La nueva vida de miles de marroquíes: aldeas de plástico y la amenaza del invierno
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Las víctimas del seísmo quieren regresar cuanto antes a sus hogares
16 sep 2023 . Actualizado a las 09:18 h.A partir de Amizmiz —una de las puertas del Alto Atlas— y rumbo al sur las plazas de pueblos y aldeas, las laderas vacías, los prados colindantes con localidades y barrios, incluso los espacios robados a las orillas de las carreteras se han convertido en alojamientos improvisados en los que se levantan miles de tiendas de campaña.
Desde las zigzagueantes carreteras y pistas forestales que comunican algunas de estas poblaciones, como Anerni o Imi N’Tala, se distinguen por todas partes los campamentos amarillos: aldeas de plástico donde los lugareños intentan superar la tragedia y adaptarse a las nuevas circunstancias.
A unos 40 kilómetros al este de Amizmiz, la localidad de Asni —cercana al monte Tubqal, cima del norte de África— acoge un gran campamento construido por el Ministerio del Interior, adyacente al hospital de campaña del Ejército marroquí. Fuera se salpican más jaimas que las autoridades han ido entregando a los vecinos, no muy lejos de los escombros de sus casas.
«Dios lo ha querido así», se resigna Naima, de 51 años y enferma de cáncer, a la agencia Efe. Lleva desde el lunes realojada en un campamento de la parte alta de Amizmiz, junto a la familia de su hija y tres de sus nietos, pero insiste en que lo ha perdido todo. El suelo de la pequeña tienda está cubierto por mantas y en las esquinas se amontonan más cobertores, botellas de plástico vacías, una escoba, un pequeño hornillo y, por supuesto, la tetera (imprescindible en cualquier hogar marroquí). No tienen comida, ni leche para los niños, ni tampoco un lugar donde lavarse. Tienen los pies llenos de polvo.
Los habitantes de los pueblos entre las montañas bajan hasta Asni para buscar ayuda y vender manzanas. Muchos apenas duermen. les preocupa haberse quedado sin casa cuando se avecina la nieve. «Si llueve, la harina se convertirá en una masa y el azúcar se disolverá. No tengo dónde almacenar todo esto», lamenta Mohamed Ait Haj, habitante del pueblo Tizi Oussem, que ha caminado 30 kilómetros hasta Asni.
«No nos oponemos a la voluntad de Alá, no nos oponemos a esta catástrofe», explica mientras ayuda a una anciana a llevar unos sacos. «Lo único que pedimos es que nos ayuden a construir nuestras casas. No podemos dejar nuestros pueblos». Yasim, Lamia y Naima también les temen a la lluvia y al invierno, y, como Mohamed, tienen puestas todas sus esperanzas en regresar lo antes posible a sus hogares.