Juan Jareño, diseñador gráfico: «Con Las Letronas conseguí quitarle a Chillida la responsabilidad de ser la imagen turística de Gijón»

GIJÓN

El asturiano ha obtenido seis nuevos reconocimientos Anuaria en las categorías mejor campaña de publicidad comercial, mejor cartel y mejor ilustración
14 feb 2025 . Actualizado a las 13:14 h.Juan Jareño continúa consolidándose como un referente en el mundo del diseño gráfico asturiano. Mientras que su característico estilo ilustrativo, conceptual y minimalista sigue formando parte de grandes campañas culturales realizadas por entidades como la Fundación de Cultura de Gijón o la Fundación Princesa de Asturias.
Tras ganar, el pasado año, un Laus de Oro, el autor de Las Letronas de Gijón ha sigo galardonado con cinco nuevos reconocimientos en la última edición de los Premios Nacionales de Diseño Gráfico, Anuaria. Ahora, el diseñador asturiano nos habla sobre su laureada trayectoria y nos cuenta en qué situación se encuentra el mundo diseño gráfico en en el Principado.
—En la última edición de los Premios Nacionales de Diseño Gráfico, Anuaria, una de sus obras recibió el Oro en la categoría a mejor ilustración, además cinco obras fueron seleccionadas en las categorías mejor campaña de publicidad comercial, mejor cartel y mejor ilustración. ¿Qué supone este tipo de reconocimientos?
—Esto es lo que en publicidad llaman cosecha, recoges lo que siembras. El año pasado fue muy bueno porque recibimos un Laus de bronce, un premio con mucho reconocimiento a nivel nacional. Y este año ha caído un oro Anuaria. El Anuaria es un reconocimiento que tiene, digamos, un premio principal, el Oro, y luego hay una serie de trabajos que son selecciones. Es decir, de los cientos y cientos de trabajos que se presentan hay uno que gana y otros seis o siete que lo acompañan como los mejores. Este año, ha caído un Oro para la Fundación Cultural por un trabajo del Festival Poesía POEX. También hemos recibido otro Oro internacional por la exposición de Magnum que le hice a la Fundación Princesa de Asturias, es otro superpremio y lo iremos a recoger esta semana a Toledo.

Me preguntas qué significa. Pues mira, yo con lo que me quedo es que el diseño que nosotros hacemos, este diseño tan ilustrativo, conceptual y minimalista está ganando reconocimiento. Hace cinco años, presentaba trabajos y ni los seleccionaban, y ahora están ganando premios por todas partes. Al final, creo que es una manera de trabajar que se ha ido abriendo un hueco, y cada vez hay más diseñadores que la utilizan. Existen antecedentes, pero ahora mismo compite en igualdad de condiciones con otras formas de diseño gráfico muy habituales. Si ves el palmarés del año pasado de los premios Laus, solo había un diseño gráfico con este estilo en medio de 100 premios y era el nuestro. Es un premio que reconforta un poco lo que haces y que te hace ver que no está tan mal.
—Lleva más de tres décadas dedicándose al mundo del diseño gráfico. De hecho, no hay año en el que algunas de tus obras no ilustren las calles de Gijón, pero ¿cómo fueron tus primeros pasos en este mundo profesional? ¿cómo fueron esos inicios?
—Estudié Bellas Artes en la Universidad de Salamanca con la intención o la idea de enfocarme en la pintura o en las esculturas, es decir, en las artes más tradicionales. Y cuando me adentré en ese mundo, descubrí que no me gustaba y que no estaba cómodo en él. En tercero tuve una asignatura que se llamaba Diseño Gráfico; por aquel entonces no sabía ni en qué consistía. Pero ahí descubrí que era el sitio donde quería estar y donde más cómodo me sentía. No me obligaba a una creatividad propia, sino que venía determinada por un encargo y esto me daba mucha más facilidad para pensar.
Ahí es donde entendí que el diseño gráfico es el talento o la cualidad de hablar para contar en imágenes lo que el clientes quiere decir. Yo siempre comparo a los diseñadores con los traductores. Nosotros hablamos el lenguaje de las imágenes y si tú quieres contar una cosa visualmente y no sabes, lo que haces es acudir a nosotros para que la hagamos por ti.
Cuando terminé Diseño Gráfico en Salamanca, estuve un tiempo en Madrid y luego ya me vine a Asturias a trabajar en una empresa en la que estuve 25 años. Primero como empleado, después como director de arte júnior y luego pasé a sénior. En 2011, decidí irme y abrir mi propio estudio. Y este es exactamente el punto en el que sigo ahora. En resumen, son 30 años ya casi de carrera, desde 1992.
—A lo largo de su carrera profesional, ¿cómo empiezas a definir ese estilo gráfico que tanto te caracteriza como diseñador?
—Hay dos razones. Por un lado, hay una circunstancia importante a tener en cuenta, y es que aparece el trabajo cultural. Este tipo de trabajos para, por ejemplo, la Fundación Municipal de Cultura de Gijón, la Fundación Princesa de Asturias o museos tienen una personalidad muy marcada. En los trabajos culturales, cuando tienes que crear una imagen, no es solo poner la fotografía del cuadro del artista y unas letras encima, tienes que saber interpretar y contarle a la gente de qué va ese festival, lograr que perciban en esa imagen cómo es el festival, cómo es la exposición, ese encuentro poético o esa actividad cultual. Y eso, te obliga un poco a buscarte a ti mismo.

