Sonia Otero, investigadora: «Tener obesidad no depende solo de uno mismo»
LA VOZ DE OVIEDO
La profesora de Sociología de la Universidad de Oviedo analiza este miércoles en el ciclo «Pint Of Science» cómo el día a día y nuestras rutinas afectan a nuestro peso más allá de hacer deporte o mantener una dieta saludable
15 may 2024 . Actualizado a las 16:53 h.Sonia Otero, profesora del departamento de Sociología de la Universidad de Oviedo, será una de las protagonistas de la última jornada del festival Pint Of Science este miércoles. Integrante del grupo de investigación sobre sociología y alimentación, se pregunta en su charla (Rocket Rock Club, 19.00 horas) si las rutinas engordan. Algo que no duda y que cree que debería ponerse sobre la mesa para acabar con falsas creencias como que la obesidad se debe a motivos genéticos o a que una persona no hace lo suficiente por evitarla. En esta entrevista, habla de cómo los horarios laborales, la falta de tiempo o la precariedad se convierten en causas para desarrollar ese sobrepeso, que a su juicio ha de enfocarse en un contexto mucho más amplio que el de la propia salud.
—¿Qué importancia cree que tiene la divulgación científica a través de jornadas como estas?
—Creo que tiene una importancia central porque este tipo de eventos lo que permiten es que el conocimiento científico, que muchas veces está muy encerrado en las paredes de las universidades, trascienda a esas paredes y digamos que se le devuelva a la sociedad, porque todo este conocimiento se produce gracias a una financiación pública en la mayoría de las ocasiones y es de utilidad general. Por lo tanto, todo lo que tiene que ver con la divulgación científica es importante y además es fundamental que se haga, así que experiencias como las de Pint of Science creo que son admirables, porque además hay mucho esfuerzo detrás, tanto de quien participa como de quien organiza. Así que es fundamental.
—Forma parte de un grupo de investigación que une sociología y alimentación, ¿en qué líneas de investigación está trabajando?
—Hay varias, aunque destacaría tres principales. Recientemente hemos estado trabajando cuestiones ligadas a una alimentación sostenible implicando a todos los actores del sistema agroalimentario en torno a ese objetivo común. Este proyecto ha estado financiado por el Principado y ha dado muy buenos resultados, porque ha permitido poner en conjunto a todos los agentes. A nivel nacional, estamos trabajando sobre el malestar con la alimentación, precisamente para identificar aquellos conflictos que hay detrás de la alimentación pero que van mucho más allá de lo que tiene que ver con lo estrictamente sanitario, es más en el plano sociológico, para detectar esas incongruencias entre lo que es la norma de lo que uno debería comer y lo que ocurre en el día a día… Y, por último, trabajamos en temas de desigualdad alimentaria, de pobreza alimentaria, de todo lo que tiene que ver con las desigualdades en la alimentación y el hambre.
«Estamos viendo que las cifras de obesidad aumentan y eso es fundamentalmente porque las estrategias actuales para abordar la obesidad están mirando más hacia cuestiones que no tienen tanto que ver con los hábitos»
—En su charla se pregunta si engordan las rutinas. ¿Es cierto que los hábitos de vida influyen en que cada vez haya más obesidad?
—Absolutamente. Yo te diría que hasta hace bien poco había como una forma de mirar a la obesidad con explicaciones más ligadas a lo genético o a cuestiones de malos hábitos, con personas que no hacen lo suficiente para controlar su peso. Y lo que nos están diciendo e indicando los estudios actuales es que cuestiones como la falta de tiempo, la dificultad de conciliar horarios escolares, deportivos o alimentarios e, incluso, cuestiones como las habilidades que tienes para cocinar están influyendo. Estamos viendo que las cifras de obesidad, lejos de reducirse, lo que están es continuamente en aumento, y eso es fundamentalmente porque las estrategias actuales para abordar la obesidad están mirando más hacia cuestiones que no tienen tanto que ver con los hábitos, a pesar de la importancia que tienen los hábitos en el desarrollo de esa obesidad.
