La historia de superación de Bamba para llegar al fútbol profesional
15 sep 2022 . Actualizado a las 23:02 h.Axel Bamba ha aterrizado en el Real Sporting de Gijón inmerso a sus 23 años en pleno proceso de madurez futbolística y personal. La etapa rojiblanca que ya da sus primeros pasos en forma de adaptación al grupo, sin todavía haber podido realizar su debut oficial a las órdenes de Abelardo, será una experiencia más dentro de un catálogo de vivencias que ha ido y seguirá moldeando al central nacido en Suiza, criado en Francia y con fuertes raíces costa marfileñas. El apodo de ‘La Roca’ no solo es derivado de su prominente estado físico, sino también de su capacidad para resistir ante las adversidades que se va encontrando por un camino que lo está haciendo más fuerte.
Como hijo de futbolista, pues su padre Yacouba Bamba llegó a jugar como delantero en la Primera División de Suiza y Turquía, Axel se acostumbró desde muy pequeño a continuamente hacer las maletas para cambiar de casa. A los 6 años, y con la intención por parte de su madre de aportar al joven Bamba una estabilidad y oportunidades de futuro en el continente europeo, se trasladó a Francia junto a ella. Una ocasión de crecimiento que pronto vivió sus primeras dificultades ya que todo el dinero que ganaba el progenitor era enviado al gran núcleo de la familia Bamba que se había quedado en Costa de Marfil, entre ellos los hermanos, las hermanas y la abuela del rojiblanco. Por lo tanto, a Axel y a su madre no les quedó otra opción que alojarse en el cuarto de la asistenta de un edificio de ocho pisos en París.
Las adversidades en la capital francesa para la familia Bamba aumentaron cuando, debido al sufrimiento de dos roturas del ligamento cruzado de la rodilla, el padre Yacouba se vio obligado a retirarse antes de tiempo de la práctica del fútbol y regresar a Costa de Marfil para cuidar de sus otros hijos. En ese momento, Axel aprendió que el fútbol y todo lo que puedas ganar dentro del mismo no dura toda la vida. Con la ausencia de ese mínimo sustento económico, a la madre del central le tocó, sin apoyo cercano alguno, dividirse entre la educación de su hijo y la realización de trabajos diarios cuidando a niños y limpiando en diferentes apartamentos.
A pesar de las dificultades, el joven Axel no perdió su ilusión y la todavía muy característica alegría gracias al fútbol. Todos los días se ponía a jugar a la pelota con los amigos del barrio, a quienes visita cada vez que la profesión se lo permite y que le acompañan en cada momento importante de su vida, en el aparcamiento del edificio donde vivía hasta que entrada la noche llegaba su mayor prioridad: su madre. Al sufrir problemas en las rodillas, además del desgaste físico sufrido durante toda la jornada laboral, Bamba debía ayudar a su madre a subir por las escaleras hasta el octavo piso. El defensa cuenta que desde el portal hasta su casa tardaban hasta 30 minutos. Dicho constante esfuerzo le hizo ganar fuerza muscular, pero sobre todo imponerse a sí mismo el tomarse en serio el camino que con 10 años había iniciado en la cantera del Paris FC.
Dejando definitivamente a un lado la práctica simultánea del judo y el atletismo, Axel se centró de manera exclusiva en el fútbol. Tras estar dos años y medio entre el ES16 y el Athletic Club de Boulogne - Billancourt, donde jugaba contra niños dos años mayores que él, se incorporó a las categorías inferiores del París FC. Puso todas sus fuerzas en conseguir el sueño de llegar a ser futbolista profesional y ayudar a su madre que, un día tras otro, antes de ir al colegio se iba a entrenar a un campo maltrecho y sin vestuarios acondicionados. Primero le llevaba su madre en coche, pero después eran tales sus ocupaciones laborales que Bamba debía dar un paso más en sus hábitos para trasladarse en metro. Nunca dejó de entrenar dos veces al día, más el tiempo de fútbol en la calle que desarrollaba con sus amigos.
