Este domingo, tras 29 años sin verse y pasar muchas penurias, carbayones y orelluts se reencuentran. Enrique Ballester, periodista, charla con La Voz de Asturias
10 nov 2020 . Actualizado a las 12:53 h.Mediados de junio de 1989. Enrique Ballester (Castellón, 1983) come un sándwich de chocolate blanco mientras está a remojo en la bañera cuando su padre, radio en mano, entra en el bañó y dice: «Ha subido el Castellón». Y todo cambió para aquel niño.
Periodista, cronista del club blanquinegro durante la etapa más complicada de la historia orellut y autor de ‘Infrafutbol' y ‘Otro libro de fútbol', ambos de 'Libros del K.O.' ahora observa a su equipo desde otro prisma. Alejado del día a día desde hace año y medio, el domingo volverá a ver a su Castellón enfrentarse al Real Oviedo. El último encuentro entre ambos data de 1991.
-Luiche, el entrenador del primer Castellón al que seguiste.
-Salía en los cromos con gafas de sol y pensábamos que era ciego. Nos parecía lo máximo. El primer partido en casa fue ante el Madrid de la Quinta del Buitre. El que batió el récord de goles. Curiosamente, el partido acabó 0-0 después de que Luiche se cascara un planteamiento de los suyos. Un entrenador ciego que saca un empate al Madrid. Era un superhéroe.
-Buen partido para estrenarse.
-Ir al campo con tu padre, para todos los niños, es como un rito hacia la vida adulta. Hay una mezcla de fascinación y miedo. Ese punto de miedo no de no querer volver, sino de saber qué pasa. Al siguiente partido en Castalia ya hubo un gol y claro, no sabía que los goles se celebraban así, me sorprendió que todo el mundo se pusiese de pie a celebrar. Pensé hostia, esto mola mucho. Esto es diferente a todo lo que hago en mi vida. Aquí mi padre me da más cuerda.
-En el último Informe Robinson, Michael dijo que celebrar un gol en Anfield era lo más cercano a la pura felicidad.
-Pues es verdad. Y creo que eso sigue funcionando. Hablamos mucho del fútbol moderno, pero creo que los niños que van al campo por primera vez y a una edad en la que ya se enteran de cosas, no como mi hijo que lo llevé siendo muy pequeño y se puso a ver YouTube en el móvil, siguen sintiendo esa fascinación. Por eso el fútbol va renovando clientela constantemente.
-Aquel Castellón estuvo dos temporadas en Primera (89/90 y 90/91). El Oviedo fue su primer rival y también el último.
-Del primer partido me acuerdo menos, porque, aunque empecé a seguir al equipo esa temporada, al no ser en Castalia lo tengo más borrado. Del último sí me acuerdo.
-El Oviedo necesitaba ganar para ser sexto y clasificarse para la UEFA. El Castellón necesitaba ganar para salvarse.
-Por lo que hablé años después con jugadores de aquella época, el Castellón daba por hecho que iba a perder en Oviedo. Incluso lamentaban no haber comprado la anterior jornada, ante el Logroñés [risas]. Si les hubiesen ganado en Castalia, se hubiesen salvado.
Se confiaba en que en el Cádiz-Zaragoza, el Zaragoza necesitaba puntuar para no jugar la promoción de descenso. Pero ganó el Cádiz, con gol de Kiko Narváez. Por eso en Castellón siempre se dijo que bajamos por culpa del Cádiz, no porque el Oviedo nos ganara.
-Algo similar pasó con el descenso del Oviedo en 2001. Pierde en la última jornada ante un Mallorca que se clasificó para Champions, pero si hubiese ganado al Madrid en la penúltima jornada, con ellos ya campeones, se salvaban. Y nada.
-Cierto, lo recuerdo. La historia siempre se acaba repitiendo.
[Mientras que el Real Oviedo acaba sexto aquella 90/91 y, por primera vez en su historia, se clasifica para jugar competición europea, el Castellón desciende a Segunda División. Tres temporadas después, caen al pozo de la Segunda B tras 25 años entre Primera y Segunda].
-Os pasáis 11 años en Segunda B.
-Recuerdo que la gente mayor pensaba que un año y ya, que el Castellón iba a volver pronto a Segunda. Que era imposible que el equipo se enquistara en Segunda B. Cuando desciendes de categoría hay que subir el primer año, si no corres el riesgo de marcarte ‘un Zaragoza', como digo yo. Han pasado años y ya a nadie le sorprende ver al Zaragoza en Segunda División. Eso es un problema.
