Siempre se habla de la enseñanza. Pero a pesar de ser un motivo de movilización social, apenas incide en la intención de voto. Por eso el ministerio encargado nunca es un ministerio de estado. Por eso también se habla mucho de educación, pero no se habla en serio. Es un campo muy apetecido: primero, porque es un potencial espacio de negocio muy lucrativo; segundo, porque es un espacio de influencia y adoctrinamiento también muy codiciado, sobre todo por la Iglesia; y tercero, porque es un espacio muy querido para pedidos empresariales de formación sin coste. Las familias tienen con la formación de sus hijos la máxima ansiedad. Por eso les cuesta ver el conjunto, y así es un espacio muy fértil para la demagogia y la falsedad. Juntando todos los factores, la enseñanza no tiene suerte con su posición en la gestión pública, y más en estos tiempos de zascas y razonamientos de 256 caracteres. Pilar Alegría acaba de publicar un documento breve para transformar la profesión docente. Enumeremos algunas sensaciones rápidas y desordenadas.
1. De todos los problemas que tiene el sistema público de enseñanza, el trabajo y cualificación del profesorado es el menor. No pretendo ser condescendiente ni corporativo. Ni siquiera creo haber dicho algo positivo. De los agentes que intervienen en la enseñanza, el batiburrillo de ministerios, consejerías, familias, inspectores, teóricos de la educación y gestores administrativos, quien está más en su sitio es el profesorado. Ojalá no fueran ellos los que más saben de educación. Está bien que se quiera mejorar la profesión, pero tanto revuelo sobre la formación y selección de los enseñantes da a entender que tenemos un problema con el profesorado y su trabajo. No está ahí el problema del sistema educativo.
2. El documento dice buscar un mayor prestigio del profesorado y que por eso los van a seleccionar y formar mejor. Es un buen objetivo. Un profesor no puede tener más éxito que el crédito que se le dé. Y de nuevo parece que la pérdida de ese crédito está en el profesorado. No es cuestión de ofender o halagar, es cuestión de no hacer diagnósticos necios. Veamos algunas cosas revueltas que desacreditan el oficio de enseñantes:
- Cada vez hay más profesores con medios sueldos yendo de la ceca a la meca a dar clase (en algunas comunidades hasta por cuartos de sueldo y por horas sueltas). Crecieron como hongos esas interinidades de baratillo que llenan los centros de profesionales precarios.
- Se extendió la práctica de despedir a los interinos en el verano para contratarlos otra vez en septiembre. Un topicazo negativo en la percepción social de la enseñanza son sus vacaciones. Los sueldos y dedicación se calculan en todas partes por años. Luego se dividen los sueldos en mensualidades y las dedicaciones en jornadas. En un año no trabaja menos horas un profesor que un bedel o un administrativo de su instituto. Las tareas que tienen los profesores todos los fines de semana y otros goteos hacen que su dedicación sea la normal de cualquiera. Los despidos de verano, además de ser un abuso laboral, refuerzan un tópico injusto.
- Cada vez embuten las aulas de los centros públicos con casos más complejos, en grupos más inmanejables y sin ayuda profesional externa. Solo crecen las obligaciones, la burocracia y las responsabilidades. Cada vez se proyecta una imagen del profesorado más asistencial y menos de conocimiento. La desmoralización es evidente.
- No se cuidan los mensajes en momentos sensibles. No se puede olvidar cómo Celaá agradeció a TVE el haber seguido al pie del cañón cuando «cerraron los colegios» durante el confinamiento. Fue un desprecio al profesorado, los equipos directivos y las familias, que sostuvieron el sistema en condiciones límite, con las jerarquías desaparecidas en combate.
3. La mayor maldad que cabe en el sistema educativo es la segregación. La segregación da lugar a grupos inmanejables, sin objetivos académicos alcanzables, y a una desigualdad de oportunidades irrecuperable. Y crece cada día esa desigualdad. La enseñanza concertada ahonda la desagregación social con dinero público. En los centros públicos también se están utilizando las secciones bilingües para segregar. No se ve el menor movimiento para detener este proceso y así dará igual lo que hagan con la carrera del profesorado.
4. La enseñanza está afectada por el abuso continuado de interinidades que fue denunciado desde Europa. No se trata de si estabilizar a los interinos es una forma justa de seleccionar el profesorado permanente, que no lo es. Se trata de que la reparación del abuso laboral debe ser prioritaria y hacerse con medidas excepcionales limitadas en el tiempo que compensen el daño de una mala práctica continuada. Solo se retocaron los baremos para puntuar la antigüedad de hasta 10 años, cuando los interinos de más años son precisamente un exponente más grave del abuso que Europa insta a resarcir. Esto también afecta al prestigio del enseñante y hay que poner orden antes de otros cambios.
4. Se pretende que las carreras que pueden conducir a la enseñanza incluyan materias de didáctica añadidas a las que ya hay que hacer en el Máster de Profesorado, que a su vez se quiere ampliar un año. Esto supone que se estudie un poco menos de matemáticas en el grado de matemáticas y un poco menos de historia en el de historia, después de que ya se estudiaba un poco menos al bajar un año las carreras. Seguir bajando el nivel de los contenidos de la especialidad llegará a reducir la enseñanza al tarareo de una canción sin letra que cantar. El conocimiento y la apetencia de conocimiento es mercancía irrenunciable de la enseñanza y la herramienta de la igualdad de oportunidades y calidad de vida.
La enseñanza no puede ser una tarea asistencial, aunque tenga ese componente. A todos nos concierne que las facultades de educación estén en las mejores condiciones de incidir en la enseñanza. Por eso debe mejorarse la relación de las facultades de educación con la enseñanza real en los centros y debe mejorarse su relación con las ciencias y disciplinas que aportan los contenidos. Las didácticas y las ciencias flotan incomunicadas como el aceite y el agua, creo que mis compañeros y compañeras de educación estarán de acuerdo. El CAP de hace tiempo fue un fracaso. Una parte del actual máster retiene aquello que no funcionó. Y no mejoraremos hinchando más lo que no puede funcionar sin mejorar el contacto entre ciencias y didácticas. Y tengo la sensación de que hay que abrir la facultad de educación a las ciencias y disciplinas de contenidos, antes que insistir en la inversa.
5. Antes de tocar el Máster de Profesorado, debe ponerse orden en su impartición. La comparación de la exigencia, contenidos y prácticum del máster de Oviedo, por ejemplo, con versiones jibarizadas que se hacen de cualquier manera en universidades privadas produce sonrojo. Hasta ahora fue posible hacer el máster en serio o prácticamente comprarlo con moneda corriente con los mismos efectos legales. Hay que intervenir.
6. El Máster necesita más instituto y menos universidad. Inversamente, en la formación permanente del profesorado se necesita más implicación de la universidad. Y sobre todo se necesita orden y criterios en el batiburrillo de cursos de diversos pelajes que se están utilizando muchas veces como venta en moneda corriente de puntos para oposiciones.
Habrá que esperar el proceso de siempre, revuelo de documentos y reuniones, presiones, apagón informativo y al final una ley de sopetón apañada con quienes estén más cerca de la corte. La enseñanza está acechada por intereses poderosos que no buscan su calidad como servicio público ni la igualdad de oportunidades. No se puede mejorar sin chocar con entidades poderosas. La educación no mueve intenciones de voto y lo que se haga solo se puede hacer por convicción. Es raro chocar con poderosos solo por convicción y principios. El documento rasca donde no pica.
Comentarios