Casa Jaime, la tienda «de toda la vida» de Oviedo: «Muchas clientas se han convertido en verdaderas amigas»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

La ovetense Conchi Rodríguez es la responsable de Casa Jaime, el negocio que fundaron sus padres en 1959
La ovetense Conchi Rodríguez es la responsable de Casa Jaime, el negocio que fundaron sus padres en 1959

Conchi Rodríguez es la responsable de este comercio que fundó su padre a finales de los años 50 del siglo pasado. Es de los pocos negocios de estas características que quedan en la ciudad. ¿Cuál es el secreto de su éxito? Nos lo cuenta la tendera

20 may 2024 . Actualizado a las 09:32 h.

Los comercios locales son el alma de las ciudades. Dan vida a los barrios, mientras que crean vínculos especiales entre comerciantes y vecinos que van mucho más allá de la simple transacción comercial. Pero pese a ofrecer una experiencia de compra única y personalizada, este tipo de negocios están desapareciendo. Cada vez les resulta más difícil competir con las grandes superficies o la venta online, por lo que se ven abocados a bajar sus persianas para siempre. Sin embargo, no todos lo hacen. Hay algunos que aguantan y consiguen sobrevivir. Un ejemplo de ello lo encontramos en Casa Jaime, en Oviedo. Esta tienda de alimentación es una de las más tradicionales de la capital asturiana. Este 2024 cumple nada más y nada menos que 65 años con las puertas abiertas.

El secreto del éxito de este negocio ovetense de «los de toda la vida» está en la calidad de los productos y de la atención tan personalizada que ofrece. «Aquí tratamos al cliente como si fuera uno de casa. Con cariño e intentando que marche siempre satisfecho para que vuelva una y otra vez», asegura Conchi Rodríguez. Lo cierto es que la responsable de este comercio situado en la calle Fuertes Acevedo conoce a todo aquel que entra por la puerta, llama a cada uno de ellos por su nombre, y sabe bien qué es lo que desean, si la fruta la quieren más madura o si el embutido lo quieren cortado en lonchas más finas. Y con esa sonrisa que tanto le caracteriza, amablemente va despachando poco a poco sus productos.

«Son clientes que vienen aquí desde hace ya muchos años. Es gente que confía plenamente en lo que les ofrezco y el servicio que les doy. Para mí son como de la familia, es más hay muchas clientas que se han convertido en verdaderas amigas», confiesa la tendera. Muchos de los actuales compradores de Casa Jaime siguen siendo los habituales consumidores que tenían los padres de Conchi cuando eran estos quienes llevaban las riendas de la tienda. «Mi madre tenía una clienta que cuando yo nací vino con su hijo en brazos a conocerme y de esto hace ya 60 años. A día de hoy esta señora sigue siendo clienta mía y además con un alto grado de amistad. Así que imagínate hasta qué punto se mantiene esa fidelidad», asegura orgullosa.

Conchi Rodríguez y su madre Carmina posan sonrientes en el mostrador de la tienda. La fotografía fue tomada hace 39 años
Conchi Rodríguez y su madre Carmina posan sonrientes en el mostrador de la tienda. La fotografía fue tomada hace 39 años

Esa pasión que siente por lo que hace ha permitido a Conchi afianzar aún más si cabe esa cartera de clientes, la cual sus progenitores lograron establecer tras inaugurar en 1959 esta tienda de comestibles. Fue su padre Jaime quien decidió poner en marcha este comercio de alimentación, de ahí el nombre del negocio. Natural de La Roda, el tapiego había trabajado durante un tiempo como administrativo en Entrecanales, «la empresa que hizo el ferrocarril hasta Ferrol» y «en un momento dado» decidió mudarse a Oviedo junto con su mujer Carmina, de Castropol. En la capital asturiana se empleó también como administrativo en otra empresa, pero al ver que un hermano suyo le iba «muy bien» con el comercio que había abierto en la ciudad, «quiso probar suerte».

En sus orígenes, Casa Jaime era «como las tiendas de antes»: con tienda y trastienda, este último espacio era donde se ubicaba la vivienda de la familia. «Teníamos dos habitaciones, un baño y una cocina», rememora Conchi, mientras señala el espacio donde se crio. «Yo nací aquí», asegura orgullosa. No fue hasta el fallecimiento de su padre, cuando la tendera decidió dejar sus estudios para seguir al frente del negocio junto con su madre. En ese momento, «hace ya 40 años», las dos mujeres deliberaron que debían adquirir el local —«estábamos de alquiler»— y que deberían de reformar el mismo. Y así hicieron. La zona destinada a la casa pasó a albergar estanterías para así poder ofrecer a los clientes una mayor variedad de productos.