-Esta etapa coincidió con tu adolescencia, cuando ya empiezas a desplazarte con el equipo.
-Así es. Desde los 11 años hasta los 22, que fue cuando subió el Castellón, toda mi adolescencia fue ese anhelo continuo de ‘hay que salir de Segunda B'. Era una obsesión en la ciudad. Todo ese proceso además coincidió con la irrupción del Villarreal y la ansiedad aumentaba.
-¿Había mucha rivalidad con el Villarreal?
-Mmm, no. Yo creo que tampoco la hay ahora. Aquí la rivalidad siempre fue con el Valencia o el Hércules. Pero éramos el club hegemónico de la provincia y eso se va al garete con el crecimiento del Villarreal. Se acrecentó la diferencia hasta el infinito, ellos en Champions y nosotros en Tercera. Se cambió el relato tradicional de la provincia.
-¿Por qué tardasteis tanto en ascender?
-Todos los años empezaba la Liga y teníamos la ilusión de que ese año se iba a subir. «Este año sí, que hemos fichado bien». Aunque la vida nos demostrara temporada tras temporada que no, que no era ese el camino, nosotros renovábamos la ilusión cada verano con una ilusión catedralicia. Al final, en 2002 se ficha a un entrenador desconocido, que venía del fútbol regional valenciano, llamado José Luis Oltra. Con fichajes de perfil bajo batió todos los récords posibles, pero no subió a la primera. Se consiguió dos temporadas después.
-El Castellón sube en 2005. El Oviedo se hunde en el barro en 2003. ¿Cómo veías esa historia desde allí?
-Siempre me he fijado un poco porque mi suegro es de Mieres y del Oviedo. No le gusta mucho el fútbol, pero siempre fue del Oviedo. Luego conocí en 2009 a Sergio Cortina, que es muy amigo mío, y en nuestras conversaciones siempre estaba el fútbol y nuestros equipos. Me llamaba mucho la atención toda la historia con el ACF, Berto y tal.
[El Castellón está cinco temporadas en Segunda División. Regresa a la Segunda B en 2010 y, un año después, descendía administrativamente a Tercera División. Siete años después, Castalia vivía algo muy parecido a lo que le pasó al Real Oviedo en 2003].
-Después le tocó al Castellón pisar la Tercera División. Muchos paralelismos entre ambos clubes.
-Se habló mucho del Oviedo en Castellón. Eran el mejor ejemplo de fidelidad y superación ante las adversidades. Por dos cosas: primero por ser un ejemplo de equipo grande (más que el nuestro) que estuvo en Tercera, sobrevivió y volvió. Segundo porque reforzaba el valor de que aquí en Castellón evitásemos una refundación.
Cuando se bajó a Tercera se amagó desde el poder político con valorar si se podía crear un club nuevo. Y la respuesta de los socios del Castellón fue no. Se demostró que, aunque fuese el camino largo y difícil, era el correcto. Apechugar con la deuda y tardar más en volver, pero hacerlo siendo más fuertes y con el valor de no haber perdido la identidad y la historia.
-El oviedismo tiene clarísimo que, desde que pasó todo lo de 2003, el Oviedo es un club mejor.
-Aquí la gente lo valora mucho porque el resurgir social del club se ha basado en eso: lo identitario. El club representaba a la gente en Tercera y lo hace ahora. El Castellón no había estado jamás en Tercera (desde la creación de la Segunda B) y cuando la pisó fue el mejor momento social del club, batiendo récords de abonados.
-El récord de abonados en Tercera se lo quitó al Oviedo, por cierto.
-Así es. Y en Segunda B se volvió a batir y ahora en Segunda solo quedan unos 300 abonos a la venta. El germen de todo eso son los años de Tercera División. Todo esto es una de las grandes ventajas de no vincular la militancia a los resultados. El Castellón salió reforzado de eso. Se ha sabido vender una militancia nueva y fresca.
Los chavales se hacen del Castellón porque les representa, no por la categoría. Y son más fieles. El club ha tenido el doble de socios en Tercera que en los años 90 en Primera. Nosotros también encontramos nuestro relato.
-Aquí estuvo Alberto González, máximo accionista perseguido por la justicia. ¿Allí?
-En los ‘Papeles de Panamá', por ejemplo, salía uno de los propietarios del Castellón. El caso es que aquí el tema todavía está en fase de instrucción. Se formó una asociación de pequeños accionistas, llamada Sentimiento Albinegro, porque los políticos en su momento miraron hacia otro lado y se consiguió forjar un proceso judicial. Lleva de instrucción desde 2011/2012 y están imputados la mayoría de los dirigentes del Castellón de aquella época.
