Objetivo Crimea: «Vamos a liberar todo nuestro país este verano»
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El teniente coronel Boris Riabuja quiere ser el primero en llegar a la península ocupada por Rusia en el 2014
14 dic 2022 . Actualizado a las 16:51 h.Es de noche. La nieve viste Járkov de blanco y las carreteras son casi impracticables. No hay luces ni en la ciudad ni en los exteriores. Los rusos han bombardeado una planta cercana y solo se aprecian tenues velas a través de las ventanas de los pisos de la ciudad. Para llegar hasta Boris Riabuja, teniente coronel y jefe de la defensa de Járkov, hay que coger el coche e intentar llegar a una instalación secreta para civiles y rusos con el riesgo de que el vehículo patine y se salga de la carretera. Pero una vez en el destino, hay de todo: luz, comida caliente, butano y televisión. Se han preparado bien para el invierno. «Empezamos a disponernos para estas condiciones en julio. No nos coge desprevenidos, pero sabíamos que iba a ser duro», narra Boris.
El joven oficial es veterano de la guerra del Donbás iniciada en el 2014 tras la anexión de Crimea por parte de la Rusia de Putin. Península de la que es natural y de la que sacó una bandera azul con el escudo de las fuerzas armadas que ahora cuelga de una de las paredes del edificio. «Me fui con esta bandera y esta será la primera que ondee cuando la liberemos. Era mi hogar, y el de muchos otros camaradas. Estoy deseando que nos manden allí», incide Boris mientras come.
Las fuerzas armadas de Ucrania se han propuesto como objetivo recuperar la península que sirvió de lugar de vacaciones para dirigentes de la URSS, desde Lenin a Gorbachov, además de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk. Y aunque los altos diplomáticos de Washington no han apoyado abiertamente la ayuda militar para la campaña por dichos territorios, la voluntad de este país está por encima de las condiciones de Estados Unidos, por mucho que dependan plenamente de su ayuda militar. De hecho, ayer ya se llevaron a cabo ataques sobre la ocupada Melitopol, que está considerada como la puerta de entrada a Crimea, cuyas playas ya empiezan a fortificarse, según el Instituto para el Estudio de la Guerra.
«Estoy seguro de que para el siguiente verano habremos liberado por completo nuestra patria. Putin está en una posición muy débil y ya lo estaba al comienzo de la invasión, porque no había un plan B. Se cree que nos da miedo cuando habla de armas nucleares. Pero mira: nos echamos a las carreteras, sabiendo que tenía esas armas, y vamos ganando», comenta el oficial con una sonrisa. A sus 34 años, mantiene un fervor patriótico inquebrantable. Su aspecto menudo engaña a la vista. Es tan fuerte por dentro como por fuera. La determinación de los oficiales y soldados ucranianos ha sido determinante en los últimos meses de guerra. Los rusos miran a su país para huir; los ucranianos, para avanzar.
Complicaciones en el avance
Entre platos calientes, Boris se queja de que la estrategia de Putin ha pasado de ser militar a ser prácticamente terrorista. «Parece que los rusos solo quieren acabar con la vida de los civiles, porque cuando atacan nuestra infraestructura energética, no nos afecta en absoluto. Nosotros administramos nuestra energía de forma autónoma, el Ejército no se beneficia de la energía que va a las ciudades o los pueblos. Es absurdo que hagan eso», clarifica, al tiempo que toma una cucharada de borsch que él mismo ha preparado.
Pero entre su amada Crimea y Járkov hay casi 700 kilómetros, unas 11 horas en coche, cubiertos de nieve, y el frente del este no termina de empujar desde Bajmut. El conflicto se ha atascado en esta localidad y la sureña Jersón. El invierno es complicado para ambos bandos, pero Boris reconoce que ellos están mejor que sus invasores. «Sé que los rusos creen que el invierno es su aliado. Y lo es. Fíjate, se están congelando en nuestros bosques. El invierno, la muerte y los rusos son muy amigos. Se les olvida que nosotros también combatimos a los alemanes en tiempos de la URSS en invierno. Nosotros conocemos nuestro país. Para creerse dueños de nuestra patria, conocen muy poco por dónde moverse cuando las carreteras se hielan», se enorgullece el teniente coronel.
El oficial Riabuja confía en el conocimiento que los ucranianos tienen de su tierra para acometer a Rusia con dureza. Es consciente de que las nevadas traen complicaciones para los combates, pero se lo toma a broma, como un desafío: «Siempre huyen. Son gallinas, así que será como cazar gallinas con obstáculos, todo un reto».
Las pruebas del General Invierno
Dos perros recogidos en los pueblos liberados acompañan al oficial Riabuja y a su unidad, que también aprovecha para comer y resguardarse del frío. Los animales están bien provistos de cuidados y alimento. El teniente coronel ha pensado en todo, y asegura que el Ejército se ha provisto de buen material para el invierno, así que no está preocupado por los resultados. «Estamos mejor preparados y espero más ataques ahora que cuando nos invadieron en febrero», señala Boris.
El militar dibuja el plan de sus hombres para avanzar en la campaña y sostiene que una parte clave es la logística. «Nos ocupamos de las carreteras para que los avances logísticos se realicen con más celeridad. Cuando liberamos zonas, mandamos a reparar las carreteras. Por ahí tiene que circular ayuda humanitaria, pero también nuestros carros y nuestros soldados. Es una prioridad para nosotros», subraya. No obstante, también señala que hay que desminar los caminos, para lo que se puede tardar un largo tiempo.
Los vehículos que recorrerán los caminos del país eslavo también cuentan con preparación para recorrer los caminos congelados de Ucrania. «Los preparamos estación por estación. Cambiamos los líquidos de freno, usamos combustibles especiales para el invierno y adaptamos las ruedas o las orugas de los tanques para evitar que se deslicen o se estanquen», señala Boris, a la par que aclara que también disponen de más y mejor ropa para el invierno que los rusos.
La invasión se les hace larga. Al lado de la bandera que sacó de Crimea, el oficial ha colgado dibujos que les mandaron los hijos de los soldados que pernoctan en este oculto lugar. Todos son recuerdos de una vida pasada y de un tiempo más clemente. Casi todos los niños allí representados muestran flores en sus manos y, de fondo, muestran granjas y campos de trigo con un brillante sol. Acariciando a uno de los cánidos y entre los recuerdos de su natal Crimea y la esperanza de los niños concluye su cena. Enciende un cigarrillo y se queda mirando las ilustraciones infantiles de la pared. «También tenemos que devolverles la vida y el futuro a ellos. Estos dibujos tienen que volver a ser una realidad en Ucrania», concluye Boris.