—¿Hasta qué punto se conoce esto entre la sociedad? Porque muchas veces enfocamos el proceso de adelgazar únicamente en una dieta y deporte, no en cambiar otro tipo de hábitos o rutinas…
—Es una cosa muy complicada, porque no solo depende de uno mismo. Hasta ahora se hablaba mucho de esa falsa creencia de que si estás obeso o tienes un peso que excede al normopeso es que no quieres comer bien. Y lo que se está viendo es que es una cuestión que no solo depende de uno mismo y hay unas circunstancias sociales, económicas y laborales que muchas veces no ayudan a tener una alimentación saludable y una vida físicamente activa en la práctica. Entonces, por mucho que uno conozca esa definición de lo que es comer saludable o esa recomendación de hacer deporte tres veces a la semana, muchas veces es muy difícil de integrar en el día a día. ¿A quién no le ocurre que sabe perfectamente que no debería tirar de determinados alimentos y llega a casa, no tiene nada para comer, se tiene que ir a trabajar en una hora y opta por tirar de aquello que le soluciona la situación rápida? ¿Pero, qué ocurre? Que hay gente para la que esas situaciones son una constante, no una cosa puntual. Y cuando eso se va prolongando a lo largo del tiempo es mucho más probable que el riesgo de desarrollar obesidad nos haga click y se haga realidad. No es solo lo que uno hace a nivel individual o las posibilidades que uno tiene, si no que es todo lo que ocurre también a nivel social. ¿Hasta qué punto somos capaces de controlar esas situaciones? De pobreza, laborales…
«Por mucho que uno conozca esa definición de lo que es comer saludable o esa recomendación de hacer deporte tres veces a la semana, muchas veces es muy difícil de integrar en el día a día»
—En ese sentido, se ha demostrado que la obesidad tiene que ver con la falta de recursos económicos de las familias…
—Hablando de pobreza, las personas con nivel socioeconómico bajo son las que tienen unas mayores tasas de obesidad, en gran medida porque se acumulan todas esas circunstancias que te ponen en riesgo. Se acumula el hecho de tener unos horarios precarios, de tener que combinar incluso dos trabajos… Pero no es todo una matemática exacta, es una acumulación de factores que prolongados en el tiempo te ponen en situación de riesgo.
«Muchos estudios relacionan no desayunar y la obesidad, pero lo que hemos visto es que no es algo automático, está muy ligado a la desestructuración de la alimentación porque la lógica del día a día nos va engullendo»
—¿Qué tienen de cierto, por separado, creencias como que cenar tarde engorda?
—Nosotros no somos nutricionistas, pero sí te puedo aseverar que hay una serie de riesgos y una serie estudios que relacionan estos hábitos. Por ejemplo, con el desayuno ocurre una cosa curiosa. Muchos estudios han visto una relación entre no desayunar y la obesidad. Sin embargo, lo que vimos nosotras al realizar un análisis con este grupo es que lo que ocurre no es que no desayunar te convierta en obeso de forma automática, lo que ocurre es que la obesidad está muy ligada a la desestructuración de la alimentación. Y el hecho de no desayunar es un ejemplo más. La gente con la que hablamos nos decía que no desayunaba porque tenía que llegar a llevar al niño al colegio, luego al trabajo… Entonces, acaban haciendo un desayuno muy exprés o no desayunando porque la lógica del día a día te va engullendo. De tal manera que detrás de esas relaciones hay mucho más que el hecho del dato llamativo de «quien no desayuna presenta mayores tasas de obesidad». Hay toda una desestructuración alimentaria. En cuanto a los horarios de cenar pasa un poco lo mismo: si tienes unos horarios caóticos lo que probablemente ocurra es una desestructuración vital. En España somos muy de comer acompañados, incluso contra lo biológico. ¿Quién no ha esperado a su pareja en casa a que llegue del trabajo pasando hambre? Hay mucho ligado a ese comportamiento social.
—Vivimos cada vez más acelerados y eso deja poco tiempo para la cocina. ¿Qué importancia tiene sacar un momento para cocinar y huir, por ejemplo, de los platos preparados?
—Siempre que uno pueda ocuparse de su propia alimentación o de sacar un hueco para hacer ejercicio físico, se ha visto en otros estudios que tiene una relación con tener un normopeso. Todo lo que sea comer controlando lo que comes siempre es mejor que aquello que implica no controlarlo. Pero insisto en que al final muchas veces, al contrario de lo que se suele pensar, no es algo que dependa exclusivamente de la persona. Hay muchas cosas con las que tienes que gestionar eso, y ya no te digo en hogares donde hay menores, que se une todavía muchísima más presión. La alimentación es una actividad que consume mucho tiempo y requiere mucho tiempo: desde planificar la compra a encontrar momentos para cocinar y dedicarle tiempo a comer tranquilamente. Realmente comer es una actividad que consume mucho tiempo y a la que la falta de tiempo o esa sensación de presión global no le beneficia nada, porque sí que sabemos que cuando hay un comportamiento de compra pensado y bien planificado y se le dedica tiempo a comer, hay mejores cifras de obesidad.
