Es solo uno de los dañinos efectos de la ubicuidad del plástico que contamina los mares y que «llega hasta nuestra mesa», advierte Luis Laria, que ayer ofreció una charla en Gijón titulada «Todos comemos plástico»
22 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Los niños y las niñas que visitan el Parque de la Vida de Luarca, que dirige Luis Laria, se llevan para casa un consejo: «Pedidles a los Reyes una cantimplora». Laria, que es presidente de la Coordinadora para el Estudio y Protección de las Especies Marinas (Cepesma), ofreció ayer en Gijón una charla sobre los dañinos efectos que tiene la ubicuidad del plástico. No solo en el medio marino, sino también en la salud de las personas. Organizada por el Ateneo Obrero de Gijón, la charla se titulaba Todos comemos plástico. «Los microplásticos están presentes en el 70% de la sal que se consume e incluso en los huevos porque no hay ni un solo gallinero que no tenga plásticos», dijo Laria, que también insistió en que «uno de los daños más importantes que se le puede causar a un niño es darle de beber agua de una botella de plástico. Le va a pesar en la salud».
En este sentido, explicó que al reutilizar una botella de plástico de un solo uso se crean microfisuras y en ellas se generan bacterias y otras disoluciones del propio cuerpo de la botella que son tóxicas para la salud. Pero es solo uno de los efectos del hecho de que el plástico haya ido sustituyendo materiales como el cristal, la madera o la tela en objetos cotidianos que antaño eran reutilizables. En la charla, que se enmarca en la campaña que el Parque de la Vida ponía en marcha hace ya dos años bajo el título La bolsa o la vida para concienciar sobre el daño ambiental por plásticos, indicó que, en las más de 400 necropsias de cetáceos en la que ha participado en los últimos 22 años, siempre ha encontrado restos de plástico en los cadáveres. Incluso hasta siete kilos y medio en un solo ejemplar.
«Todos llevamos encima al menos una docena de plásticos. Los vaqueros, por ejemplo, tienen fibras plásticas. En un supermercado convencional hay al menos siete plásticos por metro cuadrado. La sinrazón es tal que hasta se envasa la fruta en plástico», dijo. Y hasta hace 30 años no parecía haber problema alguno hasta que, «de la noche a la mañana», se empiezan a ver grandes concentraciones de plástico. En lugares públicos en los que se han celebrado festejos. En las playas. «La noche de San Juan es la más contaminante de todas las noches en España, mucho más que la Nochevieja», apuntó Laria, mostrando fotografías del estado en el que quedan las playas, incluida la de Poniente en Gijón, al día siguiente de San Juan.
Aportó también varios datos sobre la inmensidad del plástico de un solo uso: «Desde 1950 se han generado 9.200 millones de toneladas de plásticos y el 65% en esta última década». En España, añadió, se consumen 3.500 botellas de plástico y 180 bolsas por habitante al año. «El colapso del plástico del planeta es tan inmenso que podría envolver la Tierra, que tiene una superficie de 510 millones de kilómetros cuadrados».
Y de todo ese plástico solo se recicla el 9%. En Asturias, según mostró en un mapa con datos del Ministerio de Transición Ecológica en el que la región era la única que aparecía en rojo, se entierran el 78% de los residuos. En España, la media es de un 18%. «Solo hay cuatro regiones europeas que están como Asturias en ese sentido», recalcó, apuntando también a que incluso en municipios tan turísticos como Llanes o Caravia los ríos se convierten en vertederos ilegales en los que puede aparecer todo tipo de basura que, tarde o temprano, acabará en el mar. «Cada segundo el mar recibe 200 kilos de plástico».
Y así se han ido descubriendo esas grandes concentraciones de plásticos en el mar que se localizan, de momento, en ocho grandes vórtices. La mayor isla de plástico, que está situada en un vórtice localizado entre San Francisco y Hawai, tiene la misma extensión que España, Alemania «y ahora dicen que Francia» juntas. Pero el mar más contaminado del planeta, como indicó Laria, es el Mediterráneo. Aunque el Cantábrico tampoco se libra de la contaminación plástica de estos últimos 50 años.
«Los plásticos de los años 50, 60 y 70 son los que estamos recibiendo ahora como microplásticos», indicó. El ha hecho la prueba en el Parque de la Vida, en donde tiene desde hace años un metro cúbico de basura plástica para ver cómo evoluciona su degradación. Y así lo mostraba ayer, con una botella que se ha ido degradando y que rompió con facilidad en pedazos que se iban convirtiendo en un polvo similar a la harina que, en el mar, es inapreciable y que, en parte, acaba en la cadena alimentaria «que llega hasta nuestra mesa». «Todas las especies, de una y otra manera, tienen contacto con los peces», dijo, poniendo como ejemplo el caso de las orcas, que no comen plásticos como otras especies marinas pero sí se comen a los peces más grandes. «No mueren por ingesta de plásticos ni microplásticos, pero no se reproducen porque comen a especies que tienen microplásticos y se está demostrando que es una consecuencia de la ingesta plástica».
«Todos estamos comiendo plástico», insistió, «no lo creeremos y habrá quien diga que quiere vivir como vive pero si se tienen hijos o nietos no se puede seguir pensando así». Mencionó también el estudio que, a finales del año pasado, demostraba que las heces de personas de diferentes países, como Reino Unido o Japón, contenían hasta 20 partículas plásticas diferentes. Y recordó que los efectos de la presencia, o el mero contacto a veces, de esos plásticos en el organismo humano puede derivar en problemas dermatológicos, endocrinos, neurológicos, respiratorios y oncológicos. «¿Qué es lo que nos queda? Reciclar, minimizar absolutamente el consumo plástico y elegir gestores que tengan conciencia ambiental», concluyó, indicando también que es fundamental seguir insistiendo en la educación ambiental.