Luismi Loro, mano derecha de Javi Calleja: «En los buenos momentos es cuando más autoexigente tienes que ser»

Pablo Fernández OVIEDO

AZUL CARBAYÓN

Luismi Loro y Javi Calleja
Luismi Loro y Javi Calleja Ana Vázquez

La Voz de Asturias hace balance de las primeras 21 jornadas de Liga con el segundo entrenador del Real Oviedo

02 ene 2025 . Actualizado a las 10:38 h.

Es algo que se ve casi todos los días en El Requexón. Javi Calleja da por finalizado el entrenamiento del Real Oviedo y Luismi Loro comienza a poner picas, setas y demás material en el área mientras Hassan, Ilyas Chaira, Sebas Moyano, Paulino, Alemao, Paraschiv o Fede Viñas caminan hacia donde está el segundo entrenador carbayón. Es la hora de sus clases particulares. El equipo comienza esta tarde a preparar el derbi asturiano del próximo sábado 11 de enero y LA VOZ DE ASTURIAS abre el 2025 charlando con Luismi Loro (Fuenlabrada, Madrid, 1979), mano derecha del técnico del Real Oviedo. Su relación con Calleja, la primera vuelta del equipo azul y su trabajo específico con los delanteros oviedistas. 

—Una vez me dijeron que el segundo entrenador tiene todas las cosas buenas de ser primer entrenador y se ahorra las malas

—Es una manera de verlo, sí. Creo que el segundo entrenador debe de ser una pieza que de mucho soporte al primer entrenador y que sea capaz de ayudarle tanto en los momentos buenos como en los malos. Nosotros siempre decimos que en los momentos buenos más reflexivo y autoexigente tienes que ser, porque en los momentos malos es más fácil autoflagelarse.

—¿En qué momento de su carrera piensa en un futuro como entrenador?

—Ya en mis últimos años de Segunda B compaginaba el jugar con las prácticas en la cantera del Villarreal. Allí conocí a Javi (Calleja), en el División de Honor. Acabé la temporada y me ofrecieron quedarme como asistente de Javi y ya decidí dejar el fútbol como jugador e ir de su mano.

—Marcó en el Carlos Tartiere hace casi 13 años, con el Tenerife. Temporada 12/13.

—Lo recuerdo bien. Era un año complicado en el Tenerife, porque veníamos de perder el ascenso la temporada pasada en la última eliminatoria del playoff. Para el club era ascender sí o sí, porque había muchísimos problemas económicos. Era clave quedar primeros y en el partido contra el Oviedo nos jugábamos mucho, porque si perdíamos se ponían a dos puntos y si ganábamos nos escapábamos ocho arriba. Empezó ganando el Oviedo con gol de Cervero, en el descanso Álvaro Cervera cambió el dibujo y el segundo tiempo fue mejor. Marqué el empate y después Alberto hizo el 1-2 desde el centro del campo. Y acabamos ascendiendo ese año.

—Domingo a las 12 y el césped muy pesado.

—Así es. Muy blando por la lluvia, creo. Hablé mucho de ese partido con Diego (Cervero) y con Aitor Sanz, cuando vino al Tenerife. Antes ya había jugado en el Tartiere con la UD Logroñés y en 2003 disputé aquel famoso Oviedo-Levante en Avilés, con el Oviedo ya descendido.

—Me decía entonces que su relación con Javi Calleja empieza en 2016.

—Pf, y nos conocemos desde hace mucho tiempo, eh. Lo conocía ya de jugar en la selección madrileña y, evidentemente, de su etapa como futbolista de élite. Creo que hablamos un idioma similar, conectamos y desde el principio me sentí muy a gusto con él. Dejé el fútbol porque quisieron contar conmigo y no lo dudé.

—¿Jesús Unanua y José Romero ya estaban en ese cuerpo técnico?

—No. En ese momento Jesús estaba en el primer equipo del Villarreal y José en el filial. Nosotros estuvimos dos temporadas en el juvenil A y después subimos al filial, ahí se sumó José al equipo técnico.

—¿Es una ventaja que lleven tanto tiempo juntos?

—Nos conocemos tanto ya que muchas veces con una mirada y dos palabras ya sabemos por dónde vamos cada uno. A Javi (Calleja) siempre le digo que cuando más transmite es cuando le entra ese nervio que tiene. Ahí llega mucho al jugador.

—Usted era el analista del cuerpo técnico y ahora es segundo entrenador. ¿Qué diferencias hay?

—Tampoco mucha, porque era un tercer entrenador más, por así decirlo. Es un poco lo que hago ahora, pero con menos peso igual. Mi rol dentro de lo que es el staff era muy parecido al de ahora. Antes me centraba más en el análisis y en los vídeos, ahora en eso nos ayuda Javier Benavides. El tema del análisis individual depende también mucho de los recursos que tenga el club, en Villarreal por ejemplo teníamos a tres analistas trabajando solo para nosotros. Aquí en Oviedo, uno. Se puede trabajar igual, ojo, pero hay que ser más explícito y selectivo. Más que nunca importa la calidad del trabajo, y no la cantidad. Lo más importante es que el futbolista entienda lo que le quieres transmitir.

—Dicen que Javi Calleja es la emoción y Luismi Loro es la razón.

