El paso de la dana por un barrio humilde: «Salvamos dos cuadros de la Virgen y las gafas del niño»

Carlos Peralta
Carlos Peralta LA VOZ EN VALENCIA

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Carlos Peralta

La zona del Raval en Algemesí fue la más afectada por la dana en todo el pueblo

15 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de mucho buscar, Consuelo Jiménez, vecina de Algemesí, dio por fin con el coche de segunda mano idóneo. Lo aparcó enfrente de su casa, en la avenida de Carlet, y a las tres horas la riada se lo llevó por delante. El agua tampoco tuvo la más mínima clemencia con el estupendo mueble empotrado que Amparo Torner había colocado en su salón, después de estar atenta para cazar una buena oferta de una conocida marca. Pero ni su casa, ni la de Consuelo, ni siquiera la sede de esta compañía de enseres (Alfafar) se han librado del devastador efecto de la dana.

Sin la ayuda de Amparo es imposible intuir la composición de su casa, mezclada ahora sin tabiques con la de sus vecinos. Su bolso descansa seguramente en una montaña de fango en lo que era su cocina. No le dio tiempo a cogerlo el martes. Su calle sirve de margen del Magro, un río habitualmente seco que se da por finalizado casi en esta vía, antes de unirse con el Júcar. Pero ya la mañana del martes amenazaba con desbordarse, expulsando bocanadas leves de agua a la acera. Amparo, su hijo y su nuera se apresuraron a meterse en el coche y salir a toda velocidad.

Algemesí es tierra de llauradors, labradores en castellano. Y lo lucen con orgullo. En la avenida Carlet muchos viven de la naranja. La propia Amparo se ha dedicado toda su vida a este fruto en Algemesí, combinándolo con temporadas en Francia para las campañas de vino y espárragos. Una vida marcada por la distancia, en la que se ha perdido las primeras palabras de sus hijos. «Quería reformar toda la vivienda para que mi hijo, que se casa, saliera guapo de allí», cuenta mientras contempla la lámpara de la entrada, de estilo clásico e intacta, ajena a todo este desastre. «Quise modernizar la casa, pero esa lámpara no. Me gusta mucho», relata.

Amparo muestra el esqueleto de su hogar junto a Isabel Simón. Su cuñado, que falleció el mes pasado, vivía muy cerca. En un acto de infinita sinceridad y buena fe, se alegra de que su vecino se haya ido de este mundo antes de que todo esto pasase. «Isabel, que vean todo esto. Que sepan lo que nos ha pasado. Que sepan la verdad», le dice Amparo antes de mostrar su vivienda. Fue la última visita. Poco después llegó un perito a valorar los daños y precintó la casa.

«El cuadro de mi padre, pintado a mano, fue de lo poco que pude salvar. Al menos tengo a mi padre», nos cuenta Amparo, enlazando un destino común con Pepe y María Dolores. «Solo salvamos dos cuadros de la virgen [de los Desamparados, muy venerada en Valencia] y las gafas del niño», cuenta esta vecina. Su sueldo, de unos 600 euros, como personal de limpieza es el único sustento de la unidad familiar. Su marido, que sufrió un problema cardíaco recientemente y es albañil, todavía no puede trabajar. Las mencionadas gafas son de su hijo, que tiene problemas de visión en un ojo. Las compraron hace poco más de un mes, por lo que fue un mínimo consuelo verlas sobresalir entre el fango. Vienen de un punto de recogida junto al río Magro. Iban a por pañales y productos de higiene. Su planta baja quedó totalmente anegada, aunque un vecino solidario ya ha construido de nuevo las paredes que les derribó la riada. Sigue al descubierto, en cambio, la guardería y el colegio infantil. Los niños salieron de clase apenas media hora antes de que el agua del Magro inundara todo el barrio. María Dolores pudo darle más uso a su coche que Consuelo. El suyo, como tantos otros, quedó inutilizable, sumergido en un garaje. Le quedaban 400 euros para pagarlo.

Sin colegio, los niños corren divertidos a la furgoneta de una oenegé. Les sigue una mujer, cámara en mano, que les hace fotos antes de repartirles chucherías. Basta girar a la derecha para ver a una madre sentada en una silla junto a su hija pequeña, que contempla a los bomberos trabajar, con las manos en los bolsillos de su albornoz rosa. Tres chicas de Elche darán con ella muy pronto y le darán una sorpresa. Llevan fruta fresca y juguetes para todos.

Vicente Ferrero sigue en su casa. Tuvo algo más de suerte que sus vecinos ya que mantiene muchas de las paredes. Entra en ella cargado con un somier. Advierte a Consuelo de que los reparten en una nave próxima. Ahora su hermano y él podrán dormir mejor en la primera planta que construyeron en la parte trasera de la vivienda. Allí convivirán provisionalmente con sus pollitos. Fue en lo primero en lo que pensaron cuando el Magro se desbordó.

Zonas con menos ingresos

El barrio del Raval es una de las zonas con menos ingresos de toda la Comunidad Valenciana. Su integración con el resto del municipio es un deber histórico pendiente. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), esta zona cuenta con una renta por hogar de 20.042, en la horquilla de las más bajas del país. A poca distancia, en dos zonas del centro de Algemesí, la renta se dobla hasta los 41.000. Además, la ministra de Inclusión Social, Elma Saiz, aseguró que más de 89.000 personas que reciben el Ingreso Mínimo Vital en la Comunidad Valenciana están en las zonas afectadas.

El barrio sufrió mucho más los efectos de la dana que el resto de Algemesí. De hecho, según relatan varios residentes, el miércoles 30 de octubre se vivieron momentos de verdadera tensión por el reparto de las primeros alimentos y productos de primera necesidad que llegaron al Raval. Todavía hay calles en las que el fango le llega a los peatones hasta el tobillo. De ahí que esta semana se hayan redoblado los esfuerzos de voluntarios y profesionales para adecentar lo antes posible esta zona.