-¿Cómo fue lo de visitar barrios de Castellón o pueblos cercanos?
-Imagino que para el oviedismo debió ser muy duro estar en el grupo asturiano de Tercera División. Nosotros estuvimos siete temporadas y era la sensación de ser como el circo. Llegaba el Castellón a un pueblo y la gente de allí iba a verlo como si fuesen a ver al hombre bala o a la mujer barbuda. Barrios no, pueblos muy cercanos sí. Borriol, por ejemplo. El Borriol nos metió un 4-0. Era como ciencia ficción. Luego jugábamos contra el Villarreal C. No el B, el C. Y nos ganaban, a veces.
[A diferencia del Real Oviedo, que pisó la Tercera División cuatro temporadas, divididas en dos etapas, el Castellón se atascó en la cuarta categoría del fútbol español y, al igual que el club carbayón, la desaparición esperaba a la vuelta de la esquina. El conjunto de Castalia jugó cinco promociones de ascenso en siete años: perdió cuatro y ascendió en la última, en 2018].
-Demasiadas penurias, ¿no?
-A todo el mundo le costó asumir que estabas ahí, a ese nivel. Y es que además coleccionamos un catálogo de desgracias en los playoffs, de perder las eliminatorias en el último minuto o en los penaltis. Todo esto nos daba un material literario muy bueno, pero a costa de jodernos la vida. No compensaba.
-Yo vi desde casa la eliminatoria contra el Gavà.
-Aquella fue la típica temporada de muchos impagos a la plantilla, nadie confiaba y el Castellón se metió en playoff en las últimas dos jornadas. Entró como tercero, casi de rebote, y pasó la primera eliminatoria ante la Peña Deportiva. Luego tocó el Málaga B de Ontiveros, En-Nesyri y compañía. Nosotros, con los delanteros lesionados y ellos tirando cuatro veces al palo, pasamos de milagro. En la última eliminatoria, con toda la afición convencida del ascenso y Castalia lleno, el Castellón ganaba 2-0 al cuarto de hora. El Gavà empató antes del descanso y la ida acabó 2-2.
-El Estadi la Bòbila, con la chimenea aquella a la altura del centro del campo.
-Fuimos a Gavà y en el primer tiempo nos ganaban 2-0. El Castellón empató de forma inverosímil, en la prórroga fallamos bastantes ocasiones y llegamos a los penaltis. Tuvimos uno para ascender, se falló y al final el Gavà ganó. 14 penaltis creo que se tiraron. Era la historia perfecta, pero con el peor final posible. Fue la mítica de salir del campo, irte al McDonald's para enviar la crónica y ya, de vuelta a Castellón, pensar en qué estaba haciendo con mi vida.
-Los años en la B hicieron que el oviedismo conociese cada bar de la Ruta de la Plata y la autovía del Cantábrico. ¿Y los orelluts?
-Nosotros tenemos la AP-7, la autovía del mediterráneo. Desde Torrevieja, que creo que fue el destino más al sur al que fui, hasta Castellón. Y los playoffs, claro, eso es otro mundo. El Eurovisión de los pobres. Sí comprobamos que los mejores bocatas de la restauración valenciana están en los campos de Tercera. Eso es lo único que echo de menos de la categoría.
-¿Cómo era Castalia aquellos años? En Oviedo se solía hablar siempre de la presión.
-Aquí pasaba en la afición y en la propia plantilla. Los jugadores que mejor han sabido manejar esa presión fueron los jugadores de la casa. Sabían qué pedía Castalia y cómo apretaba. Un estadio, por cierto, que siempre fue bastante caníbal. Venían jugadores de fuera, con un cartel superior, y les costaba manejar mucho todo ese ambiente. Castalia aprendió, porque siete años en Tercera dan para mucho, a ser más comprensiva con el error técnico.
-Aprendió a exigir solo el esfuerzo.
-Correcto. El esfuerzo era innegociable, pero si un tío centra y la tira fuera del estadio pues se comprende que está en Tercera. No se podía ser como se era cuando el Castellón estaba en otras categorías.
[El Oviedo volvió a pisar el fútbol profesional en 2015. Siete años después de caer a Tercera División, el Castellón regresó a Segunda B en 2018 tras vencer al Portugalete en la tercera eliminatoria. En la siguiente temporada se salvó en la última jornada y, por fin, en la 19/20 y ya en un mundo con coronavirus, el conjunto orellut ganó por la mínima al Cornellà y ascendió a Segunda División en La Rosaleda].
