Los rehenes un año después del 7 de octubre: «Mi tía cierra los ojos y, mentalmente, sigue secuestrada en Gaza»

Pablo Medina MADRID / LA VOZ

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Tal Wax junto al cartel de su tío, Keith Samuel Siegel, en un evento.
Tal Wax junto al cartel de su tío, Keith Samuel Siegel, en un evento.

Tal Wax, residente en Tel Aviv y criada en Sevilla, sigue luchando un año después para que su tío, Keith Samuel Siegel, sea liberado de las manos de Hamás

07 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Tal Wax, médico nacida en Tel Aviv y criada en Sevilla de 29 años, lleva 365 días esperando a que su tío, Keith Samuel Siegel, sea liberado de Gaza. Su tía Aviva fue intercambiada en el único alto el fuego de la guerra entre noviembre y diciembre del año pasado. Con la guerra expandida al Líbano, la impaciencia se acrecienta. «Es un evento muy traumático lo que nos ha tocado vivir. Era impensable que sucediera el 7 de octubre. Cuando pasamos la fase de shock, pensamos que iba a ser cuestión de semanas. ¿Cuánto tiempo iban a poder estar unos civiles en Gaza que estaban simplemente yendo a trabajar o de fiesta en manos de un grupo terrorista?», recuerda desde Tel Aviv, donde continúa con su residencia en el hospital Beil Linson de Petah Tikva, cercano a la capital. «Nunca pensamos que pudiera durar tanto. Que estas personas sigan siendo violadas, torturadas y con hambre después de 12 meses…», asegura. La agonía, un año después, no ha desaparecido.

—¿En qué circunstancias le sorprendió el ataque del 7 de octubre?

—Yo estaba en mi casa en Tel Aviv. A las 6:30 nos despertamos con sirenas de la nada. Al principio me costó entender lo que estaba pasando. Fuimos rápido al búnker de mi edificio y le escribí un mensaje a mis tíos Aviva y Keith, que viven en Kfar Aza, cerca de la frontera con Gaza. Era raro, porque normalmente los ataques vienen de Gaza, no desde el Líbano, así que automáticamente quise hablar con ellos. Me respondieron al instante y me dijeron que estaban encerrados en la habitación segura de su casa, que estaban bien y que no nos preocupáramos. Vimos en las noticias que en el sur no cesaban las alarmas y ya a las 8 de la mañana empezaron a salir las imágenes de terroristas de Hamás dentro de Israel y las del Festival Nova. Empezamos a preocuparnos más, pero mis tíos seguían contestando. Nos dijeron que no lo harían tanto porque no tenían batería pero que estaban bien. A las 10:15 dejaron de contestar. Los mensajes no llegaban, pero todavía no se sabía demasiado. En el grupo de WhatsApp del kibutz decían de no usarlo tanto porque Hamás se había infiltrado. Mi primo, que vivía en otra parte del kibutz, me dijo que el Ejército ya había llegado a su casa y que había una batalla, tanques y terroristas. Al día siguiente, cuando rescataron a mi primo, él le dijo al Ejército que tenían que buscar a sus padres. Le dijeron: «No te preocupes, llegaremos». Pero cuando llegaron, nos llamaron para decir que habían entrado en la casa y que no había nadie. Que estaba todo revuelto, pero mis tíos no estaban. Más adelante se les vio en un vídeo publicado por Hamás. En la parte delantera de una camioneta iban dos terroristas, y ellos dos atrás con alguien en medio. Alrededor había mucha gente en motos y disparando. Ya habían pasado la frontera. Ahí se confirmó que no estuvieron desaparecidos, sino secuestrados. Volvimos a saber de ellos 51 días después porque mi tía Aviva salió de allí como parte del intercambio de prisioneros que hubo en noviembre.

Interior de una vivienda calcinada en el kibutz Kfar Aza tras los ataques del 7 de octubre.
Interior de una vivienda calcinada en el kibutz Kfar Aza tras los ataques del 7 de octubre. IDF

—¿Qué les contó del momento de los ataques?

