La precampaña se cerró en Asturias con una noticia excelente, la licitación por el gobierno de la nueva vía de acceso al puerto del Musel. Es una gran inversión, con un presupuesto de 236 millones de euros, que incluye un túnel de dos kilómetros de longitud y supondrá no solo una mejora de las comunicaciones del puerto, sino de la habitabilidad de una poblada zona de Gijón, en la que permitirá, además, que disminuya la contaminación que hoy sufren sus vecinos. Paralelamente, se conoció el interés de la empresa BYD por instalar en los terrenos de la ZALIA una gran factoría para construir vehículos eléctricos.
La primera es una realidad, que Asturias debe apreciar adecuadamente, la segunda una posibilidad, pero ambas están relacionadas. Una vez que ha finalizado la actividad de la minería del carbón, el gran activo de Asturias es poseer un gran puerto, bien comunicado y con terreno industrial suficiente. Conviene insistir en ello porque tanto la ampliación del Musel como la ZALIA sufrieron críticas que bien pueden tacharse de miopes. Es cierto que mientras esta permaneció incomunicada y carente de servicios era poco atractiva para las empresas, pero las cosas cambian cuando esos problemas comienzan a solucionarse. Asturias es un paraíso natural, pero ni su economía ni su población van a crecer solo con el turismo de naturaleza o de playa, o con la gastronomía y la sidra. Ojalá se instale esa empresa, pero, si fallase, llegaran otras, lo importante es ofrecerles una ubicación atractiva.
Siempre hay motivos de queja, sería mejor que la autopista del Huerna no tuviese peaje, pero la inversión del Estado en el Principado en las últimas décadas ha sido impresionante. Tanto desde el este como del oeste o del sur, se accede a la región por vías de alta capacidad. El aeropuerto cuenta con numerosos vuelos internacionales. La zona central está unida por varias autovías, que comunican Oviedo, Gijón, Langreo, Mieres y Avilés e incluso ofrecen recorridos alternativos. No sé si hay otra comunidad autónoma en la que se haya realizado una inversión como la variante ferroviaria de Pajares, con relación a su tamaño y población. Ha sido una espera larga, pero el final ya está cerca y, también a pesar de críticas miopes, será útil no solo para el transporte de viajeros sino para el de mercancías.
Asturias ya no está aislada, ni mal comunicada. La vieja retórica del lamento y de la marginación tiene pocos argumentos. Ahora es el momento de aprovechar las infraestructuras. Con la industria y el turismo, que se incrementará con la alta velocidad, volverá el crecimiento. Surgirán otros problemas, o se incrementarán los que existen, es el precio que habrá que pagar, pero la alternativa es la decadencia.
Junto con noticias sólidas, la campaña electoral del 28 de mayo se ha convertido en una extraña confrontación, en la que unos y otros parecen desear que se olvide lo que realmente está en juego. Comentaba hace unos días Carmen Morodo en La Razón que el propio gobierno está contribuyendo a presentar los comicios como un referéndum sobre Pedro Sánchez, precisamente lo que debería haber evitado. Los continuos anuncios del presidente del gobierno en sus mítines de los acuerdos que tomará el consejo de ministros contribuyen a desdibujarlos y a dar pábulo a las acusaciones de electoralismo improvisado. Quizá hubiese sido mejor hacerlo al revés y con cierta coherencia, no como, por ejemplo, sucedió con las medidas sobre la vivienda, repartidas como caramelos. En cualquier caso, su protagonismo puede eclipsar al de los verdaderos candidatos, una apuesta arriesgada, aunque el ejecutivo pueda vanagloriarse de la buena marcha de la economía y del empleo y sacar rédito de medidas como la subida de las pensiones.
La oposición no ha estado precisamente brillante. Lo único que propone son bajadas de impuestos, mientras es palpable que se necesitan recursos para sanidad, educación, residencias para la tercera edad e infraestructuras. Los errores del señor Núñez Feijoo, otro no candidato convertido en protagonista de la campaña, son tan frecuentes que casi parecen planificados, como si, a falta de otra cosa, se buscase así la atención de los medios. Que lo hayan convertido en algo parecido al dios de la lluvia no sé si dará muy buen resultado. ¿De qué río sin caudal llevará el agua a Andalucía? Que lo acompañase un chaparrón en Valladolid solo sirve para contentar a alguien tan perspicaz como el señor Mañueco, no creo que haya crecido mucho el Pisuerga. Es cierto que el presidente del PP comparte protagonismo con la señora Díaz Ayuso, a la que no parecen hacerle daño los crecientes titubeos ante preguntas para las que no lleva aprendida la respuesta, mientras el oscurecido señor Almeida ya no sabe qué hacer para que le hagan caso. Esa bicefalia podría tener efectos saludables si la inmoderada presidenta madrileña, ahora idolatrada por el gurú Jiménez Losantos, consiguiese quitarle votos a Vox en el conjunto de España.
