Rishi Sunak, un primer ministro abstemio para devolver la sobriedad al Reino Unido

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa REDACCIÓN / LA VOZ

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El nuevo líder del Partido Conservador británico, Rishi Sunak, este lunes, a su salida de la sede de los «tories» en Londres
El nuevo líder del Partido Conservador británico, Rishi Sunak, este lunes, a su salida de la sede de los «tories» en Londres HENRY NICHOLLS | REUTERS

El antiguo responsable de Economía se convierte en el primer jefe de Gobierno británico de confesión hindú y que no es blanco. El «premier» no come carne, bebe Coca-Cola a litros y es fan de «Star Wars»

25 oct 2022 . Actualizado a las 12:59 h.

Rishi Sunak (Southampton, 1980) se estrena como líder del Partido Conservador y nuevo primer ministro del Reino Unido con múltiples marcas históricas. A sus 42 años, es el premier más joven desde el siglo XVIII. Es el primer jefe de Gobierno de la historia del país que no es blanco (sus padres nacieron en Kenia y Tanzania y sus abuelos eran originarios de la región india del Punjab). El primero de confesión hindú (juró su cargo como diputado de la Cámara de los Comunes sobre un texto sagrado del hinduismo). Y es también el primero que luce un MBA en su currículo.

Pero, como casi todo lo que sucede en Gran Bretaña, la vida y la carrera política de Sunak están plagadas de contradicciones y paradojas. Porque, para lograr esa larga lista de récords y primeras ocasiones, el nuevo primer ministro británico ha seguido el guion habitual escrito por las añejas élites del país: bachillerato en una exclusiva escuela privada (en su caso, Winchester), estudios de Filosofía, Política y Economía en Oxford (la misma universidad por la que pasaron todos sus antecesores en el cargo desde Winston Churchill, con la única excepción del laborista Gordon Brown, que se licenció en Edimburgo), militancia tory y fogueo laboral en la City.

Stanford lo cambió todo

Su padre, médico, y su madre, farmacéutica, se instalaron en Inglaterra en los años sesenta y tuvieron claro que la oportunidad de que sus retoños prosperasen en el nuevo país era apostarlo todo a la carta de la educación. Y ganaron. De Oxford, Rishi Sunak salió directo a trabajar en el banco de inversión Goldman Sachs, firma que dejó en el 2004 para estudiar un MBA en la universidad norteamericana de Stanford, a la que llegó con una beca Fulbright y de donde salió con una nueva visión de la empresa, de la política y también de la vida, ya que allí conoció a su futura esposa, Akshata Murty, hija del multimillonario fundador del gigante tecnológico indio Infosys.

«Stanford es un núcleo de emprendimiento, de creatividad y de innovación y esos aspectos son probablemente los que más cambiaron mi trayectoria vital durante mi estancia en Estados Unidos», comentaba Sunak, años más tarde, al periodista Harry Stebbings sobre su paso por la universidad de Silicon Valley, según recordaba este lunes The Guardian.

El talentoso joven de origen indio que salió de Stanford en el 2006 con un MBA y una prometedora boda a la vista había sentido ya el aguijonazo de la ambición y la política parecía el camino natural para saciarla. Tras casarse en el 2009 con Akshata Murty —fue el acontecimiento social del año en Bangalore—, Sunak continuó trabajando para diferentes fondos de inversión hasta que en el 2013 tomó las riendas de Catamaran Ventures, la firma de inversión de su suegro. Fue su última etapa en la empresa privada. En el 2015 dio el salto sin retorno a la política. Se presentó como candidato tory al Parlamento británico por Richmond (Yorkshire), un escaño que durante más de un siglo han ganado los conservadores y que Sunak renovó tras la salida de la plaza del histórico William Hague (que, entre otros cargos, había sido líder del partido y portavoz en los Comunes).

