En mayo de 1938, tres meses antes de su muerte, Manuel Linares Rivas recordaba para La Voz la tarde que pasó con Emilia Pardo Bazán y el poeta Juan Antonio Cavestany en la mansión sadense. El relevante dramaturgo convierte el relato de este encuentro en una pieza literaria a medio camino entre el drama y la tragedia que, más allá de su carga ideológica, pone en voz de la condesa su preocupación por el futuro de sus queridas torres
Jesús Flores