La Voz de Asturias entrevista al central carbayón, indiscutible para Ziganda en su segunda etapa en la capital del Principado
18 sep 2021 . Actualizado a las 09:55 h.Como si el tiempo no hubiese pasado y el 2021 fuese una continuación de 2017, David Costas (Chapela, Pontevedra; 1995) se ha puesto la camiseta del Real Oviedo y en cinco jornadas ha vuelto a ser el central que maravilló al Carlos Tartiere en aquella media temporada de hace cuatro años. Ahora, ya con contrato en la entidad azul hasta 2024 y siendo una de las grandes apuestas del proyecto carbayón, el pontevedrés repasa para LA VOZ DE ASTURIAS su trayectoria deportiva y habla de todo lo que ha pasado hasta volver al club en el que mejor ha rendido.
—¿Cómo llegó al Celta?
—En alevines, con 11 años. Jugaba en el equipo de mi pueblo, el Chapela, y todos los niños de allí soñaban con que un día les llamase el Celta. Era el club grande, ese al que te enfrentabas y siempre te daban una paliza. Llegó esa llamada y aterricé en el sitio en el que todo el mundo quería estar.
—Generación del 95. En Vigo se hablaba mucho de aquel equipo con Santi Mina, Rubén Blanco, usted…
—Desde que empezamos a jugar juntos ganamos todas las Ligas. Era una generación buenísima, de la que salieron muchos jugadores profesionales. No éramos conscientes, o al menos yo, de que podíamos llegar al primer equipo. Hasta que no me vi entrenando con ellos ni se me pasaba por la cabeza.
—Y eso pasa en 2013, siendo todavía juvenil.
—Fueron unos meses locos. Jugué la Copa de Campeones y la Copa del Rey con el equipo juvenil. Después, participé con el Celta B en el playoff de ascenso a Segunda B. Y luego fui a Madrid para jugar un torneo con la selección española Sub-19. No paré en todo el verano y cuando el primer equipo empezó la pretemporada yo todavía estaba concentrado con la selección. Regresé a Vigo, tuve una reunión con Luis Enrique y me dijo que tenía que estar tres semanas de vacaciones. Llegué la semana antes de que comenzase la Liga en Primera División, entrené varios días con ellos y me convocaron.
—¿Qué tal con Luis Enrique?
—En la primera reunión estaba muy nervioso, era la primera vez que me encontraba con él y no sabía lo que me iba a decir. Estábamos Santi Mina y yo, recuerdo. Y fue muy bien, estuvo muy cercano y me dijo que contaba conmigo para el primer equipo. Acabé jugando 17 partidos.
—Le cambió la vida siendo todavía un adolescente.
—Ahora recuerdo aquello y no era consciente de todo lo que estaba viviendo: jugar 90 minutos en Primera División con 18 años. Lo pienso y, anímicamente, en ese momento no estaba preparado para afrontarlo. Pero el míster creía que podía hacerlo y yo intentaba dar lo mejor de mí. Estoy muy contento con todo lo que jugué aquel año y, sobre todo, muy agradecido a Luis Enrique.
—¿Qué recuerda de aquellos primeros partidos en el Celta?
—Todo era muy diferente, nada que ver con lo que podía haber vivido en juveniles o en el filial. Nada que ver. Pasabas a jugar contra hombres y costaba mucho más ganar cualquier duelo. Era otro mundo. Jugaba contra gente que, si no estaba al 100%, te comía en cada acción. Gente que llevaba diez años en la categoría y que en cada partido se estaba jugando las castañas. Ahora soy consciente de lo que suponía, antes no.
—Primera División, selección española y 18 años. ¿Estaba preparado para todo aquello?
—Si te digo que sí, te miento. Mejoraba en el aspecto físico, tenía en cuenta la alimentación y me ponía más fuerte, pero anímicamente no estaba preparado para ello. El segundo año en el Celta hay nuevo entrenador y solo jugué un partido de Liga. Me costó mucho asumir aquello.
—Se fue Luis Enrique y llegó Eduardo Berizzo.
—La relación era sin más, no hablaba en exceso conmigo. Al final, un entrenador no tiene porqué darte explicaciones, pero un chaval tan joven igual sí que necesitaba que le explicasen un poco qué pasaba. Sentarte en una mesa y que te digan qué quiere de ti, qué tienes que mejorar… No sé. Nunca tuve una charla de ese tipo y seguramente la necesitaba para afrontar dicha situación.
—¿Cómo afronta uno que todo aquello sucediese en su propia casa? ¿Le perjudicó?
—Yo creo que sí, que fue algo que tampoco me ayudó. Tenía a mi familia y a mis amigos, pero al final estuve ocho temporadas en el primer equipo, salí cedido muchas veces y cuando volví nunca daba con la tecla para asentarme. Nunca fui capaz de estar bien allí, en casa.
