Juan José, cuatro años con dolencias: «Hay que estar demacrado, con ojeras y sin afeitar para que vean que estás enfermo»

GIJÓN

Este gijonés de 61 años lleva desde la tercera ola de la pandemia batallando contra un virus que ha puesto completamente patas arriba su vida. «Me ha limitado por completo», asegura. Aún así, el INSS considera que está en condiciones para trabajar
24 mar 2025 . Actualizado a las 09:33 h.Cinco años han pasado desde que se decretó el estado de alarma ante la emergencia sanitaria provocada por la pandemia del covid-19. El reloj marcaba las tres y media de la tarde, de un 14 de marzo de 2020, cuando el presidente del Gobierno compareció en rueda de prensa para anunciar las medidas impuestas para frenar la expansión del virus en España. Este momento supuso un antes y un después en la sociedad, ya que la población tuvo que recluirse durante un par de meses en sus domicilios. Para muchos ese tiempo en el que usar las mascarillas era obligatorio y recomendable guardar las distancias de seguridad ha quedado en el olvido. Sin embargo, hay quienes todavía viven esta realidad.
Aunque la OMS haya decretado el fin de la pandemia, son muchas las personas que a día de hoy siguen conviviendo con esta invisible enfermedad. Es el caso de Juan José García. Este gijonés de 61 años lleva desde la tercera ola batallando contra un virus que ha puesto completamente patas arriba su vida. Desde que se contagió por primera vez, en enero de 2021, su estado de salud ha ido empeorando a medida que pasaron los meses. El deterioro de su organismo es tal que no es capaz de realizar las tareas cotidianas del hogar como limpiar el polvo o hacer la compra. Tampoco puede dar un largo paseo para respirar aire puro porque se cansa al mínimo segundo.

Aun así y a pesar de que cuenta con informes médicos que avalan su situación, el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) considera que está en condiciones para emplearse como camarero, profesión a la que se dedicó siempre. Hasta en dos ocasiones le han rechazado la incapacidad permanente absoluta que solicitó. Por lo que se ha visto obligado a acudir a los tribunales para que «de una vez por todas» se le reconozca esta prestación, ya que «no es que no quiera trabajar es que soy incapaz». «Qué más quisiera yo que incorporarme a mi puesto de trabajo y así poder retirarme con el cien por cien dentro de cuatro años — momento en el que cumple la edad mínima de jubilación— pero es que no puedo», confiesa.
«¿Qué es? ¿Que tengo que estar demacrado, con ojeras y sin afeitar para que vean que estoy enfermo?», dice indignado. Y normal que se sienta así, cabreado, porque al igual que el resto de pacientes con covid persistente debe justificar que su estado de salud no es fruto de una patología mental. «Muchos me decían que era algo psicológico por la situación laboral en la que estaba (de baja). Pero, yo sabía que no era así porque cómo puede ser que me levante peor que como me acueste. Cómo va a ser psicológico que para subir a mi casa, que está en un segundo piso de un edificio sin ascensor, tenga que pararme tres o cuatro veces cuando antes subía del tirón. Y ya si llevo peso, me tengo hasta que sentar», manifiesta.
Para demostrar que realmente está enfermo y que no tiene nada que ver con su salud mental, Juan José ha tenido que tirar de ahorros. En el momento que el virus invadió su cuerpo, hace ya más de cuatro años, comenzó a tener dolores musculares y un cansancio «tremendo». Le subió también la fiebre hasta el punto de que el termómetro llegó a marcar los 40 grados y tuvo que ser ingresado en el centro sanitario de Jove, donde estuvo hospitalizado un par de días. Recibió el alta con la condición de utilizar diariamente un soporte ventilatorio para mejorar su respiración.