—Nos dijo que les habían sacado de casa a punta de pistola, habían tirado a mi tío al suelo y le habían roto costillas, además de dispararle en la mano pero que no estaba grave. Desde entonces, no volvimos a saber nada de mi tío hasta finales de abril, cuando Hamás publicó un vídeo en el que se dirigía a nosotros, su familia, y nos dice que nos echa de menos y que no nos preocupemos porque está bien. Y que espera vernos pronto. Pero esto fue en abril y, desde entonces, no sabemos nada de él, ni siquiera de parte de otros rehenes que fueron liberados.

—¿En qué estado llegó su tía Aviva a casa?

—Volvió muy desnutrida y deshidratada. Pero aparte, físicamente no la habían tocado, al menos recientemente. Al principio sí pasaron cosas, pero que en ese momento estaba bien. Pero cuando llegó lo primero que nos dijo fue: «No os preocupéis porque me han dicho los de Hamás que a Keith lo liberan pasado mañana. Cuando me iban a soltar, les dije que a los dos, pero insistieron en que a él lo liberaban pasado mañana». Mi tía volvió pensando que su marido llegaba en dos días, pero no ha pasado. Ahora ella lo único que hace es luchar para que vuelva mi tío y los otros cien rehenes y no ha tenido un momento para respirar. Mi tía sigue en Gaza. Cierra los ojos y [mentalmente] está allí.

—¿Quién les da información del avance de las negociaciones?

—Cada familia tiene asignado a una persona de Inteligencia y otra persona del Shin Bet [la Inteligencia interna de Israel]. Al principio tenían más novedades que contarnos, pero últimamente es que… los últimos intentos de acuerdo no han tenido fruto por hache o por be. No me gustaría estar en el papel de nadie que tenga que firmar un acuerdo porque son decisiones muy difíciles. Pero estamos hablando de civiles que tienen que volver a casa, y tiene que pasar ahora. Tampoco hay que olvidar que quien está al otro lado de la mesa es un grupo terrorista que entró el 7 de octubre con la intención de matar, violar y secuestrar. Pienso que hay que firmar un acuerdo y hay que firmarlo ya, que se puede hacer y que es lo único que puede traer la paz. La paz solo puede llegar si vuelven todos los rehenes.

Una casa destruida en el kibutz de Kfar Aza tras los ataques del 7 de octubre.
Una casa destruida en el kibutz de Kfar Aza tras los ataques del 7 de octubre. IDF

—¿Cree que Netanyahu está haciendo el esfuerzo que debe para traer de vuelta a los rehenes?

—Espero que esté haciendo lo máximo para hacer que mi tío vuelva a casa. El problema es que también hay una guerra en el norte [con Hezbolá] desde el 8 de octubre. Los residentes del norte también están bajo un ataque constante. Todos los días lanzan cohetes y esas personas también necesitan volver a sus casas. Pero hay que seguir hablando de los rehenes. Voy a poder decir que el Gobierno lo ha hecho bien o no cuando estén todos en casa. Mi tío no está y hay cien familias esperando. Se podrá felicitar a Netanyahu si vuelven. Tampoco se sabe qué ocurre a puerta cerrada. Lo último que he leído es que [Yahya] Sinwar [líder de Hamás] es quien se opone a un alto el fuego. Al final estamos hablando de apoyo o no apoyo de otros grupos a Hamás. El ataque de Irán influye, pero cada vez que pasa algo con un ataque que no venga de Hamás puede afectar a la situación de los rehenes. El asesinato de Hasán Nasralá e Ismail Haniya puede afectarles y seguramente lo hagan. Estamos hablando de rehenes que son torturados por cualquier razón. Cualquier testimonio de los rehenes puede corroborarlo. Para los terroristas, la vida humana no tiene valor. Cuando sabían que el Ejército de Israel estaba cerca, mataron a seis rehenes. Siempre hemos pedido una solución diplomática. Por eso pedimos un acuerdo apoyado por los gobiernos de EE.UU. y Catar, para que los rehenes salgan con vida.

—¿Hace falta también un esfuerzo para zanjar la cuestión palestina en forma de Estado o de otra forma?

—A mí me da igual que haya un Estado, dos o cinco. Yo quiero que mi tío vuelva a casa. Y cuando vuelvan todos, podemos empezar a plantear un futuro. Sin su vuelta, es imposible construir un futuro mejor para nosotros y para ellos. Para que se pueda empezar a plantear cómo mejorar esta situación, hay que firmar un acuerdo.