
Artículo de opinión sobre el Real Sporting de Gijón
26 feb 2018 . Actualizado a las 20:04 h.Nadie puede negar que las sensaciones tras empatar en Lorca eran muy negativas. La afición rozó la desesperación al ver que el Real Sporting de Gijón no podía superar a un Lorca, colista, que llevaba diez jornadas seguidas sin ganar. Un empate que jugadores y entrenador quisieron dar por bueno a lo largo de la semana, escudándose en que se consiguió dejar la portería a cero y la ya célebre «si ganamos el próximo hacemos bueno ese punto». El fútbol y el cuento de «la lechera», ese eterno pararelismo con el que todos matamos el tiempo entre partidos.
Pero se cumplió. El Sporting ganó con solvencia al Osasuna. Segunda victoria consecutiva en casa contra un equipo que le supera en la clasificación. Hace poco escribía el artículo: «el Sporting no gana a los rivales directos». Mano de santo. Si lo sé, lo escribo antes. Tres puntos recortados, al fin, contra rivales que podrían haber seguido alejándose. Además, son también seis las victorias seguidas en casa para hacer de El Molinón el fortín que debería haber sido desde el principio, el clavo al que agarrarse para seguir en la lucha a falta de enganchar una buena racha fuera.
Algunos dieron al equipo rojiblanco por muerto en diciembre. Muchos incluso se bajaron del carro y se registró la peor entrada de la temporada en el estadio gijonés. Cerca de 8.000 sportinguistas menos en las gradas que en el partido contra el Lugo, 11.000 menos que contra el Oviedo. Y no les culpo. Buscábamos en el equipo un solo síntoma de que seguía vivo y nunca lo demostraba, hasta que llegó Baraja. Victoria contra el Tenerife para poner el primer ladrillo y a seguir trabajando para darle la vuelta a una situación crítica.
Ahora, al fin, vemos sobre el césped a un equipo. Así, con todas las letras de la palabra. Se han ganado el respeto que perdieron, reenganchando a una afición que, todos sabemos, nunca falla si los que pisan el campo devuelven con entrega una parte al menos de todo lo que reciben de cada aficionado. Poco a poco, se recupera la sonrisa y la confianza y, si vuelven a caer, mientras sea con esfuerzo, ahí estará la Mareona para poner en pie a todo aquel que lo necesite.
Yo confío en este Sporting que hoy duerme a un solo punto de los puestos de promoción. Yo confío en el míster, que me calló la boca y las dudas de cuando llegó. Confío en sacar de una vez por todas buenos resultados lejos de El Molinón porque este equipo tiene mimbres de sobra para no venirse abajo de la forma en que lo hace cuando juega fuera de casa. Simplemente, confío, cosa que estuve a punto de dejar de hacer. Y sí, confío en que vamos a ascender.

