El pregón de «Semanona» de un gijonés de El Coto

OPINIÓN

04 ago 2017 . Actualizado a las 21:18 h.

Nací en el Coto.

Con el cornetín del cuartel de Simancas desperté todos los días de los mejores años de mi vida. Tiempos en los que las abuelas todavía vareaban los colchones de lana en el descampado de enfrente, hasta allí llegaba Gijón, y tiempos en que la leche se repartía todavía en bruto. Esa leche a la que las mismas abuelas separaban la nata, hacían mantequilla o la presaban para tomar con azúcar.

Tiempos en los que en días de lluvia y viento las ramas de los enormes eucaliptos del jardín de la casa del al lado golpeaban a veces sobre la ventana y en algún hueco de aquellos colchones de antes nos podías encontrar, a mis hermanos y a mí, aterrados por la fuerza de nuestra naturaleza.

Tiempos en los que en el almacén de vinos de mi abuelo Laureano, Bodegas San Asensio, todavía quedaban resquicios de cuando se repartía el vino a caballo y en los que , en el Dindurra, ya dejaban entrar a las mujeres solas, que en tiempos de soltera de mi madre Angelita estaba mal visto.

Tiempos de Zulima, mi abuela, llevándonos a casa Rato, aquella confitería de camareras con cofia, uniforme de raso negro y delantal con puntilla, aquella cafetería tres estrellas Michelin del chocolate y su pastel.

Tiempos del tio Manolo, todo amor por nosotros.

Tiempos en los que el cine lo era todo.

Mi abuela Oliva me llevaba al gallineru del Campos, donde interminables telones pintados, que eran los anuncios de entonces, preludiaban la película que nunca acababa de empezar. En el Fac y en el Roma intentábamos colarnos pasando por una edad que no teníamos, en el Hernán Cortes me llevó mi padre Aurelio a ver El día más largo, que me pareció larga la verdad, en el Maria Cristina saqué en brazos, desmayada, a un “refresco” durante el estreno de El exorcista y en el Jovellanos intenté, sin éxito, rozarme con alguna de «aquelles hermoses neñes» que acabábamos de abordar en Begoña.

Días los más felices, de niño, de niño de Gijón, días abrochados a la naturaleza y a su mar. En el muelle pase noches y noches pescando con truel quisquilla que vendíamos ahí enfrente, en el Centenario. Días en los que si paseabas un poco más de la cuenta ya estabas en un prau y si bajaba la niebla ya no sabías volver a casa.

Días en los que el mar engaña y te tienen que sacar a tierra firme los socorristas, de donde el mar te llevó, en la playa de San Lorenzo. Días también de hollín y calles negras del Gijón industrial como esa a la que nos mudamos de nombre imposible de olvidar, la calle donde crecí: Magnus Blikstad…

Dias de bodorrios…y espichas…y folixa …aquí en el Hotel Asturias se celebró la boda de mi tío Luis con la tía Maite. Mi tío, uno de esos don Juanes tan asturianos, esos que no ligan, cortejan, tan elegantes, porque aquí siempre se vistió muy bien, con mucha clase… que no te engañen… ese tío mío que tuvo uno de los primeros coches que aquí se vieron…con sus puertas de madera… un figurín de entonces…un moderno de la época…

Dejadme que os cuente que mis primeros negocios los hice siendo monaguillo en el Corazón de María, donde estudié durante tantos años felices, y en el Sagrado Corazón, en San José, en San Pedro y, sobre todo, en San Lorenzo. En esas parroquias conocí las mieles de las propinas de todos los que os casasteis o bautizasteis allí. Sabed que os conocí casi el primero, que acaricié vuestres cabecines casi el primero y que fui el primero en escuchar de vuestras bocas los «sí quiero», mirándoos desde el privilegiado lugar de ser oficiante de aquello, de frente, en «zona VIP».

Y hoy, hoy amigos, que también os tengo de frente y también desde un sitio de privilegio, os tengo que decir que por mí ya llegué al final… que hoy puedo caer tranquilo de este balcón y estrapallarme feliz… porque hoy llegué al final de todo … porque no hay nada más grande que estar en este balcón. Nunca, de neñu, pude soñar en que algo así ocurriría. No cabe mayor honor.

Pero antes de que esto pudiera suceder, lo de estrapallarme digo, dejadme que os diga, dejadme que os mire a los ojos y os diga, que ser de Xixón es ser muy grande. Muy muy grande.

Que eso que dicen que somos generosos, cariñosos, que abrimos los brazos a todo y a todos… dejadme que os diga que ¡es verdad!.

Que eso que dicen que no somos gentes de penas y que, si las tenemos, son para cantarlas al amor de una botellina en plan sentimental… dejadme que os diga que: ¡es verdad!

Que eso que dicen que no guardamos rencor a nadie, que eso «aquí nunca se vió»… dejadme que os diga que: ¡es verdad!.

Que aquí las mesas de los chigres son alargadas, para compartir. Que os están esperando a los que venís de fuera para que os sentéis al calor de alguien, que veréis qué pronto os vais a sentir como en casa… que veréis qué pronto os van a abrazar… en Xixón… y que veréis qué pronto acabaréis contándolo por ahí , a los cuatro vientos, sorprendidos, porque veréis que: ¡es verdad!.

Que eso que dicen que somos desinteresados, que somos creativos, honrados, serios, que nos apañamos con poco, que nos sobra de todo… que todo eso os digo que: ¡es verdad!

Tambien los hay que dicen que somos fanfarrones.. será que tenemos de qué presumir ¿o no es así?

Que hablamos alto… pues será que hablamos con el corazón o ¿no es así?

Que si somos tímidos… pues será por no pasarnos de gallos o ¿no es así?

Amigo visitante… has de saber que si una mujer asturiana te mira a los ojos…has de saber que de aquí, de Xixon, ya no te mueves…busca cobijo aquí. Que ya nadie te querrá igual.

Amiga visitante…has de saber que si un chaval de aquí te lleva de romería, has de saber… que ya de aquí no te mueves…que ya nadie te querrá igual. Busca cobijo aquí.

Aquí amigos visitantes, no hay termino medio. Xixón es tan ancho como su mar, tan alegre como el sonido de la sidra que oirás caer, aquí el aire y la lluvia se llevan todo lo malo, aquí si llegas al postre te admiraremos, aquí al que cocina mal lo desterramos, aquí el que no nos acepta nuestra mano «ye que yé mancu».

Abrid aquí vuestros brazos mirando al mar y dejaros llevar. Hinchar los pulmones, dejad salir despacio el aire. No hagáis mas. Nosotros nos encargamos de todo. Para nosotros verte feliz será el mejor regalo que nos puedas hacer.

Así que si finalmente aquí a la pena se la llama «penina» y a la Semana Grande «semanona», hagamos caso a su nombre. Que no haya termino medio.

Pasailo a lo grande. Pecad todo lo que podáis, eso si, siempre de mutuo acuerdo. Bebed y disfrutad, eso si, sin haceros daño ni a vosotros ni a los que os rodean y, sobre todo, dejáos llevar por vuestro corazón, propios y extraños, dejaos llevar por lo mas bonito que tenemos en esta tierra…que no es otra cosa que su gente. Gente grande. Muy muy muy grande.

¡Puxa Asturies!

¡Puxa Xixón!