La UE activa la defensa frente a los bulos de Rusia para interferir en las elecciones europeas
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La inteligencia belga detecta redes de apoyo económico a candidatos prorrusos, y las instituciones europeas ya cuentan con unidades antipropaganda
13 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Europa se prepara para defenderse de una oleada de ataques rusos que, utilizando como arma la desinformación, tienen como objetivo influir en el proceso electoral que se celebrará en los veintisiete países miembros entre el 6 y el 9 de junio. Aunque la injerencia rusa está presente desde hace años y se reactivó con la invasión de Ucrania, los resortes desinformativos que controla el Kremlin suelen tener su escenario ideal en convocatorias electorales de resonancia global, con la intención de promocionar opciones políticas extremistas que simpatizan con Rusia o simplemente desestabilizar generando dudas sobre el proceso electoral. Aunque el objetivo último es tratar de debilitar el apoyo militar europeo a Ucrania.
El alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, declaró esta semana que está seguro de que Rusia tratará de interferir en las elecciones al Parlamento Europeo y tildó de «despreciable e ilegal» que hayan intentado pagar a políticos europeos para que diseminen su propaganda, una cuestión que ya está investigando la Eurocámara y que podría afectar a varios eurodiputados checos. Ayer, sin embargo, la amenaza tomó cuerpo con las revelaciones del primer ministro de Bélgica, Alexánder de Croo, que detalló que sus servicios secretos han detectado redes prorrusas con esa intención en varios países. «Según nuestros servicios de inteligencia, los objetivos de Moscú son muy claros. Se trata de ayudar para que sean elegidos más candidatos prorrusos», informó De Croo.
Ante este contexto de guerra propagandística, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE abordarán este asunto por primera vez en la cumbre que celebrarán la próxima semana en Bruselas. Las instituciones europeas se han tomado en serio la lucha contra la desinformación, sobre todo después del brexit, una referencia sobre cómo manipular a la opinión pública para conseguir un objetivo político. «El brexit es el resultado de la desinformación», constatan fuentes de la UE que vivieron muy de cerca el proceso, brindaron su ayuda experta al Gobierno británico, que este rechazó alegando que podía combatirla con sus propios medios.
Ahora todas las miradas se dirigen a Rusia y la injerencia del Kremlin en el proceso electoral europeo en el contexto de la guerra de Ucrania y del apoyo sin tregua de la UE a la resistencia frente a la invasión. «Nadie tiene la solución para evitar la injerencia extranjera a través de la desinformación. Quien la tenga que levante la mano», ironizan.
Más regulación
Lo único que se puede hacer es evitar sus efectos, reconducir sus tentáculos de manipulación a través de noticias falsas, especialmente en el entorno digital, el magma contemporáneo en el que las mentiras se multiplican ad infinitum gracias a la viralidad. De ahí que uno de los primeros objetivos fuera buscar el apoyo de las plataformas que controlan las redes sociales y los servicios de mensajería. Primero se hizo a través de la autorregulación. «Pero hace tiempo que nos dimos cuenta de que eso no era suficiente», reconocen en las instituciones comunitarias. De ahí que se buscara la estrategia de defensa a través de la regulación, en especial con la Directiva de Servicios Digitales (DSA), en vigor desde febrero, pero que ya está contagiando al resto del mundo «por simple comodidad de las empresas», que prefieren tener un único modelo para moderar las noticias que se publican con ánimo de manipular a la opinión pública.
Esta normativa, que contempla fuertes sanciones, debe combatir las noticias falsas y la propaganda, pero siempre respetando la libertad de expresión, una de las señas de identidad del espacio europeo. A menudo hay una delgada línea de separación entre la desinformación y el derecho a la libre opinión, por lo que no es una tarea fácil. Las sanciones pueden suponer hasta el 6 % del volumen de negocio de las plataformas que tienen más de 45 millones de usuarios. En paralelo, la Administración comunitaria se ha propuesto aumentar la protección de los periodistas y medios de comunicación serios a través del Media Freedom Act. «La desinformación ocupa el terreno que abandona la información», señalan en Bruselas.
Grupos especializados
La Comisión, la Eurocámara y el servicio exterior ya cuentan con unidades especializadas que rastrean las noticias falsas para encontrar su origen, con expertos que están en contacto permanente con las nuevas experiencias periodísticas en el ámbito de la verificación, también las españolas.
De acuerdo con la información que proporcionan estos servicios, el balance del autocontrol que ejercen las plataformas digitales es desigual: se constata un descenso de fake news en Facebook, pero en X los resultados no son tan esperanzadores. Aunque la preocupación está en los canales de mensajería, especialmente en Telegram y WhatsApp. «Aquí la desinformación es difícil de parar, al estar encriptados. Se supone que las plataformas no pueden saber todo lo que sucede en estos canales», explican. TikTok y su relación con China son un capítulo aparte. Los funcionarios europeos tienen prohibido descargarlo en los móviles corporativos, pero eso no significa que renuncien a regularlo.
Ejemplos de desinformación que Bruselas intenta combatir
La desinformación se nutre de contenidos falsos que se difunden con intención de engañar o de obtener beneficios económicos o políticos causando un perjuicio público. Esta propaganda puede convertirse en lo que los expertos comunitarios denominan FIMI (foreign information manipulation and interference, manipulación e interferencia de información extranjera), es decir, la manipulación estratégica, coordinada e intencionada por parte de un agente extranjero como Rusia. En los últimos meses ha habido varios ejemplos, que se agravaron por la guerra de Ucrania. «La verdad a veces es muy aburrida», ironiza un miembro de los equipos de detección, que ya han desenmascarado 16.884 casos de desinformación.
Terrorismo
«Ucrania admite su responsabilidad en el atentado de Moscú». Es el más reciente, con el objetivo de reforzar la tesis inicial del Kremlin, ya muy debilitada, de que el Gobierno ucraniano estuvo detrás del ataque que causó 143 muertos en un centro comercial de Moscú y que fue reivindicado por el Estado Islámico.
Soberanía
«Los países integrados en la UE no son independientes». Una narrativa recurrente para distorsionar el contenido de los tratados. Los medios prorrusos retratan a los países miembros como vasallos de un sistema burocratizado al que entregaron su soberanía, pese a que los Veintisiete aún preservan amplias competencias.
Espionaje
«La misión de la UE en Armenia solo sirve para espiar a Rusia». La misión comunitaria es estrictamente civil y su objetivo es aumentar la seguridad de la población en zonas de conflicto.
Interferencias
«Alemania interfirió en las elecciones rusas». Rusia suele acusar a otros países y a la UE de prácticas desinformativas como las suyas, pero sin aportar pruebas.
Armamento
«La UE llevará a la quiebra a sus ciudadanos». Rusia trata de sembrar la idea de que las políticas de armamento y de ayuda a Ucrania generarán una gran deuda que arruinará la economía europea.
Un proceso con varias fases que puede continuar después de los comicios
Las narrativas desestabilizadoras apadrinadas por Rusia cambian constantemente, pero hay unas fases de actuación que han sido estudiadas por los expertos de la UE. Un año antes de las elecciones comienza el bombardeo informativo con distintos puntos de vista, como las informaciones que azuzaron con argumentos falsos las protestas de los agricultores europeos frente a la política agraria común (PAC). En paralelo, se prodigan los mensajes para boicotear el proceso electoral mediante el voto nulo o la abstención. Más cerca ya de la cita electoral aparecen los ataques directos a ciertos candidatos y la promoción de los prorrusos, así como los mensajes negativos sobre el proceso electoral y los escrutinios, una estrategia de deslegitimación que continúa después de las elecciones.