepa hacerlo con el cuidado necesario. Por eso espera tener la oportunidad de formar en este proceso a nuevas generaciones de cocineros antes de que ella se retire, una de sus ilusiones. 

La carta es «inmensa» y en este momento ofrece unos 14 tipos de bacalao que Celia Pinto va adaptando a las temporadas. «En verano pongo más ensaladas y, cuando viene el frío, me gusta con faba asturiana o en platos de cuchara; el bacalao te da muchísimas maneras de cocinarlo y voy cambiando, porque además hay clientes que vienen todas las semanas y es la forma de que prueben algo diferente», apuesta. Eso sí, hay cinco grandes clásicos que no puede quitar: el bacalao a braz, a la portuguesa, as natas, el Lagareiro y el Ze do Pipo, las recetas más pedidas por los comensales. 

También tiene tres opciones de carne, entre ellas la famosa francesinha típica de Oporto, su tierra natal. Además, hay croquetas de bacalao, pulpo lagareiro, arroz caldoso de bacalao o los típicos bolinhos. Todo acompañado por una selección de vinos portugueses y rematado con una carta de postres con sabor a Portugal, como todo en una casa en la que se replica la hospitalidad del país luso. Porque aunque Celia Pinto rehúye de salir de la cocina y dejarse ver, trata de transmitir esa calidez en sus platos.

Celia Pinto en la entrada del restaurante que lleva su nombre, donde cuelga fotografías con clientes y símbolos de su Portugal natal.
Celia Pinto en la entrada del restaurante que lleva su nombre, donde cuelga fotografías con clientes y símbolos de su Portugal natal.

Al fin y al cabo, dice, la gastronomía portuguesa y la asturiana son diferentes, pero quienes disfrutan de ellas se parecen. «Nos gusta una buena mesa, comer, los amigos y disfrutar, somos muy parecidos en el ocio», confiesa. Por eso el balance de estos diez años al frente del restaurante que lleva su nombre es «muy bueno». Y, aunque reconoce que es «muy de meterse en la cocina y no salir», es «feliz» cuando sus clientes le dicen que han comido bien, que el ambiente es un gusto y que han viajado a Portugal desde su restaurante: «Bajo a la cocina y me salta la lagrimita porque pienso que el esfuerzo ha tenido recompensa. Me hace muy feliz ver a la gente enamorada de esto», admite Celia. 

Pese a su ya dilatada trayectoria, reconoce que se pone nerviosa cuando en las reservas figuran nombres como el de los chefs asturianos Nacho Manzano —de Casa Marcial— o Luis Alberto Martínez —de Casa Fermín—, dos de los seguidores de su bacalao. «Cuando vienen buenos cocineros aquí, me tiemblan las piernas y me pregunto cómo alguien tan grande va a venir a mi casa. Es una sensación de miedo, pero a la vez de muchísima alegría», confiesa Celia Pinto. Pero al final, «si tú crees lo que haces eres capaz», y ella está consiguiendo que los ovetenses se enamoren de la cocina portuguesa gracias a su bacalao. 

Tanto, que hay lista de espera para conseguir una reserva y «los fines de semana son una locura». Trabaja con siete mesas y un límite aproximado de 18 comensales, sin doblar mesas en los servicios. Ese aforo reducido es la única decisión de la que se muestra «un poco arrepentida», puesto que unas mesas más le permitirían «tener más personal». Aunque, de momento, ampliar no está entre sus planes espera «cumplir otros diez años» con el restaurante: «Me gustaría y lucharé por ello», concluye.