La nueva cocina de Pepe Ron

OPINIÓN

Molleja de ternera glaseada con puré a la mostaza y encurtidos, Bar Blanco Restaurante
Molleja de ternera glaseada con puré a la mostaza y encurtidos, Bar Blanco Restaurante

06 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Antes que nada, el Bar Blanco Restaurante es una casa: uno de esos restaurantes de cocina tradicional, frecuentes en Asturias, vinculado a una familia por generaciones. Solían tener dos espacios independientes, la vivienda y el bar, pero separados por límites difusos, provocando una confusión entre el ámbito familiar y laboral que define la cocina y las vidas de sus protagonistas. Los hijos hacían los deberes en la cocina mientras las madres atendían el guiso; veían la tele en el bar mientras los padres servían pintas de vino; y se dormían oyendo desde la cama las voces cargadas de los mismos parroquianos remolones de cada noche sobre un fondo de fregona y lejía. Cuando la familia se trasladaba a vivir a una casa independiente, el restaurante solía ampliarse hacia la antigua zona de habitaciones. Los dormitorios se convertían en un comedor para los clientes, las mesas sustituían a las camas y los manteles a las sábanas. Servir la comida a otros en el mismo lugar donde antes dormías con tus hermanos determina el vínculo que define la cocina de estas casas asturianas, incluso las que no llevan la palabra casa en su nombre comercial, como el Bar Blanco Restaurante

Pepe Ron y Engracia Linde cogieron en 1959 el traspaso de un local en la calle Mayor de Cangas del Narcea que, además de un bar restaurante, se convirtió en su vivienda familiar. Pero el marido, con experiencia en un restaurante de Madrid y buena mano para guisos y mariscos, murió con solo 44 años y Engracia tuvo que tirar del carro con sus tres hijos, hasta que Suso también falleció y quedó al frente con Pepe y Quique. Tiempos de aprendizaje y trabajo, de pote y perdices, de menestra y lengua, de cocer jamones y hornear empanadas. Tiempos duros para ganarse, poco a poco y mesa a mesa, un buen nombre y un prestigio que no han dejado de crecer hasta hoy.

Pero, además de una casa, el Blanco siempre ha sido un bar, con su ambiente y su bullicio de barra, al servicio de la noble costumbre canguesa de comer tarde, estirando el vermú, a poder ser de su propia marca, La Trucha Cautiva, acompañado de unas gildas y, en los días señalados, empanada o empanadillas de Engracia. Solo hay que ver el cuidado y el mimo en la restauración de la barra y la zona del bar de la reciente reforma para comprender la importancia que los hermanos Ron le dan a ese espacio, habilitando también unas mesas altas para una comida más informal que en la sala.

Por último, además de una casa de comida tradicional y un bar, el Blanco es el restaurante de un gran cocinero, Pepe Ron. En la carta actual, además de impecables platos tradicionales, como la fabada y el arroz meloso de pitu de caleya, encontramos una cocina creativa pero tranquila, de la tierra y con acento en el sabor. En una de esas cartas en las que apetece pedirlo todo, destacan platos como el tataki de bonito con cremoso de pico de gallo, la costilla de gochu asturcelta confitada y crujiente, o su premiado steak tartar. Mención aparte merecen la molleja de ternera glaseada con puré a la mostaza y encurtidos, y el bacalao confitado con un guiso meloso de morros de cerdo y trompetas negras, dos platos potentes pero equilibrados que muestran la evolución de Pepe Ron como cocinero. La ampliación de la cocina permite la siempre grata presencia de la brasa, sobre todo en moluscos y pescados. Los vinos de Cangas, todavía hoy más un hermoso ejercicio de orgullo poético en un puñadín de hectáreas que el pujante sector económico que podría ser, están muy presentes en su carta y son el mejor maridaje, no solo por proximidad, de sus platos.

La historia del Blanco es muy parecida a la de muchas casas de comidas de Asturias, pero pocas han alcanzado su dimensión. Pepe Ron es la clave para haber convertido al Blanco en el lugar donde mejor se come en el suroccidente de Asturias. La tramposa referencia a la nueva cocina del título de este artículo no apunta a la enésima revolución gastronómica sino a la cocina como espacio físico. Por fortuna, lo que ha cambiado en el Blanco no son las ideas gastronómicas de Pepín sino el cuarto donde cocina, ampliándose y actualizándose para ponerse al nivel de su cocinero y abrir nuevos formatos de futuro. Una reforma integral para seguir sumando valor a Cangas del Narcea, un hermoso lugar al que nunca se va de paso. Además de disfrutar de unos días en su impresionante y bien gestionado Parador o visitar una de sus pequeñas bodegas, no se me ocurre mejor razón para ir a Cangas que una comida en el Blanco. Para quienes además de comer buscan experiencias, dejarse llevar por su hospitalidad y su cocina es también una inmersión en la tradición y el estilo de vida de Cangas del Narcea.