«Su carrocería es aerodinámica, y su línea, supermoderna». Así describía La Voz aquel Hongqi CA770 de 1968, que era en realidad un coche «inspirado» en otro ruso y destinado a los líderes del partido comunista. La industria del automóvil del aún medio dormido gigante asiático no comenzaría a espabilar hasta los ochenta, y nos haría sonreír en la llegada del nuevo siglo con sus indisimuladas copias de modelos que triunfaban en Occidente. Pero, a día de hoy, los coches chinos ya van en serio.
Jesús Flores