Rewilding o por qué dejar el monte «a monte» puede prevenir los incendios forestales

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

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Anthony Cullen

Isabella Tree y Charles Burrell decidieron dejar que la naturaleza tomase el control en 1.400 hectáreas de cultivo y descubrieron las grandes ventajas que tiene la renaturalización o el asalvajamiento. Así es «Asilvestrados»

21 ago 2023 . Actualizado a las 18:43 h.

Al Knepp Oak, nacido en la Guerra de las Dos Rosas, apostado en la entrada del castillo del siglo XIX, le estaba costando mantenerse en pie. El roble se había convertido en la alegoría (todavía viviente) del agotamiento de una tierra que, a pesar de los esfuerzos, de la planificación y de las renovaciones técnicas, ya no podía seguir condenada al ciclo continuo de la producción agrícola intensiva. Así que con el nuevo milenio, Charles Burrell e Isabella Tree decidieron que la naturaleza tomase el mando del Knepp Castle Estate. Y dejaron de cultivar 1.400 hectáreas de terreno.

En el 2007, avistaron por primera vez tórtolas, cuyo canto había dejado de estar en la memoria sonora de las generaciones más jóvenes. Habían creado un espacio de resistencia a la extinción de la biodiversidad, que la periodista Isabella Tree cartografía con sumo detalle en Asilvestrados. El regreso de la naturaleza a nuestras tierras (Capitán Swing). «Muchas veces la gente dice que ha asilvestrado su jardín, que lo ha dejado así, sin hacer nada, y de hecho no es para nada eso», explica la autora desde Knepp. 

Lejos de la concepción clásica de la conservación —«sin ella habríamos perdido muchas más especies de las que ya han desaparecido»— asilvestrar (rewilding en inglés) es algo así como dejar a monte. Que quizá sea una de las soluciones para reducir los incendios forestales. Los grupos de rewilding tanto de España como de Portugal están explorando esta opción para los montes. Eso sí, no se trata de un crecimiento desordenado. «Lo más importante es la introducción de animales», aclara Tree. Porque esos animales son los que pastarían el matorral, que es lo que primero arde. Es decir, habría menos masa inflamable, y es más, el estiércol y la orina de los animales ayuda a restaurar el suelo. 

Aunque se han hecho grandes esfuerzos en los últimos 50 años, el arco de la biodiversidad está en decadencia, así que el conocido como rewilding permite que la naturaleza regrese e incluso llegue a lugares en los que nunca ha estado. Y eso no tiene nada que ver con dejar las cosas crecer. «Si dejas tu jardín asalvajarse en una zona templada de Europa los matorrales espinosos van a hacerse con el terreno. Harán sombra y no llegará el sol a la biodiversidad que hay debajo. No crece nada».

Así que el ser humano es necesario en el proceso, pero tiene que ponerse en la piel de la naturaleza. Pensar como ella. «En los jardines tenemos la tendencia a microgestionar, a ser muy minuciosos, muy detallistas, que todo esté muy ordenadito, pero la naturaleza es un lío, es un caos», explica Isabella Tree.

Se trata de impulsar de nuevo procesos naturales en terrenos que han sido cultivados y contaminados durante siglos. Isabella Tree pone el ejemplo de una zona en la que tenían césped, que requería de enormes cantidades de agua y de fertilizante. «Pensamos, ¿por qué estamos manteniendo este espacio tan hambriento de recursos en un mundo en decandencia, donde se pasa hambre?».

Así que lo taparon con 300 toneladas de ladrillo y cemento y crearon una zona con colinas y recovecos, con muy poca tierra, en las que plantaron plantas mediterráneas y del hemisferio sur, que requieren de muy poca agua. Sin riego y sin fertilizante han generado un espacio «que es muy bello y muy complejo».

Esa es otra de las claves, el concepto de belleza. «Tenemos que cambiar nuestra idea de qué es hermoso». Quizá sea hora de volver a no hace tanto tiempo, cuando en los parques de Londres se veían animales como vacas y ovejas pastando. Y sí, es posible crear ecosistemas funcionales en los parques de las ciudades y también en los jardines. Incluso en las macetas. 

«Todos debemos tener nuestro pequeño impacto», afirma Tree, incluso en nuestro propio jardín. «Es importante no estar removiendo la tierra continuamente porque eso emite carbono y hace que se seque». Plantar especies resistentes al calor y a la falta de agua genera una especie de microclima que contribuye a humidificar el terreno. «Ya está comprobado en las ciudades que cuantos más árboles hay, menos se incrementan las temperaturas y además, limpian el aire y atraen la humedad». Se puede poner en marcha un proceso de renaturalización a diferentes escalas. 