En la conversión de las elecciones en plebiscito, Bildu les ha hecho un favor a las derechas. Es evidente que sus candidaturas constituyeron una provocación, incluso aunque en la inclusión de personas condenadas por terrorismo que han cumplido su condena haya pesado más la concesión al sector más radical de la coalición que el deseo de provocar. Es comprensible la indignación de las víctimas y legítima la crítica a esa decisión. Más peligroso es proponer medidas extremas, que no caben ni en la Constitución ni en la legislación actual, por mucho que se saque de contexto un artículo de una ley de partidos. Bildu puede haber cometido una inmoralidad, pero no una ilegalidad, esas personas han recuperado sus derechos civiles y políticos una vez que cumplieron condena. Tampoco apoya hoy el terrorismo de ETA porque ETA no existe y, afortunadamente, no hay atentados terroristas. Otra cosa es que no haya roto suficientemente con su pasado y que no sea capaz de reconocer la barbarie que supuso que el terrorismo continuase tras el restablecimiento de la democracia y la aprobación de una generosa amnistía, que sacó de la cárcel incluso a los condenados por delitos de sangre. Por cierto, cuando se repite que este es un caso insólito en las democracias, sorprende que nadie se acuerde del Sinn Féin, su relación con el IRA y su situación actual en Irlanda del Norte.
Que ETA se haya disuelto y el independentismo abertzale se haya integrado en las instituciones es positivo, es lo que le pedía incluso el señor Aznar. Devolverlo a la clandestinidad, lo que exigiría retorcer la ley y, realmente, violar la Constitución, podría entenderse como una invitación a que volviese a las armas, incluso como una corroboración de que no estamos en una verdadera democracia, el argumento que les sirvió para justificar el terrorismo. Desde luego, sería la mejor forma de alimentar el independentismo en Euskadi, quizá es lo que algunos desean porque creen que así obtendrán más votos del nacionalismo español.
Es posible que la rectificación que supone la retirada de los candidatos con delitos de sangre y las explicaciones de Arnaldo Otegi ayuden a poner algo de calma en la campaña. Es lógico que las derechas utilicen los acuerdos con Bildu para atacar al PSOE, como lo es que este haga lo mismo con los de PP y Vox, pero su radicalismo verbal ha convertido en necesario recordar lo evidente: el gobierno de coalición solo incluye a tres partidos, PSOE, Podemos e IU; Bildu no votó a favor de la investidura de Pedro Sánchez y tampoco ha apoyado todas las leyes propuestas por el ejecutivo; una ley no se contamina por quién la vota, lo importante es lo que dispone, algo que también es válido para las ocasiones en que coinciden los votos del PP y el PSOE; por último, la ciudadanía decide y, con una representación tan dividida, un cordón sanitario sobre Bildu, los independentistas catalanes y Vox, independientemente de que fuese acertado políticamente, lo que es discutible ya que atraer a los extremos al sistema es una estrategia razonable, solo permitiría la generalización de gobiernos de coalición entre PSOE y PP, tan imposibles como poco deseables en estas circunstancias.
No sé si la política recobrará la cordura, pero no será antes de diciembre. Entonces tocará decidir quién tendrá mayoría en las Cortes y podrá formar gobierno. Ahora votaremos otra cosa, a quienes van a gobernar nuestros ayuntamientos y, en algunos casos, comunidades autónomas. No es conveniente olvidarlo, tampoco, en medio de tanto humo, que el año próximo toca comenzar a reducir el déficit y la deuda. Los fondos europeos serán una ayuda, pero es más fácil que los impuestos suban, o se mantengan si, como está previsto, continúa creciendo la economía, que los veamos bajar; gobierne quien gobierne, recordemos a Rajoy y a Montoro. Tampoco está claro que en el futuro próximo se pueda gastar todo lo que se desea, por eso, bien están las licitaciones de obras que aparecen en el BOE.
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