En ese momento, como estaba de ERTE, puesto que las medidas impuestas limitaban la actividad hostelera, no le hizo falta sacar la baja. Sin embargo, una vez que se levantaron las restricciones y se incorporó a su puesto de trabajo se vio en la obligación de tramitar dicha prestación. Entre medias se volvió a contagiar y su salud lejos de mejorar empeoró, ya que los síntomas se agravaron. «Siempre tenía dolores, sino era una cosa era otra, y el cansancio ya no era normal», cuenta.
Como los médicos de la Seguridad Social no le decían «absolutamente nada» y no le daban cita hasta pasados «ocho o nueve meses», recurrió a la privada para saber realmente lo que le pasaba. Comenzó a peregrinar de especialista en especialista y de consulta en consulta para poder poner nombre a sus dolencias. Aunque no mejoraba «nada», no le quedó más remedio que incorporarse a su puesto de trabajo. A los meses comenzó a sentir que tenía «mal cuerpo», se hizo un test diagnóstico de Covid-19 para descartar, pero para su sorpresa este arrojó un resultado positivo. Se había vuelto a contagiar.
Volvió a sacar a la baja y cuando recibió el alta aprovechó y se pidió vacaciones porque «no estaba en condiciones» para emplearse. El malestar persistía y no notaba «nada» de mejoría. «Tuve incluso que ir al hospital de Jove a que me pusieran el oxígeno y la medicación correspondiente para poder despegar», dice. Como no podía seguir tirando de días de permiso ni tampoco tenía la capacidad suficiente para desempeñar como camarero tuvo que volver a sacar la baja y desde entonces ha encadenado una con otra.

Después de estar un año y medio de baja por los síntomas derivados del covid persistente, al no poder alargar la baja por el mismo motivo, tuvo que sacar la misma por el síndrome del túnel carpiano que padece. «No tenía porqué ser así porque vale que es otra cosa que también tengo pero si estaba de baja y tramitando una prestación que quiero que me conceda la Seguridad Social, tendré que seguir de baja por lo mismo que estuve en un principio», denuncia el gijonés, quien volvió a contagiarse por cuarta vez mientras seguía inmerso en la carrera de fondo para saber realmente qué era lo que le pasaba.
No fue hasta enero del año pasado cuando recibió un diagnóstico certero. «Fue gracias al cardiólogo del Hospital Begoña, el doctor Acebal. Supo decirme qué tenía porque nadie se mojaba las manos en decir qué tenía. Y me dijo que tenía todos los síntomas de covid persistente», cuenta. «Tuve por tanto que gastar cientos de euros para demostrar que estaba enfermo porque encima es que lo tienes que demostrar», lamenta.

Por eso, en el momento que vio que en el informe figuraba que sufría long covid sintió «principalmente» alivio. «Ya pensaba que era todo mental. Llegó un momento en el que tenía la sensación de que los médicos a los que fui tenían razón, que era una obsesión mía. Pero no, todo lo que tengo es por culpa del coronavirus», confiesa.
Un batiburrillo de síntomas
Aparte de estar extremadamente cansado y fatigarse con el mínimo esfuerzo que haga, Juan José sufre niebla mental. «Estoy hablando y de repente me pierdo, me quedo en blanco y no sé seguir», asegura. Tiene además pérdidas de memoria. «Cuando murió mi mujer, por terapia empecé a hacer encaje de bolillos. Se me daba muy bien, de hecho gané algunos premios, pero ahora no puedo tejer porque se me olvidan los puntos. Ahora empecé a retomarlo pero porque apunté todos los pasos», dice el gijonés.
No puede, por tanto, salir de casa sin la libreta en la que apunta «absolutamente todo» porque sino se le olvida lo que tiene que hacer. «Me da hasta vergüenza decirlo y es que cuando me pongo a escribir, ya sea en el teléfono o en un papel, no sé distinguir la B de la V o la G de la J. No tengo tampoco idea de dónde se coloca la H. Parece tontería pero soy una persona que en la vida tuve una falta de ortografía porque es algo que me desquicia y ahora no puedo escribir sin estar todo el día preguntando a Google como se escribe una palabra», confiesa.

Los pacientes con covid persistente suelen tener síntomas que aparecen y desaparecen con el tiempo. En el caso de Juan José hubo un tiempo en el que padecía fuertes dolores de cabeza. «Toco madera para no volver a tenerlos», dice con la esperanza de no sufrir más jaquecas. En cambio, hay otras dolencias que se intensifican. Este gijonés, por ejemplo, cada vez que se contagiaba padecía más problemas pulmonares. «Fue el órgano que más he visto afectado», reconoce.
«Hace diez años me encontraron un pequeño enfisema en el pulmón y es algo que no tiene tratamiento ni cura, la única solución era dejar de fumar. Así que desde entonces no pruebo un cigarrillo. Pero a raíz del covid empezaron a hacer pruebas y vieron que tenía un enfisema en el otro pulmón. Además, la parte inferior de uno de los pulmones la tengo tomada de bultos del tamaño de una nuez. A raíz del covid tengo también EPOC en nivel 1», detalla.

