Hijo del terremoto: un pequeño oasis de esperanza en las faldas del Atlas

Mikel Ayestaran AMIZMIZ / COLPISA

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Mohamed, sujetando a su hijo, Imran, nacido horas después del terremoto en Marruecos.
Mohamed, sujetando a su hijo, Imran, nacido horas después del terremoto en Marruecos. MIKEL AYESTARAN | COLPISA

En medio de la desolación y la muerte, Imran, un bebé nacido la noche del temblor, es la ilusión y la vida

15 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La noche del terremoto, Malika sintió las primeras contracciones. Tuvieron que salir de casa con lo puesto y no pudieron volver a entrar. Cuando llegaron las ambulancias la evacuaron a Marrakech, donde pocas horas después dio a luz a Imran. En medio de la desolación y la muerte, este pequeño de cuatro kilos es la esperanza y la vida. Viven en una tienda de plástico en uno de los campos improvisados levantados en Amizmiz. Es un horno bajo el sol del Atlas, que pronto será un frigorífico en cuanto bajen las temperaturas. Malika se recupera de la cesárea y apenas se levanta de su colchoneta. Un médico debía acudir a realizarle la cura pertinente, pero nadie ha aparecido.

El cuarto hijo de este matrimonio ha llegado tras el mayor terremoto que ha sufrido Marruecos en el último siglo y su padre, Mohamed, dice que espera que sea «médico, juez o presidente del Gobierno, que sea feliz y tenga una larga vida». Él ha perdido su casa y su trabajo como panadero, «pero gracias a Alá estamos todos vivos y tenemos a Imran con nosotros, todo es voluntad de Alá», asegura, mientras se seca el sudor con un paño. Tienen una pequeña cuna, han recibido pañales y una olla exprés que han colocado dentro de la tienda. Malika necesita ir al servicio a menudo, pero en estos campos no hay servicios. El niño duerme y duerme bajo una sábana que se levanta cada vez que un vecino acude. Aquí nadie da el pésame, se viene a dar la enhorabuena a la familia.

«La tienda es un horno, pero el bebé está estupendo y la madre es una mujer dura», explica Sheimah el Bejjaji, enfermera catalana de origen marroquí que ha viajado al país a trabajar como voluntaria. La acompaña Beatriz Gutiérrez, enfermera de urgencias en Barcelona, quien ha aprovechado sus días libres en el trabajo para acudir a las faldas del Atlas y prestar ayuda a quienes más lo necesitan. Las dos enfermeras, en compañía de más voluntarios llegados de Francia, han montado un punto de atención sanitaria en el acceso al pueblo y su tienda se ha convertido en uno de los lugares más concurridos. «Muchos siguen en estado de shock y solo necesitan hablar, que les tomes la tensión, notar que alguien los escucha», explican.