Estábamos acostumbrados a ir escalando por las categorías inferiores sin que nadie nos dijese nada, siendo el mejor equipo de nuestra generación y ganando todos los partidos. Si te decían algo, siempre era algo bueno. Cuando llegas al primer equipo y te empiezan a caer palos por todos los lados sí necesitas que hablen contigo, que te ayuden y te den herramientas para afrontar la experiencia.
—Verano de 2015. Mallorca, primera cesión en Segunda División.
—Llegué a Palma y desde el principio jugué mucho. Me encontraba bien, jugando a un gran nivel. Tuvimos hasta tres entrenadores aquella temporada y jugué con todos, pero en febrero me rompí el quinto metatarsiano. Quise forzar para volver pronto, me rompí el recto y ya no volví a jugar hasta la última jornada de Liga.
—Regresa al Celta, sigue Berizzo y vuelve a no jugar. Real Oviedo y de nuevo en la palestra.
—La primera etapa en Oviedo salió genial y en ese verano de 2017 tuve ofertas de Primera División. Pero me llamaron del Barça, me contaron la idea que tenían y me convencieron.
—¿Es La Masia el lugar ideal para un central de su perfil?
—Me asenté desde el principio y creo que, poco a poco, llegué a jugar a un gran nivel. Y empecé a entrenar con el primer equipo. Necesitaban centrales y me asenté en dinámica del primer equipo. Fui convocado con ellos y acabé debutando en Copa del Rey. En el mercado de invierno, ficharon a Yerry Mina y regresé al filial. Lo recuerdo como una experiencia de la hostia, la verdad. Nunca la olvidaré.
—Ahora, en Barcelona, echan de menos a Messi. ¿Cómo era entrenar con él?
—Para un central era una putada [risas]. Es una cosa del otro mundo. Creía que ya sabía lo que me iba a encontrar porque lo veía cada fin de semana, pero es que luego en directo, al lado tuyo, era otra cosa. El mejor con diferencia. En aquella plantilla había jugadorazos, claro, pero Messi era otro nivel. Muy por encima de los demás.
—¿Se pudo quedar en Barcelona al finalizar aquella 17/18?
—Ellos querían, sí. El entrenador, García Pimienta, habló conmigo y me preguntó si quería quedarme otro año, pero el Celta pedía los diez millones de la cláusula y era inviable.
—De nuevo en Balaídos.
—Me costó al principio, otra vez. Con el Turco Mohamed no tuve opciones de entrar en el once, pero lo despiden y con el nuevo técnico, Miguel Cardoso, empecé a jugar de titular. Cada vez estaba mejor, pero después de Navidad volví a lesionarme en el recto y estuve un mes y medio parado. Despidieron a Cardoso y llegó Fran Escribá. Y seguí jugando. Me quedaba un año de contrato y cuando se estaba acabando la temporada ya estábamos negociando una renovación.
—Una renovación que llegó meses después.
—Sí, poco antes de que arrancase la 19/20 renuevo con el Celta tres años. El míster estaba contento conmigo, hice la pretemporada al completo y en la primera jornada fui titular ante el Real Madrid, en Balaídos. Perdemos y a mí no me sale un buen partido. A partir de ahí desaparezco del mapa y paso de ser titular a no jugar más con Escribá.
Despidieron a Escribá, llegó Óscar García y volví a participar. Jugué en Copa del Rey y dos partidos de Liga entre finales de diciembre y principios de enero. Fue entonces cuando salió la opción del Almería. Era un equipo que iba líder en Segunda División y decido ir para allá. A nivel colectivo no salieron las cosas y en el playoff nos eliminó el Girona a las primeras de cambio. Así es el fútbol.
—No disputó ni un solo minuto en la 20/21. ¿Cómo se explica eso?
—Eso deberías preguntárselo a la gente del Celta. No entendía nada, estaba un poco perdido. Preguntaba, pedía explicaciones y nunca me las daban. Cero oportunidades, me apartaron del equipo y entrenaba solo. No quise tener ningún problema con mi club de toda la vida, donde debuté en Primera División. Me quedo con las cosas buenas, pero fue un año muy duro.
—¿Qué pensaba cuando llegaba a casa? ¿Cómo era el día a día?
—Al principio no lo entendí, la verdad. No entendía el por qué y cuando me preguntaban en casa no sabía qué responder. Nunca me dijeron «te aparto por esto». Cuando se cierra el mercado de enero, fui a hablar con el míster (Chacho Coudet) y me dijo que me apartaba porque tuve muchas opciones de salir y no me quise ir a ningún lado. Que el Celta no era un spa, algo que también dijo públicamente, y que quería jugadores con ambición.
—¿Y fue así?