«La alimentación es una actividad que consume mucho tiempo y requiere mucho tiempo: desde planificar la compra a encontrar momentos para cocinar y dedicarle tiempo a comer tranquilamente»
Por ejemplo en Estados Unidos en los últimos años ha disminuido el tiempo que se dedica a cocinar y en paralelo también, no sabemos si por esto o por esto y muchas otras cuestiones, han aumentado las tasas de obesidad. Prácticamente la mitad de la población en 2030 se espera que tenga obesidad. Es cierto que sacar tiempo parece importante, pero no es una cuestión que dependa solo de uno mismo.
—No depende de nosotros por ejemplo el tener un horario laboral u otro y multitud de factores externos. Pero de lo que sí depende de uno mismo, ¿qué sería fácil cambiar?
—La clave es que si vemos solamente la parte individual no vamos a poder entender del todo en qué medida lo que uno hace depende de un contexto mucho más amplio. Es muy difícil que yo te diga «tienes que dedicar más tiempo a cocinar» si no puedes. Hay estudios que llevan años apuntando a que hay determinadas profesiones que tienen más obesidad. Por ejemplo, las relacionadas con la enfermería donde a priori se saben las consecuencias de la obesidad. Sin embargo, sus propias condiciones laborales con turnos partidos, muchas veces con imposibilidad de dormir en horarios nocturnos, una desestructuración de comer o cenar en el hospital y no controlar lo que comen hacen que sea muy complicado.
No es que haya una receta individual en la que uno pueda hacer algo claramente, si no que hay que entender esto en un contexto mucho más amplio en el que todo lo que te ocurre en tu vida va a afectar a cómo tú organizas tu alimentación o tu tiempo libre. Por eso hay personas que salen a correr a las 6 de la mañana y otras que lo hacen a las 8 de la tarde. No hay una receta mágica, lo que está claro es que comer saludable y el ejercicio físico son dos de las rutinas que más influyen sobre el desarrollo de la obesidad. De hecho hay estudios con gemelos, con mismos genes, que dicen que las claves para desarrollar obesidad están precisamente en esos estilos de vida y rutinas sociales que hacen la diferencia y van generando distinción.
«No tener en cuenta ese contexto lleva muchas veces a estereotipos relacionados con la obesidad, como que las personas obesas lo son porque quieren, porque son vagas o irresponsables, pero detrás hay una forma de vida»
Hay que verlo en ese contexto más amplio porque con lo que está ocurriendo, viéndolo únicamente desde el punto de vista sanitario como se ha hecho hasta ahora, las cifras no han parado de aumentar. Algo nos estamos olvidando o no estamos integrando. Y eso muchas veces también lleva a los estereotipos que hay relacionados con la obesidad, como pensar que las personas obesas lo son porque quieren, porque son vagas, porque son irresponsables… Pero detrás de todo eso hay un modelo de vida y una forma de vivir que hacen que haya diferencias muy importantes también por países. Si lo genético y lo individual fuera tal, ¿por qué unos países tienen unas cifras tan altas y otros se distancian? Hay algo que tiene que ver con la forma en la que organizamos nuestra vida detrás de esas cifras de obesidad y, sin embargo, es a lo que menos se está prestando atención.
—Uno de los proyectos del grupo de investigación del que forma parte está enfocado a la sostenibilidad alimentaria. ¿Qué conclusiones han sacado contando con todos los eslabones de la cadena?
—Llevaría tiempo comentar todas, pero una de las grandes conclusiones que sale de este proyecto, que es pionero porque no solo estudió a los agentes si no que los agentes se involucraron, es que hay una actitud y una comprensión generalizada de que debemos ir hacia un sistema alimentario que sea más sostenible y más respetuoso no solo con la salud de la población, sino también del propio planeta. Al final, esa es una de las conclusiones más importantes que salió del proyecto, la necesidad precisamente de unirse en torno a un reto que es común y que puede marcar en el futuro esas líneas generales en torno a cómo comemos. Luego salieron cosas más específicas de cómo se relacionan los agentes, cómo quieren que sea esa relación y cuáles son los principales cambios que se deberían dar en ese sentido. Por destacar algo, yo me quedaría con esa voluntad común de que a pesar de las dificultades que hay para transitar hacia una alimentación sostenible, es ineludible que el sistema agroalimentario se dirija hacia ahí y que la propia ciudadanía vaya en esa dirección, por ejemplo, reduciendo plásticos en los envases, utilizando bolsas reutilizables o apostando por un consumo más local.