Partidario del divorcio de Bruselas

Fue entonces cuando David Cameron lanzó la promesa del referendo del brexit, que dibuja ahora con la llegada de Rishi Sunak a Downing Street su enésima carambola. Sunak se apuntó de inmediato al bando de los partidarios del divorcio de Bruselas. «Es una oportunidad única para nuestra generación de que el país recupere el control de su destino. La salida generará incertidumbre, pero en el balance final nuestra nación será más libre, más justa y más próspera fuera de la UE», proclamaba entonces quien —otra paradoja más— como hijo de inmigrantes africanos de origen indio abogaba por retomar «el control de las fronteras».

Tras la victoria del sí al brexit y la dimisión de Cameron, entró con un cargo de segundo nivel en el Gobierno de Theresa May, pero fue su firme apoyo a que Boris Johnson liderase el partido —«es el único que puede salvarnos», escribió entonces en The Times— lo que lo catapultó en el 2019 al puesto de secretario del Tesoro y número dos del ministro de Economía, Sajid Javid. En febrero del 2020, con la pandemia de covid a punto de explotar, Javid renunció tras un pulso interno con el entonces asesor estrella de Johnson, el controvertido Dominic Cummings, que quería imponer al ministro sus propios asesores. Javid pasó a dirigir Sanidad y Sunak se hizo con las riendas de Economía. Impulsó durante la pandemia una política de gasto expansiva con la que se blindaron los empleos, pero se vio obligado a subir impuestos, un sacrilegio para buena parte de la bancada conservadora, que no entiende de excepciones a su mantra del recorte fiscal eterno y que fue una de las causas originales de la rebelión tory contra Johnson. También dañó su imagen como responsable de Economía la información de que su esposa, que posee una fortuna de unos 700 millones de euros, no tenía su domicilio fiscal en el Reino Unido y no pagaba los impuestos que, en teoría, debería abonar al fisco británico. El escándalo la obligó a arreglar sus cuentas y empezar a tributar en Londres.

La caída de Johnson

En medio de la enorme polémica por las fiestas ilegales en Downing Street durante los confinamientos por el coronavirus —Sunak también fue multado con 50 libras por asistir a la fiesta de cumpleaños del primer ministro— y de varios escándalos sexuales protagonizados por diputados conservadores, a principios de julio, Boris Johnson estaba contra las cuerdas y Javid y Sunak olfatearon la sangre. Viendo la hecatombe a las puertas, Javid dimitió el día 5 y Sunak le siguió de inmediato, alegando que sus ideas sobre política económica eran «fundamentalmente demasiado diferentes» de las de Johnson. Solo 48 horas después, el 7 de julio, caía el primer ministro y Liz Truss y Rishi Sunak se lanzaban a la carrera para relevarlo en Downing Street. Truss ganó el pulso, pero perdió la cabeza a las pocas semanas, batiendo otro récord de la política británica: solo mes y medio en el puesto, eso sí, con dos reyes diferentes: Isabel II y Carlos III. Su gran error fue el plan de recortes fiscales contra el que había alertado Sunak durante el debate de las primarias conservadoras en la BBC. Lo acusaron de interrumpirla y de hacerle mansplaining con sus observaciones. Cuando Truss sacó de la chistera su proyecto para rebajar impuestos de forma indiscriminada, la City respondió con pánico y el Banco de Inglaterra tuvo que salir al rescate de los planes de pensiones de los británicos. Fue el principio del fin de Truss y del regreso de Sunak, que ahora ha ganado el partido de vuelta desde la cómoda posición de quien llega al poder sin ni siquiera pasar por el filtro de la militancia (no digamos ya de las auténticas urnas).

Bebedor de Coca-Cola

Este ex de Goldman Sachs llega a la oficina del primer ministro con las bendiciones de los mercados financieros. Adicto al trabajo —durante sus dos años como ministro de Economía nunca tuvo vacaciones—, es bebedor compulsivo de Coca-Cola, fan irredento de Star Wars y tiene una perra llamada Nova, que convivirá en el 10 de Downing Street con el célebre gato Larry. Si Winston Churchill volviese ahora a su antiguo despacho, lo que más le sorprendería probablemente no sería ver a un premier de origen indio, sino a un jefe de Gobierno abstemio y que no come carne. Habrá que ver si el Reino Unido, que tantas cosas ha soportado en los últimos siglos, está preparado para semejante revolución.