El coleccionista de cadáveres de Járkov: «Quiero traer a los nuestros a casa»

Pablo Medina JÁRKOV/LA VOZ

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Restos de un soldado ruso sin identificar recogidos por El Abogado a las afueras de Járkov.
Restos de un soldado ruso sin identificar recogidos por El Abogado a las afueras de Járkov. Pablo Medina

El Abogado está encargado de intercambiar muertos rusos por ucranianos

11 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Suena el teléfono. «Tenemos a un ruso, venid en cuanto podáis». El Abogado coge su furgoneta y se dirige a las afueras de Járkov. El destino, un bosque. Son las 16,30 y hay que aprovechar las últimas luces del día. En invierno hay menos horas de sol y es casi de noche. A la llegada, dos militares aguardan en el claro de una arboleda junto a un chaleco, unos pantalones, una chaqueta y un casco. Y huesos. «Aquí tenemos al de hoy», comenta. Es lo que queda del cadáver de un soldado ruso muerto durante la invasión de Ucrania. Los perros callejeros y los zorros se han dado un festín con él y queda poco que rescatar del invasor.

El Abogado lleva recogiendo los cuerpos inertes de sus enemigos desde el inicio de la invasión y se ha autoproclamado «el coleccionista de cadáveres» de Járkov. «Mi misión principal es traer a nuestros hombres a casa. Y este objetivo lo consigo trayendo los cadáveres de los rusos e intercambiándolos por otros ucranianos», aclara. Su vehículo está preparado para conservarlos y que la putrefacción no avance. En su interior lleva a siete. Ninguno, ni siquiera el de ahora, lleva identificación de ningún tipo. «Cotejamos el ADN para identificarlos. Los animales no suelen dejar mucho de ellos, como puedes ver», bromea el soldado.

Este soldado tiene un humor macabro. En el parachoques de su coche grabó su concedido título y su móvil está repleto de fotos y vídeos en los que levanta a muertos. «A este lo pillamos abriéndose una cerveza con el mechero», comenta riéndose con sus compañeros militares mientras reproduce un vídeo. Ninguno quiere dar datos de su identidad. Prefieren ser discretos.

«No siento nada por ellos»

«En esta tarea estoy yo solo, pero es mi problema buscar a gente que quiera excavar o conducir para poder llevar los cuerpos», narra El Abogado. Generalmente, escoge a civiles para cooperar en la localización de los soldados rusos que se corrompen a lo largo del noreste ucraniano.

«La gente que escojo para trabajar conmigo tiene diferentes perfiles. Algunos trabajan por dinero, otros solo quieren servir de transportistas y algunos simplemente quieren recoger muertos. Siempre busco ese tipo de personas, y casi siempre son civiles», subraya. Su misión es poco conocida entre la tropa nacional, por lo que procurar la discreción a la hora de recoger los restos de los soldados rusos es parte de su oficio. Cuantos menos sepan y cuanto menos sepan, mejor.

Pero El Abogado no tiene reparos en dedicarse a dicha tarea. «No pienso ni siento absolutamente nada cuando encuentro cadáveres rusos. Es como una filosofía cleptómana: necesitas más y más en tu colección para poder intercambiarlos. Y encontrar a uno es como si te tocara un as de picas en una partida de póker, siempre sales ganando. Puedes pasar días o semanas hasta que llegue, pero que quede en tu mano es lo importante. Cualquiera, cualquier cuerpo, es mi carta ganadora», asegura el joven militar, que no excede la treintena de años.

El Ejército le designó esta tarea, pero cuando le quisieron relevar para buscar a otra persona y destinarle a combatir, convenció a sus superiores para conservar su posición. «Quizás sea el tipo de persona que puede lidiar con asuntos turbios. Por eso no quise dejarlo. Algunos quizás se echarían para atrás porque verían historias, recuerdos y ese tipo de cosas en los muertos. Pero yo no lo hago. Son enemigos», aclara el militar ucraniano.

El Abogado, sin embargo, tiene una filosofía que le hace actuar como una especie de Caronte contemporáneo. «Todo muerto tiene que ser llevado a su puerto final. Sea ucraniano o ruso», asegura, mientras introduce la bolsa con los restos del soldado ruso abatido en su furgoneta.

Podría llamarse Dmitri, Vladímir, Volodya... pero no tiene nombre. Tendría una historia, una familia en Rusia, una visión sobre la guerra, recuerdos de la infancia, gusto musical, aficiones y opiniones propias. Nadie en Ucrania sabía nada de la identidad de este soldado. Lo que sí tienen seguro es que era un enemigo que había venido a matarles. «Por eso nos alegra sacarles de aquí», concluye El Abogado.

«Los diplomáticos tienen interés en los intercambios, pero son secretos»

El Abogado asegura que recibe «encargos especiales» de las altas esferas de la política ucraniana previamente negociadas con sus homólogas rusas para intercambiar cadáveres. «Son un negocio. No te puedo decir cuánto pagan por cada intercambio, pero están basados en las relaciones personales entre representantes diplomáticos. Para que no se vean vulnerados, se mantiene en secreto. A veces, la etiqueta de estos acuerdos es de gran caché, pero siempre se producen por un contexto personal, de relaciones entre ellos», afirma.

Los cuerpos que recoge son transportados a distintos lugares de las fronteras entre Ucrania y Rusia y ahí se producen, sin que nadie lo sepa salvo quienes lo realizan, los intercambios.

«Preparamos trenes y vehículos frigoríficos para transportarlos. No te puedo dar información sobre los lugares exactos sobre dónde se producen los intercambios porque es confidencial, pero te aseguro que así se hace», comenta El Abogado.

Quizás este soldado desconocido sea una mercancía valiosa para él, o quizás sea destinado a un crematorio en esta tierra extranjera que Rusia cree propia. Pero en esta guerra, según dice El Abogado, unos rusos valen más que otros.