-No sé qué pasará cuando el Oviedo vuelva a Primera, pero dudo que vaya a ser más especial para el oviedismo que el ascenso en Cádiz.
-Puede ser. Yo disfruté más el de Tercera a Segunda B que el de la temporada pasada. Primero porque en este último no había gente en los estadios y fue muy raro. Luego porque tras siete años tenía la sensación de que había condicionado mi vida siguiendo al Castellón. Desde el 2011 cubrí todo el paso por Tercera. En el ascenso sentí que todo tuvo sentido y que había merecido la pena. La culminación de que mi vida tenía sentido, básicamente [risas].
Y luego que sin ese ascenso igual no había más, porque la supervivencia del club en Tercera era cuestionable. Fue el ascenso más especial, seguro. Puede ganar el Castellón la Champions, como hice yo en el Manager, pero sé que sin ese ascenso no pasaría nada de lo que tenga que pasar después.
-El ascenso del año pasado no lo viviste como periodista deportivo.
-No. Cerraron el periódico donde trabajaba y en el actual, el Mediterráneo, soy periodista de política municipal y economía. Ya no cubro el día a día del club. Sí que escribí algún artículo de opinión, pero ya no es lo mismo. Y aprendí a disfrutar de esa manera. Siempre había dicho que me gustaría ser el típico abuelo que estuvo 40 años escribiendo sobre el Castellón. No quería otra cosa. Pero ahora he descubierto que cubrir a tu equipo, emocionalmente, es un desgaste muy grande. Y más cuando el club lo ha pasado tan mal. No puedes desconectar. A mí me salvó que a mi mujer no le gusta el fútbol, porque en el trabajo y con los amigos siempre era lo mismo.
-Un cambio radical.
-Ahora he descubierto eso de disfrutar de un domingo, porque como bien sabes los de deportes trabajamos los fines de semana. He descubierto estar en el sofá, tirado en pijama, disfrutando del fútbol, del golf, del ciclismo… Mi objetivo vital es ser jubilado y eso se parece mucho a la vida de jubilado.
-El regreso al fútbol profesional, sin público y en medio de una pandemia.
-Fue muy extraño, parecía una cosa irreal. Ya no solo por la puerta cerrada, también por los meses anteriores: el confinamiento, la suspensión de la temporada, las dudas sobre el formato… Todo muy raro. Llegó el momento y me costó ponerme nervioso. El día de la final con el Logroñés, cuando íbamos 1-0 y nos empatan, dije “hostia, que nos estamos jugando un ascenso”. Y perdimos en penaltis. No fui consciente de lo que tenía hasta que lo perdí. Menos mal que luego, a la tercera, lo conseguimos.
-Muchos reencuentros en el fútbol profesional, ¿no? No solo con el Oviedo.
-Hay mucha ilusión, evidentemente. Pasas de jugar contra el Recambios Colón a jugar contra el Espanyol, Oviedo, Zaragoza, Sporting… También te das cuenta de cómo ha cambiado el fútbol, porque hay chavales que este agosto decían “ostras, vamos a jugar contra el Leganés”. Y claro, te ponías a pensar y para ellos es así.
-50 minutos después, hablemos del partido del domingo. ¿Cómo lo ves?
-Pues he visto algo al Oviedo, básicamente porque tengo a Nieto y Tejera en el Biwenger. Les echo un ojo siempre. El Castellón es un equipo apañado, trabajado y que trata bien la pelota. Todos los partidos que perdimos fueron por la mínima, pero en las áreas estamos pecando de pardillos. Arriba nos falta picorcito, gente que genere sus propias ocasiones. Vamos al Tartiere sin Marc Mateu, que estaba siendo nuestro mejor jugador. Tenemos cinco delanteros y de momento ninguno termina de cuajar.
-Delanteros tenéis a Juanto Ortuño -el hermano de Alfredo-, Cubillas y Zlatanovic, entre otros.
-Zlatanovic marcó en su primer partido, pero desaprovechó la oportunidad de retirarse entonces en lo más alto y abrir una frutería en Castellón. Dentro de 50 años la gente recordaría al mítico jugador serbio que marcó un gol, se retiró y abrió una frutería. Ahora, el otro camino para ser leyenda es larguísimo e improbable. De momento no ha vuelto a marcar.