—Es verdad que yo soy muy de tocar los huevos, o eso me han dicho [risas]. Siempre intento buscar una vuelta de más a las cosas. Intento valorar lo bueno, siendo autocritico, sí, pero valorando lo bueno. Tendemos a fijarnos en lo que un jugador no hace, pero no nos paramos a mirar en lo que sí hace. Lo que no hace ya lo sabemos, pero también es importante poner en el foco lo que sí. Desde la crítica constructiva y lo positivo hay que intentar mejorar lo que se puede mejorar. Potenciar las virtudes de los jugadores que tienes. Sí, hay que mejorar al jugador, pero sin olvidarte de lo que hace bien.

—¿Qué miembro del cuerpo técnico anima más a la gente en los malos momentos?

—El míster es la persona más positiva, seguramente. Es autoexigente, pero siempre mira el lado positivo e intenta crecer desde ahí.

—Hábleme de los malos momentos de la primera vuelta del Real Oviedo.

—El partido ante el Sporting fue un antes y un después en la primera vuelta. Fue clave para ser el equipo que fuimos luego, aunque el proceso fuese duro porque perder un derbi siempre es duro. Sacamos muchas conclusiones para saber el equipo que no queremos ser y sí lo que hemos llegado a ser en los meses siguientes, creo que se ha visto reflejado.

—¿Por qué fue un antes y un después?

—Porque nosotros necesitamos ir al 100%. Somos un equipo de rock and roll, de ataques verticales, de jugar hacia adelante y de ser atrevidos en la presión. Somos el segundo o el tercer equipo de la primera vuelta que más roba en campo contrario y necesitamos ese ritmo. Cuando jugamos a medias o no vamos al 100%, se nos complica. Por eso, el derbi marcó un punto de inflexión. A partir de ahí todo fue diferente.

—Pero luego llegaron esas semanas difíciles ante Elche y Huesca.

—Fueron duras porque no nos lo esperábamos. En Elche trazamos un plan de partido y en el minuto 3 se nos cayó. Y luego, cuando levantábamos la cabeza, se volvió a caer en el 45’. Al cuarto de hora de partido estaba el tema más donde nosotros queríamos, quitándole incluso el balón al Elche. Y el 2-0 nos mató. Fueron goles en momentos muy puntuales.

—¿Y ante el Huesca?

—Llegábamos tras seis victorias seguidas en el Tartiere y no sé si salimos con una marcha menos, pero es verdad que no se dio nada de lo que habíamos trabajado por semana. Encajamos también pronto, en una acción que hemos repasado mucho con los jugadores. Fue un partido que, de normal, si tú estás bien, podías haberlo empatado o incluso ganado, pero volvimos a encajar justo en los momentos en lo que más daño te pueden hacer. Esos momentos en los que tienes que tener un cuidado más extremo todavía, como antes del descanso o los primeros minutos del segundo tiempo. Y en el 47’, 0-2.

—Desde que está en El Requexón se le ve dedicar mucho tiempo al trabajo con los atacantes del Real Oviedo.

—Siempre me ha apasionado la demarcación de delantero. Por eso trabajé en una metodología y ahora la pongo en práctica. Siempre he intentado plasmarlo allí por dónde he ido, estoy al servicio de los delanteros de mi equipo. En el Oviedo lo mismo. Hablo con ellos de cuatro aspectos muy importantes, los hábitos de cualquier delantero: los desmarques, la ocupación del área, el control y la definición. Un buen control te acerca al gol, un mal control te aleja del gol.

—¿Cuánto margen de mejora individual hay en un futbolista profesional?

—El futbolista siempre quiere mejorar. Y si hace lo que le gusta y entendiéndote, más todavía. Claro, si tú le dices que tiene que mejorar haciendo un intervalo sin balón, te pondrá una cara rara. Pero si tú le dices a un delantero que vamos a intentar mejorar tirando a puerta, haciendo goles y haciendo cosas que realmente le son familiares, será diferente. Y están encantados.

—¿De qué gol de los atacantes del Real Oviedo en esta primera vuelta está más orgulloso?

—Hay muchos muy buenos. Y en muchos de ellos están esos comportamientos de los que hemos hablado durante estos meses. Con Hassan, por ejemplo, necesitábamos que aportase cosas en el área, por ello esa insistencia con que llegase al segundo palo cuando la jugada iba por el otro lado. Con Alemao, sobre todo cuando jugaba de único delantero, buscar engañar al rival: alejarse para llegar al primer palo o acercarse al primer palo para llegar al segundo. El gol al Eibar. Paraschiv, el estar siempre habilitado para aprovechar lo que te caiga. Así fue su gol al Granada. Son acciones habladas, como las de Ilyas Chaira en Zaragoza y sus golpeos al segundo palo, porque normalmente en esas acciones el portero tapa más su palo que el lejano. Aunque sea muy complicado porque el partido es una cosa y el entrenamiento otra, el gran objetivo es aumentar las opciones de hacer gol de nuestros atacantes.

—De Hassan se habla mucho. ¿Qué extremo veía y qué extremo se ha encontrado?

—Siempre me ha parecido un extremo espectacular, con un talento innato. Tenemos cuatro extremos muy diferentes entre sí, cada uno con un talento y unas características. Hassan tiene una verticalidad en el uno contra uno muy difícil de parar para cualquiera. Desde fuera parecía que no acababa las jugadas, que siempre se le tachaba de decidir mal. Bueno, pues igual había que revisar si era culpa de Hassan o culpa de los movimientos o la finalización de sus compañeros. Esta temporada podría llevar siete u ocho asistencias, eh. En una vuelta. También algún gol más, ojo, definiendo al palo largo, como siempre le insistimos.