Un museo de la cerveza en las paredes de esta barbería de Oviedo

Cristina Centeno
Cristina Centeno REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

Pared de la barbería El 13 de la calle Foncalada de Oviedo, repleta de latas de cerveza.
Pared de la barbería El 13 de la calle Foncalada de Oviedo, repleta de latas de cerveza.

Hasta 1.300 latas de esta bebida acumula Roberto Álvarez en su local, una colección que va creciendo gracias a la clientela y que se ha convertido en su «marca de identidad» atrayendo, incluso, la visita de turistas

20 abr 2023 . Actualizado a las 09:39 h.

Los amantes del mundo de la cerveza tienen una parada obligatoria en la calle Foncalada de Oviedo. Tras las puertas de la barbería que regenta Roberto Álvarez Vázquez se encuentra un verdadero museo que se ha convertido en poco tiempo en la «marca de identidad» de este negocio. Alrededor de 1.300 latas llegadas de medio mundo decoran sus paredes. Todas son diferentes y a la vez tienen un denominador común: han servido como envase a cervezas de tipo craft, un estilo que surgió en Estados Unidos y bajo el que se engloban las producidas de forma artesanal. 

Roberto es una auténtica enciclopedia andante del universo cervecero. Una pasión que comparte con sus clientes, y ellos con él. Todo comenzó hace unos cuatro años, uno después de abrir la barbería El 13 en el mismo número de la céntrica calle ovetense. Empezó «siendo una tontería», reconoce el peluquero. Siempre tuvo interés en esta bebida y, además, «cortamos el pelo a bastante gente de aquí de Asturias que hace cerveza», cuenta. «Una cosa llevó a la otra» y llegaron las primeras latas, que colgó con una cinta adhesiva de doble cara en la pared situada justo detrás del sillón donde acicala a sus clientes.

Decoración de la barbería El 13 de Foncalada, un auténtico museo para los amantes de la cerveza.
Decoración de la barbería El 13 de Foncalada, un auténtico museo para los amantes de la cerveza.

Así, sin pensarlo, la colección comenzó a crecer. «Los clientes que eran cerveceros te traían sus latas, otros otras, cuando me iba de viaje también traía alguna y tengo obsesión por algunas fábricas, así que me preocupo mucho más por traer de esos sitios», asegura Roberto Álvarez. Así ha llegado a más de un millar. De Italia, Alemania, Polonia, Bélgica, Estados Unidos, Canadá o México, entre otros países. Las hay antiguas —guarda varias de los años 70— y actuales. Todas ellas diferentes. «En este tipo de cerveza suelen ser producciones muy pequeñas, una vez que la hacen no la vuelven a repetir», explica el peluquero. De ahí la amplia y colorida variedad de todas las que cuelgan en sus paredes. Los diseños son diversos, algunos firmados por reconocidos dibujantes del mundo del cómic. 

De entre todas ellas, Roberto señala con cariño una de la cerveza El Águila Negra de Colloto de los años 70 y otra de la danesa Faxe de 1969, la más antigua y también la que más valor económico tiene en el mercado del coleccionismo actual, «unos 35 euros», cuenta. A su vez, los formatos son diferentes. Entre las paredes de la barbería El 13 se encuentran latas de 33 centilitros, otras de «pinta inglesa» de 44 y otras de 55, las de «pinta americana», detalla. 

Los utensilios de peluquería conviven con la decoración de esta barbería, donde lo único eléctrico es el secador.
Los utensilios de peluquería conviven con la decoración de esta barbería, donde lo único eléctrico es el secador.

La colocación no sigue un orden establecido, «según van llegando voy poniendo», asegura Roberto, quien tiene agrupadas las pertenecientes a sus cerveceras fetiche. «Al principio sí las colocaba por zonas o fábricas, pero ahora, como llegan tantas, las voy poniendo donde hay sitio. Salvo las fábricas con las que tengo bastante obsesión, que sí van juntas, el resto están al libre albedrío, donde quedan», cuenta.

La decoración de la barbería de Roberto llama la atención desde la calle. Al local han llegado blogueros especializados en cerveza y hasta turistas, presume. «Llama muchísimo la atención, la verdad que sí. Yo no pensé que iba a llegar a tener tanta repercusión porque esto empezó como un poco de tontería, pero al final mira», relata. Además, «mucha gente no sabe ni lo que es, piensan que son refrescos o bebidas energéticas y cuando dices que son cervezas, alucinan más todavía porque no piensan que pueda haber tanta cerveza distinta, porque la mayoría son marcas que no conoce casi nadie», confiesa. 

Este peculiar museo cervecero seguirá creciendo, confirma Roberto, porque «todavía queda pared». Además, en caso de rellenar todos los huecos de la barbería «tengo un local de 60 metros abajo vacío» para aumentar la colección, ironiza. 

Algunos de los artículos antiguos de peluquería que exhibe Roberto en el escaparate de su barbería.
Algunos de los artículos antiguos de peluquería que exhibe Roberto en el escaparate de su barbería.

Un peluquero conquistado por lo antiguo

Las latas no son las únicas reliquias que guarda el local del número 13 de la calle Foncalada. Roberto Álvarez tiene en el escaparate una muestra de utensilios de peluquería con un importante valor histórico: «La primera maquinilla eléctrica de afeitado de bobina, que no tiene enchufe, del año 52, comprada en Suiza por el abuelo de mi mujer; un secador de los 60; varias navajas de principios del siglo XX, una que es incluso de piedra, hay muchas cosas guays», celebra.

Entre sus antigüedades, «un gorro original de la Segunda Guerra Mundial que trajo el abuelo de mi mujer», explica, y un patinete eléctrico de Coca Cola del año 1992, cuando este vehículo no estaba nada popularizado. En definitiva, «una buena mezcla» de elementos que dan a esta barbería una identidad propia.

Roberto Álvarez cortando el pelo a un cliente con peine y tijera y sin máquinas eléctricas.
Roberto Álvarez cortando el pelo a un cliente con peine y tijera y sin máquinas eléctricas.

Además, Roberto trata de diferenciarse del resto en su trabajo. Aunque lleva cinco años con su propia barbería, está a punto de cumplir tres décadas como peluquero. En El 13, el único aparato eléctrico que utiliza es el secador. «Es una barbería clásica antigua, con navaja, tijera y peine. Es como aprendí a hacerlo y lo que me gusta, sin máquinas eléctricas, intento luchar un poco contra ellas», confiesa. Otro toque distintivo de un negocio con el que están «muy contentos», y que este peluquero espera mantener muchos más años, aumentando, por supuesto, su colección de latas de cerveza.