La victoria ante el Extremadura dejó una significativa celebración en el Real Oviedo
09 mar 2020 . Actualizado a las 11:52 h.El Francisco de la Hera fue testigo de la versión más pasional del cuerpo técnico del Real Oviedo. José Ángel Ziganda, que ya se soltó algo más ante el Tenerife, no paró de dar indicaciones a sus jugadores durante los 90 minutos. A su lado, el carismático Bingen Arostegi, siempre con la gorra puesta, también se levantaba para hablar con los futbolistas azules. En más de una ocasión, el cuarto árbitro se tuvo que acercar al banquillo carbayón para pedir tranquilidad.
Aunque por semana los discursos del Cuco y de los jugadores evitaban la palabra final, el duelo ante el Extremadura era algo más que tres puntos. Y eso se pudo ver tras el golazo de Marco Sangalli. Si en el 0-1 de Rodri la calma reinó en la zona técnica, el 'derechazo' del futbolista donostiarra desató la locura en el banquillo visitante.
El '8' carbayón corrió al banquillo y se formó una piña de casi 20 personas: los 10 jugadores de campo, Mossa, Saúl, Borja Sánchez y Lolo, que estaban calentando, Champagne, Ortuño y Grippo, ya sentados en el banquillo y, por supuesto, Ziganda y Arostegi. El técnico navarro, siempre pendiente de las correcciones, aprovechó esos segundos para dialogar con Christian Fernández. Lunin, agitando los brazos en su área, fue el único que no se unió al abrazo colectivo.
Tras el despido de Javi Rozada, el segundo de un técnico azul en cinco meses, los focos apuntaban a la plantilla del Real Oviedo. La derrota en Lugo amagó con encender una mecha de derrotismo generalizado, pero ante el Tenerife se volvió a la vida. Los tres puntos de Almendralejo, y la actitud mostrada por los jugadores, demuestran que este equipo tiene argumentos para sobrevivir.