Su fijación por conseguir esos complejos objetivos fue de tal magnitud que le costaba mucho aceptar cualquier enseñanza o consejo, y mucho menos que de alguna manera le hicieran sentir que había hecho algo mal. De ahí que no le gustase ni se mostrase cómodo ante los profesores del colegio. Todo cambió cuando la pelota le empujó a escuchar las experiencias de entrenadores que se ganaron su corazón como Frédéric Hébert y René Girard. Axel comprendió que necesitaba interiorizar los mensajes que pudiera recibir de otras personas, pero únicamente de aquellas que deseaban su bien por lo que es como ser y no de los múltiples agentes externos que se le acercaron cuando empezaba a destacar en el fútbol base francés.
El ‘no’ más duro que recibió Bamba, y encima por tres ocasiones seguidas, fue el emitido por el Mónaco cuando tenía entre 13 y 14 años. Fungiendo como extremo con capacidad goleadora, Axel realizó tres pruebas con el club del Principado, siendo desestimado en todas ellas. A pesar de ello, el rojiblanco no se rindió y siguió insistiendo para poder cumplir su sueño. Aunque, poco tiempo después, el costamarfileño sufrió unas importantes modificaciones en su estructura corporal que le obligaron a adaptarse a su nuevo cuerpo. Le costó asimilar la pérdida de velocidad y coordinación que le había hecho ser un destacado extremo y jugador ‘box to box’ en las categorías inferiores de la Selección de Francia para pasar, primero, a mediocentro y después a defensa central. Hasta llegó a sentir que había dejado de saber jugar al fútbol al ver como de un día para otro los compañeros y rivales iban a un ritmo superior, cuando antes ni mucho menos era así.
Con 19 años ascendió al primer equipo del Paris FC, y su introducción en un mundo no tan idílico como el que se puede vivir en la base no fue sencilla de llevar a cabo. A base de un fuerte carácter y de una temprana demostración de la capacidad de liderazgo se ganó el respeto de unos compañeros que al principio lo trataban como si fuera su mayordomo. Algún compañero que sí lo apoyaba le llegó a decir: “Comete la vida antes de que esta te coma a ti”. Afianzó un puesto tanto en el césped como en el vestuario, muy pronto, el técnico René Girard le dio la responsabilidad de liderar la resolución de los conflictos que pudieran surgir en el grupo. Cabe destacar que ya había sido capitán de los equipos Sub-17, Sub-19 y filial del conjunto capitalino.
Muy temperamental sobre el tapete, Axel ha tenido que vivir en sus propias carnes una compleja coyuntura para comprender la importancia de mantenerse mentalmente fuerte en los partidos. En un encuentro de la Ligue 2, un delantero rival le sacó tanto de sus casillas a través de continuas provocaciones dialécticas que, además de realizar un deficiente choque marcando un gol en propia puerta y cometiendo un penalti en contra, al final del duelo acabó peleándose con el propio atacante adversario. Un error gratuito que pudo detener por completo su progresión en el fútbol de élite, pero Bamba, que en el partido siguiente se quedó en el banquillo, recibió con el propio hecho una lección que esta vez sí interiorizó para poder continuar firmemente por su camino.
Serio cuando la situación requiere de seriedad y alegre en el resto del tiempo, Axel Bamba ha necesitado de la experimentación de diferentes situaciones futbolísticas y vitales para ser ese chico que no quiere darle disgustos a su madre y que trabaja para seguir madurando en ambas facetas. Todo ello para cumplir con la promesa que mantiene con su abuela: Jugar con la Selección Absoluta de Costa de Marfil.
El goleador que tuvo que aprender a ser defensa desea que el del Real Sporting de Gijón sea el paso definitivo para alcanzar uno de sus mayores objetivos. Por trabajo, esfuerzo y capacidad de superación no va a ser para el nuevo central rojiblanco.
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