Al tener por tanto serias dificultades para respirar, el médico especialista cursó una orden para que dos fisioterapeutas pulmonares acudieran semanalmente a su casa para hacerle ejercicios de fortalecimiento. Esta prestación dura un máximo de «mes y medio», por lo que una vez cumplido el tiempo establecido Juan José dejó de recibir dichas sesiones de rehabilitación. Está pendiente de una nueva revisión, «que ya la tenía que haber tenido hace tres meses y todavía estoy esperando». Por si fuera poco, su cuerpo se ha llenado «de granos y pequeñas verrugas» que un dermatólogo tuvo que explorar.
Limitado, «por completo»
Por tanto , «o tiras de ahorros y quedas sin nada o te pudres sentado en una silla», dice el gijonés, cuya vida se ha visto «totalmente» limitada debido a la multitud de síntomas causados por el covid persistente. «Me cambió la vida radical. Me es imposible caminar e ir hablando a la vez. No puedo subir escaleras ni cuestas. No me mandes coger peso porque es imposible. Tengo que salir cuatro o cinco veces diarias para ir a comprar porque no puedo traerlo todo de una vez. Y para limpiar solo el polvo del salón tardo todo el día», cuenta.
No tiene tampoco vida social. «Corté mucho mi actividad social porque no me gusta que la gente esté pendiente de mí ni me ayude a hacer cosas. Entonces la mitad de las veces pues doy disculpas para no ir, siendo mentira, pero bueno, tiene que ser así, de otra forma no hay. Por ejemplo, el otro día fui con unos amigos a una feria de antigüedades en Oviedo porque somos coleccionistas. Para llegar a las 11, tuve que levantarme a las ocho menos cuarto, y a la una ya tuve que parar porque no podía más. Cuando antes recorría todas las ferias que había por Asturias y alrededores de antigüedades y ahora no voy a casi ninguna por eso», dice.
Y por si fuera poco, tiene que hacer frente a la incomprensión tanto por parte de la comunidad médica como por su entorno más cercano. «Cuando iba a firmar la nómina a la oficina porque estaba de baja, el jefe al verme lo primero que me preguntaba era qué tenía, porque traía buena cara. Pues porque soy una persona que me gusta cuidarme. Cuando fui por primera vez al tribunal médico, no me dio los buenos días ni nada, lo primero que hizo fue preguntarme qué porqué estaba tan moreno. Pues porque vivo en frente de la playa y salgo a dar pequeños paseos. Qué es que tengo que ir demacrado, sin dormir, con ojeras, sin afeitar para que vean que estoy malo», implora.
El INSS también pone en tela de juicio su estado de salud. Considera que ese malestar generado por el covid persistente no es un problema para emplearse, pese a que cuenta con informes que dicen lo contrario. Al negarle «hasta en dos ocasiones» la incapacidad permanente absoluta, el gijonés se ha visto obligado a llevar su caso hasta los tribunales.
Será el 7 de abril cuando tenga lugar el juicio para ver si «de una vez por todas» le reconocen el derecho a esta prestación. «Qué más quisiera poder ir a trabajar y esperar porque tan solo me quedan cuatro años para poder jubilarme por la edad y cobrar el cien por cien, porque ahora cobraría el 75%, pero es que no puedo, no soy capaz de trabajar», recalca.
En esta lucha porque se le reconozca la incapacidad laboral, Juan José cuenta con el apoyo incondicional del colectivo Covid Persistente de Asturias. La entidad sin ánimo de lucro sigue centrando sus esfuerzos en visibilizar y denunciar la situación en la que se encuentran tras estos cinco años miles de asturianos.
Cualquier persona con secuelas prolongadas del covid-19 que no forme todavía parte de la asociación puede ponerse en contacto con el colectivo a través del siguiente correo electrónico: covidpersistenteasturias@gmail.com. Atienden también llamadas y mensajes en el 657 451 238. Este teléfono está operativo de martes a jueves, en horario de 11.00 a 15.00 horas.
Para el gijonés, al igual que muchos pacientes de long covid, formar parte de la entidad es también un alivio. «Me siento muy arropado con ellos porque cualquier problema que tengo me ayudan. Me siento además comprendido, apoyado, arropado. Muchas de amistades no me creen, al igual que la empresa que se piensa que es un cuento chino», dice.
No obstante, esta incomprensión no le importa lo más mínimo porque su «mayor preocupación» era saber qué le pasaba. «Ahora que ya lo sé, es ir poniendo remedio a todo lo que se pueda . Toca seguir tirando y actuando de la mejor manera posible», reconoce. Todo con el objetivo de volver a recuperar su rutina. «Solo quiero tener una vida normal, no pido más», suplica.