Asalvajar el minifundismo

Y diferentes escalas pueden acabar expadiendo la naturaleza mediante corredores verdes que conecten zonas renaturalizadas como Knepp con otros espacios protegidos. «Si lo logramos conseguiremos un tejido en el que se respetará mucho más la biodiversidad», afirma Isabella Tree. No hay que pensar en términos de oasis, dice la autora de Asilvestrados, porque todo tiene que estar conectado. 

Y sí, es posible también hacerlo en territorios, como el gallego, caracterizado por el minifundismo. «Desde luego, ahora mismo estamos hablando con pequeños propietarios de nuestros alrededores» dentro del proyecto de corredores verdes. Muchos están interesados en parte, porque todavía dedican sus tierras al cultivo y a la cría de ganado. Se trataría de ceder terreno para crear una especie de sendero con árboles y también para permitir que regresen páramos y los ríos fluyan de nuevo libremente. 

Isabella Tree cree que sería interesante que estos propietarios dispuestos a ceder parte de su terreno para que sea asilvestrado sean compensados de alguna manera, ya sea a través de créditos de carbono o verde. «Sería un incentivo».

Y además, existen en el Reino Unido experiencias de cooperativas de propietarios que, ante el abandono de la agricultura, se unen en experiencias de renaturalización que acaban atrayendo gente a través del ecoturismo y otras vías de aprovechamiento económico respetuoso con la naturaleza. 

Equilibrio. Esa es la palabra fundamental en todo este proceso de asalvajamiento. Haber eliminado el hábitat natural de especies como el jabalí o el oso hace que estas busquen nuevos lugares. Y las redes sociales están llenas de vídeos de jabalíes paseándose por el centro de las ciudades y de osos pasando el rato en los columpios de los patios.

Esos vídeos son una muestra más de que «vivimos en ecosistemas rotos» y un aviso de que hay que rehacerlo teniendo en cuenta que el ser humano debe considerarse el superdepredador. «Hablas de los jabalíes y son clave, porque se trata de uno de las mejores especies para los ecosistemas, porque con sus pisadas secuestran el carbono. Pero cierto, si hay demasiados es un desastre».

En aquellas zonas en las que se ha reintroducido el lobo, los jabatos son una de sus principales fuentes de alimento. «Si tenemos un problema de superpoblación de jabalíes en las ciudades, nosotros, la especie humana, tenemos que ser los lobos», afirma Isabella Tree. 

Si se piden batidas de jabalí porque hay superpoblación y también se piden batidas de lobo porque atacan al ganado, ¿se contribuye a quebrar todavía más el ecosistema?

«Es complicado, pero creo que es posible aprender a convivir de nuevo con los lobos». En Alemania hay actualmente unos 400 ejemplares y los ganaderos están aprendiendo cómo proteger a sus animales con mastines, con perros pastores e incluso con burros. «He estado en contacto con ganadeors de Portugal y Rumanía y están aprendiendo a vivir como hace 300 años, cuando se protegía de noche al ganado. En realidad, lo que necesitamos es cambiar el modo en el que vemos las cosas».

Y ese cambio pasa por aceptar que es imposible mantener un modelo agrícola extensivo como el actual y mantener los precios bajos. «Nuetros abuelos no comían carne tres veces a la semana y desde luego no lo hacían a un precio tan barato». 

La autoria de Asilvestrados cita un estudio que afirma que con reducir el consumo de carne un 15 % dejaría de ser necesario importar grano de Ucrania y de Rusia. «Eso se llama seguridad alimentaria».

La falta de biodiversidad acelera el cambio climático, que trae sequías que a su vez llevan a crisis en el sector primario, que estas semanas ve como se incrementan los precios del forraje y se hace difícil alimentar al ganado. «Y es que además no están diseñados para comer grano», tercia Tree, que añade que la avena y el trigo son de las plantas más avariciosas, son las que requieren más agua y fertilizantes.

«Cuando criamos animales, tienen que ser parte de un sistema agrícola regenerativo o parte de un proyecto de renaturalización». Existen sistemas. como el mob grazing, que permite descansar la tierra de pastoreo, lo que la convierte en «más sostenible y resiste mucho más, no se consume de la misma manera».