Violencia irrefrenable en Cisjordania: «Vienen todos los días como monstruos a matarnos»

Pablo Medina BELÉN / ENVIADO ESPECIAL

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Funeral de Hussein Yousef en el campo de refugiados de Deisheh, en Belén.
Funeral de Hussein Yousef en el campo de refugiados de Deisheh, en Belén. Pablo Medina

El asesinato de un joven en el campo de refugiados de Deisheh congrega a toda la comunidad en protesta contra el Ejército

07 dic 2023 . Actualizado a las 19:49 h.

Los ocho mil habitantes del campo de refugiados de Deisheh se amontonan en torno a una pequeña casa cercana a la carretera 60 de Belén. En su interior, una familia despide a Huseín Yousef, un joven de 25 años que fue abatido durante una incursión militar israelí el pasado domingo. El joven se encontraba reponiendo un bidón de agua en su azotea. Oyó ruidos, se asomó, y una bala le atravesó del cuello a la cabeza. Su familia lo encontró horas después. La ciudad ha echado las persianas para solidarizarse con ellos. Todo está cerrado en honor al muerto.

El funeral congrega a cientos de personas que, en un instante, mezclan la tristeza del sepelio con cánticos a favor de la resistencia palestina. Huseín, un «buen trabajador comprometido con su familia», según su jefe, es un shahid, un mártir, y como tal se le entierra con honores envuelto en una bandera de Al Fatah, el partido que gobierna en Cisjordania, y ponen sobre su cabeza una kufiya, símbolo de la lucha del pueblo palestino. «¡Morir es mejor que la esclavitud! ¡Estamos juntos, estamos unidos! ¡Alá es grande!», retumba en las estrechas calles. La madre y la abuela de Huseín no pueden caminar y se quedan en un coche abatidas de dolor.

La angustia y la muerte se han convertido en la realidad del día a día de los palestinos de Cisjordania, que ya han visto a 122 de los suyos morir tras el inicio de la guerra contra Hamás. En los últimos dos días, han muerto seis, incluido un joven de 23 años asesinado en Yatta. «Están locos, vienen como monstruos matando a nuestros vecinos todos los días, no hay humanidad», comenta Umm Mohamed. La anciana, en representación de otras mujeres, se hace portavoz de la impotencia de las palestinas ante las incursiones israelíes en el campamento. «Cada vez que nos acostamos, lo hacemos con el miedo de si oiremos disparos. Mis hijos me preguntaron el domingo si los judíos vendrían otra vez», comenta otra mujer.

Muertos, heridos y política

Para los palestinos, los muertos no son de una familia, sino de toda la comunidad. Por ello, en sus funerales se reúnen personas de todas las edades. Incluso los niños portan banderas de Al Fatah, de la FLPL (rama de izquierdas de la OLP) y del Líbano, que son más seguras de mostrar que las de Hezbolá. A la llegada de un coche, se lanzan a asaltarlo. Un hombre les lleva pendones para defender la causa. Los funerales son una tómbola de mártires que cada facción política desea apropiarse para reforzar su poder. Pero los menores palestinos solo son conscientes de su futuro y no de a quién defienden. «Sácanos una foto antes de que nos maten», pide uno de ellos. Se han acostumbrado a pensar que es lo normal.

Frente a la mezquita de Al Huseín se juntan todos para presentar sus respetos y para rezar. Hay multitud de heridos con muletas o a los que les cuesta caminar. Son supervivientes, las balas les impactaron en una pierna. Uno de ellos, Said, muestra fotografías de la operación a la que lo sometieron. Le abrieron el muslo y perdió parte de la musculatura y del nervio. Fue herido tras llevar dos cadáveres al hospital mientras trabajaba en su panadería de madrugada. «Nunca se va a acabar, no tenemos esperanza», afirma.

Niños palestinos en Belén
Niños palestinos en Belén Pablo Medina

Pero quien sí la tiene es el proveedor de banderas, que como todos los presentes, asume que su lucha es por la supervivencia. «Por mucho que nos maten, por muchas familias que destrocen, no nos doblegarán. Esto no acabará, aunque nos aniquilen en Gaza», asegura. Símbolo de esa lucha es la cantidad de piedras que hay en las cercanías con las que intentaron echar a los militares israelíes y las múltiples caras de Yaser Arafat imprimidas en los alrededores junto con las pintadas que representan a otros inocentes muertos a manos de Israel.

El cercano cementerio de Irtas es el lugar de descanso escogido para Huseín Yousef. «Los mártires viven entre nosotros», anuncia un grafiti cercano al camposanto musulmán reservado para los shahid. Mientras la familia procede a depositar el cadáver en su tumba, pasan por debajo de las banderas de varios simpatizantes de Hamás. Adolescentes inconscientes a los que nadie hace caso. Ni dicen nada ni se inmutan. A los pocos minutos se van. Pero el resto se quedan: la supervivencia y la resiliencia no están en sus cabezas en forma de lucha armada, sino en la vida cotidiana. Pan, familia y prosperidad en su tierra para poder vivir en paz.