Casa Jaime es una tienda de alimentación con las «de toda la vida». Tiene un poco de todo y los productos son de la mayor calidad posible
Casa Jaime es una tienda de alimentación con las «de toda la vida». Tiene un poco de todo y los productos son de la mayor calidad posible

En los casi 80 metros cuadrados de superficie del local, Conchi pone a disposición del público «un poco de todo». Desde los productos más básicos como la leche, los quesos o la harina hasta una amplia gama de artículos de limpieza. Cuenta además con una extensa variedad de fruta, así como de embutidos provenientes de La Roda. «Es todo para la compra del día a día» y además de calidad, prueba de ello está en que sigue teniendo las marcas «de toda la vida»: las galletas son las de María Fontaneda, el aceite de Carbonell y el atún de Albo. «No puedo traer otras marcas porque sé que los clientes no las van a comprar», confiesa antes de señalar que «aquí tengo lo que hay en todos los sitios pero hay gente que decide comprar en la tienda pequeña y donde gastó durante toda la vida entonces vienen aquí».

Realmente la apertura de grandes superficies alimentarias mermó la actividad comercial de Conchi. «Sí que me afectó. La verdad que contra los precios que tienen no puedo competir, esa es una guerra en la que no puedo entrar, pero sí que puedo ofrecer otras cosas como dar el mejor servicio y que la gente quede contenta para que vuelva», revela. Al fin y al cabo es el cliente el que manda, el que decide. «Si no queda contento no va a volver, entonces mi objetivo es fidelizar el cliente que yo creo que lo tengo más que fidelizado después de muchos años», asegura.

«Los comercios pequeños somos los que los que revitalizamos los barrios y los que hacemos que haya gente por la calle, que haya vida»

En estas cuatro décadas al frente del negocio, Conchi ha sido también testigo de cómo el barrio ha ido en detrimento con el paso del tiempo. Con la crisis de la burbuja inmobiliaria se notó muchísimo el bajón, tanto en las ventas como a nivel general», asegura. Recuerda que hubo un momento en el que en la calle Fuertes Acevedo llegaron a convivir cuatro carnicerías, dos pescaderías, dos ferreterías y hasta tres supermercados, entre otros negocios. «Ahora mismo tan solo hay un carnicero y dos fruterías, nada más. Ya no hay perfumería ni mercerías… se quedó todo vació», lamenta. Y cuando se produjo el traslado del hospital a la zona de La Cadellada se «remató» la situación.

Poco a poco el resto de los locales se van quedando vacíos, mientras que a la par disminuye la esperanza de volver a darles una segunda oportunidad, pero Conchi no pierde la ilusión. Confía en que algún día se revierta la situación. «No creo que vuelva a ser lo que era antes pero en algún momento tendrá que cambiar. Los comercios pequeños somos los que los que revitalizamos los barrios y los que hacemos que haya gente por la calle, que haya vida. Pero bueno cuando esto suceda yo ya estaré jubilada», manifiesta.

Mientras los responsables de revertir la situación, en este caso los políticos, estudian las diferentes opciones para dinamizar el barrio, la tendera ovetense sigue aguantando al pie del cañón. No le queda más remedio y más aún si quiere disfrutar del merecido descanso. Tan solo le quedan cuatro años para poder jubilarse, por lo que ya cuenta los días para poner fin a su carrera profesional. Hasta que llegue el ansiado momento seguirá atendiendo con su mejor sonrisa y como tan solo ella sabe a todo aquel que se deje caer por el negocio.

El hecho de seguir manteniendo con vida el legado de sus padres es para Conchi uno de los mayores regalos que le pudo dar la vida. «La verdad es que vengo encantada a trabajar, desde bien temprano ya estoy súper contenta porque aquí (en la tienda) estoy muy a gusto y además la clientela es una maravilla», revela, antes de agradecer a todo aquel la confianza depositada en una tienda que la vio crecer personal y profesionalmente.

Con la jubilación de Conchi es muy probable que se ponga punto y final a la historia de Casa Jaime. Por el momento no hay relevo generacional: «Tengo una hija que trabaja como interina y está preparando las oposiciones para conseguir una plaza fija como maestro, así que yo solo espero que siga por ese camino», señala. Como además aún le quedan unos años para poder acabar su carrera laboral, la tendera no se plantea traspasar el negocio. «Cuando llegue el día, ya veré que haré con el local», mientras tanto disfrutará al máximo cada jornada detrás del mostrador. «Para mi esto es un lujo», confiesa.