Media docena de rincones ofrecen las mejores perspectivas del monumento más emblemático de la ciudad La Torre es A Coruña. O viceversa. La ciudad se resume en un faro de piedra alzado por la leyenda, o por los romanos, y reconstruido luego durante la Ilustración. Muchos siglos después, sigue alumbrando las tinieblas de A Coruña desde lo alto de su península. Un día, alguien alzó un telón de viviendas en As Lagoas y la ciudad perdió su símbolo entre una maraña de tejados. Ahora, el turista que quiera catar en el horizonte el gran faro tiene que buscarse la vida por los rincones de A Coruña. A la vuelta de cualquier esquina, la Torre se puede alzar ante el atónito espectador, flanqueada por edificios de otras épocas. Y hay regalos del azar, perspectivas únicas, como desde el monte de San Pedro. En el Acuario, los pulpos crecen en un jardín a la sombra del faro. Allí se obtiene una de las mejores visiones de la Torre. Unos metros más allá, en la playa de As Lapas, uno puede imaginarse a solas con la Torre, en una península rendida a las flores del tojo y donde crecen, como especies silvestres, esculturas y menhires.
L. POUSA