Un escándalo de corrupción provoca la caída del primer ministro portugués António Costa
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La Justicia trata de esclarecer su papel en la concesión irregular de licencias para proyectos energéticos
08 nov 2023 . Actualizado a las 08:21 h.De una mayoría absoluta a una dimisión incontestable. El primer ministro portugués, António Costa, reconoció ayer que su «cargo de primer ministro no es compatible con cualquier sospecha sobre la integridad, buena conducta y, todavía menos, con la sospecha de práctica de cualquier hecho delictivo», y descartó cualquier posibilidad de volver a presentarse a unas elecciones. De sopetón, tras siete años en el cargo, se cierra uno de los mandatos más sólidos de la Unión Europea, y gracias al cual muchos situaban a Costa como posible sustituto de Charles Michel al frente del Consejo Europeo. Este giro de guion se produce casi dos años después de que los socialistas portugueses se hicieran inesperadamente con la mayoría absoluta; una legislatura que se fue oscureciendo por distintos escándalos internos del Gobierno.
El colofón de estos desórdenes en la gestión llegó a primera hora del martes, cuando la Fiscalía confirmó registros en la residencia oficial del primer ministro por sospechas de tráfico de influencias, corrupción y prevaricación en varios proyectos energéticos. Fueron detenidos un asesor, su jefe de gabinete y el alcalde de la localidad portuaria de Sines, entre otros.
El caso siguió ramificándose hasta la imputación de dos ministros (el de Infraestructuras, João Galamba, y el de Medioambiente, Duarte Cordeiro) y un exministro (el de Medioambiente, João Pedro Matos Fernandes) en el marco de unas investigaciones que comenzaron en el 2019 por la adjudicación para la explotación del proyecto H2Sines, que acabó siendo descartado. Las pesquisas acabaron también atañendo a dos minas de litio en el norte de Portugal: Covas do Barroso y Montalegre, al norte del país, a pocos kilómetros de la frontera con Galicia y con una evaluación de impacto ambiental más que discutida por los grupos ecologistas y los vecinos.
Sucesión de reuniones
Cuando el periódico Público sacó a la luz el escándalo, que hizo temblar a todo el país sin previo aviso, António Costa estaba reunido con el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa. Poco después, la RTP informó que la fiscala general de la República, Lucília Gago, fue llamada al palacio presidencial, donde habló con Marcelo hasta mediodía. Ambos líderes cancelaron sus agendas y, a continuación, Costa regresó para presentar su renuncia, que el jefe de Estado aceptó.
Legalmente, el primer ministro solo está obligado a dimitir en caso de ser acusado definitivamente. «Cierro esta etapa con la conciencia tranquila», dijo Costa ante los medios, ofreciendo su colaboración a la Justicia para avanzar con las investigaciones. «Debo asegurarme» de que los ciudadanos «tengan total confianza en quien ejerce la función de primer ministro».
En ese sentido, Costa aseguró desconocer que estaba siendo investigado, algo que supo a través de un comunicado de la Procuraduría Geral da República (Fiscalía), y expresó su orgullo por que las autoridades nunca hayan dispuesto de tantos «medios como ahora para combatir la corrupción y criminalidad económica y financiera».
Tras aceptar la dimisión, el presidente de la República debe decidir si elige a un nuevo primera ministro o convoca elecciones. La confrontación entre Costa y Rebelo de Sousa es palpable desde marzo, a raíz de los escándalos en torno a la gestión de la aerolínea TAP, rescatada por el Estado, que hicieron dimitir a varios consejeros de Estado y al ya exministro de infraestructuras, Pedro Nuno Santos. Precisamente, el sucesor de Nuno Santos, João Galamba, fue una de las figuras más polémicas desde su nombramiento. Costa lo mantuvo en el cargo tras un duro pulso político con De Sousa, y que todavía enfrenta a ambos. Ahora, es uno de los principales sospechosos de las irregularidades.