—La realidad era que mis opciones para salir en aquel mercado eran Arabia Saudí y Estados Unidos. Yo, con 25 años, no quería meterme en un mercado que creo que no era para mí. No quería irme a jugar a Arabia Saudí porque el míster me amenazase con apartarme siete meses.
—¿Qué decía el vestuario del Celta?
—Fue una decisión del entrenador. El vestuario no estaba de acuerdo y hablaron con él. Yo hablé con los capitanes e intenté hacer todo lo posible para no tener que acudir a AFE y tener un problema con el club. Los capitanes hablaron con Coudet, dijo que me iba a volver a meter con el grupo y no fue así, seguí apartado. Yo no le pedía jugar, solo le pedía poder entrenar con mis compañeros. A partir de ahí no tuve ninguna relación con el míster y no volvimos a hablar en toda la temporada.
—Este pasado verano no cambió la historia.
—Empecé la pretemporada con el Celta y me vuelven a apartar. Menos la primera semana, que sí trabajé con el equipo, el resto entrené solo. Llegamos a un acuerdo, rescindí y me fui.
—¿En qué momento aparece el Real Oviedo?
—El Oviedo, cada año en el que yo tenía opciones de salir del Celta, siempre preguntó por mí. En el último mercado de enero también, pero fue inviable por temas de límite salarial, no se podía hacer. Lo explicó en su día Michu, precisamente, cuando era director deportivo aquí: LaLiga no se creía que con el salario que tenía en Vigo pudiese fichar por el Oviedo por otra cantidad.
—Al segundo intento, el Oviedo sí lo logró.
—Acabó la temporada y Rubén Reyes se puso en contacto con mi agente. Ya rescindo en el Celta sabiendo que volvía a Oviedo. Lo tenía claro, no quería saber nada de otros clubes o esperar hasta finales del mercado. Quería empezar la pretemporada en El Requexón y volver al sitio donde fui muy feliz.
—¿Le sorprende el haberse encontrado tan bien en estas primeras cinco jornadas?
—En Oviedo he mostrado el mejor nivel de mi carrera, no hay duda. Supongo que será gracias a la confianza que siempre me han dado en este club y en esta ciudad. Eso siempre te ayuda. Quieren que esté aquí y eso me hace trabajar bien.
—Un poco de fútbol, ¿qué pide Ziganda a los centrales en salida de balón?
—El míster nos pide seguridad. Salir con el balón jugado es muy bonito y queda muy bien, pero al final hay que ser prácticos. El Cuco siempre dice mucho lo de “cien cien”, que significa, más o menos, que cuanto menos te equivoques mejor. El 100% de las acciones acertadas es lo mejor que puede tener un central, con balón y sin él. Dentro de lo que se pueda intentaremos jugar, pero lo primordial es transmitir seguridad.
—El Cartagena jugó con dos puntas puros y el Huesca con uno. ¿Cambia mucho la manera de defender?
—Cuando juegas ante dos delanteros la diferencia está en que el duelo individual pasa a ser fundamental. Si fallas, la jugada acaba en gol o en ocasión clara. No voy a decir que defender a un equipo con un solo delantero es más fácil, pero la superioridad en el centro se nota y es más asequible imponerse al rival. Pero vamos, ya sabemos cómo es el fútbol: hay millones de acciones diferentes y ninguna se repite en cada partido. A saber qué puede pasar.
—¿Con qué plantilla se queda, la de su primera etapa o la actual?
—Tenemos una buena plantilla, con mucha gente de la casa. En mi primera etapa casi no había. Aquel era un buen equipo, pero nos costó mucho la recta final de la temporada y nos descolgamos. Ahora todavía es pronto, pero creo que tenemos buen equipo y entrenador. A ver qué tal sale, pero me gusta mucho el grupo que se ha hecho.
—¿Cómo está viendo a los jóvenes talentos de El Requexón?
—El coronavirus ha trastocado mucho la economía y los clubes cada vez se fijan más en los jugadores de casa. Pasa aquí en Oviedo y pasa en todos lados. Siempre está bien lo de darse cuenta de que en las canteras hay jugadores muy válidos y buenos. Aquí en Oviedo se están haciendo las cosas bien y al míster no le pesa nada apostar por ellos. Hay buenos mimbres y son patrimonio del club, ojalá nos puedan ayudar más pronto que tarde.
—¿Algún canterano que le llame la atención especialmente?
—Bueno, no voy a hacer de representante [risas]. Déjame verlos un poco más, pero hay buenos jugadores. Álex Cardero, por ejemplo, viene mucho con nosotros y tiene muy buen trato de balón. Tiene muchas ganas de aprender y se deja aconsejar, me gusta. Luego está Joselu Guerra, que personalmente me gusta porque es un centrocampista duro y agresivo. Es joven, pero si tiene que meter la pierna la mete y a mí dame ese tipo de futbolista.