Había un hombre maduro en mi barrio que se compró una moto de gran cilindrada, una Honda Goldwing de color blanco, y los sábados la sacaba de donde quiera que estuviera guardada para limpiarla en la calle meticulosamente. Se le ponía el pecho como de palomo mientras sacaba brillo al brillo. Dicen que los señores de cincuenta o más se compran una moto tan grande para poder sentir algo duro y caliente en la entrepierna de vez en cuando. Solo le vi dos veces conduciendo aquel monstruo, y hace bastante que no veo la moto por ningún lado, a saber si tanta potencia acabó con las ganas. La opulencia sobrevenida tiene estas cosas, supongo.
Uno de los youtubers emigrados voluntariamente a Andorra bajo una presión fiscal imaginaria que ni ellos se creen, tiene un Maserati aparcado y muerto de risa en un parking del microscópico país. Es el coche deportivo de gente que cree tener más de lo que tiene, que no tiene que ser necesariamente dinero. Al parecer, la normativa del pequeño país no permite que el coche circule por ahí en las condiciones en las que está, así que para lo único que sirve es para hacerse fotos con él. Todos estos desahogados más o menos hilarantes para la gente normal llevan semanas llenando tertulias de diverso pelaje, y las malas lenguas dicen que por fin Iker Jiménez ha logrado entrevistar a auténticos fantasmas.
Aunque no sé hasta qué punto todos los emigrados voluntariamente a Andorra sin presión de ningún tipo comparten ideología, lo cierto es que da igual. Su comportamiento es exactamente el mismo. Todos se comportan como ricachos randianos, y todos tienen esa mentalidad delirante que ha aupado a Vox al Congreso: los que más tienen, los que ya han ganado todo el dinero que necesitan para vivir y alimentar a sus tataranietos, se quejan de que el estado les oprime y se exhiben como víctimas de un sistema perverso en el que todos los que no somos ellos vivimos de las subvenciones. El debate, por supuesto, es falso.
Todos ellos parecen creer que en España se malgastan recursos públicos. Quizá uno de esos malos gastos sea curar a residentes de Andorra en nuestro país, no lo sé, pero en cualquier caso, todo esto no son más que excusas. Ninguno de los emigrados voluntariamente sin que medie presión fiscal confiscatoria alguna parece saber cómo funciona el IRPF, ni cómo se gastan nuestros impuestos, así que ni tan siquiera estoy seguro de si los más abiertamente anarcocapitalistas saben que lo que cuentan es mentira. Carmen Porter, en un debate en el programa de su santo, dijo que hay muchas subvenciones que pagar a funcionarios, demostrando que cualquiera puede acabar presentando un programa de televisión. Lo único cierto en este delirante país es que una docena de freaks han logrado colar un gol en los medios a base de mentiras e ignorancia. El debate es falso porque por muchos comunicados lacrimógenos y autocompasivos que emitan los youtubers, la realidad es que el único debate honesto sería el de si es legítimo ser egoísta. Ahí allá cada cual con lo que opine, pero algo me dice que si deciden ocultar esta idea detrás de tanto barro es que saben perfectamente que lo que han hecho es reprobable. Un debate que parte de una o varias mentiras es un debate vacío. Es la foto de un Maserati para horteras muerto del asco.
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