Esa definición tan marcada se produce de una forma mucho más evidente al marcharme de donde trabajaba e irme al estudio. Esos años en la empresa fueron muy buenos a nivel creativo y a nivel de obras; por ejemplo, tuve mucho tiempo para desarrollar todo lo que tiene que ver con las exposiciones. Hice el Museo de la Villa Romana de Verano, diez pabellones municipales del Ayuntamiento de Gijón y obras de mucha entidad de ese carácter y menos obras con tanta personalidad en lo gráfico.
La personalidad gráfica, que ahora mismo es de lo que más habla la gente o con lo que más me identifican, aparece después de irme del estudio porque su perfil de trabajo estaba en la misma línea. Después de ponerme solo, empiezo a trabajar para el Museo de Bellas Artes de Asturias, continúo con la Fundación Princesa y con la Fundación Municipal de Cultura. También aparecen otras fundaciones por España, hago mucho trabajo editorial y mi perfil se va vinculando más a lo cultural y en lo cultural ocurre lo que te digo; no te dan una imagen para que tú la uses, sino que te piden que te la inventes. Ahí me vi obligado a encontrar cómo contar eso, y llegué a donde llegué. Una vez la gente lo ve y le gusta, ya te empiezan a llamar para que sigas contando lo de ellos, como cuentas lo de los otros. Ahora estamos en este punto.
—En sus diseños, ¿qué porcentaje viene dado por la creatividad y que portaje viene predeterminado por el cliente?
—En una balanza, en mi caso, yo creo que por lo menos tiene un porcentaje de creatividad muy alto, del 75 % para arriba. A mí el cliente me llama y me dice qué quiere y qué busca, pero no me describe las imágenes, no me condiciona, no me dice qué cosas quiere que figuren. La descripción de trabajos, cuando a mí me hacen un encargo, es más genérica: «quiero que transmita alegría, que llegue a todos los públicos o que quede metido aquí, en este público concreto. Que sea algo muy popular». Es decir, son conceptos.
La manera que tengo de hacer mi diseño es una suma de dos cosas. Por un lado, tengo que buscar ideas. Normalmente lo hago por asociaciones de cosas. Si me dicen «queremos llegar al universo de la poesía», pues busco cosas para viajar, una bicicleta, un coche, y posibles descripciones de la poesía: palabras, renglones, métodos de escritura. Al final, juntas lo uno con lo otro y de ahí sale una imagen. A mi nunca me imponen nada, ahí creo que tengo mucha suerte, la verdad.
—¿Cuáles diría que son las claves para ser un buen diseñador gráfico?
—Creo que el triunfo depende de la capacidad que tienes para transmitir cosas, para que tus diseños que están en la calle consigan emocionar. A mí me parece muy importante hacerlo desde la humildad, no tener la sensación de estar posicionado en un lugar, porque en ese momento empiezas a ver las obras desde la valoración: esto está bien, esto está mal. Todo tiene algo que aportar. Y es verdad que dirigirte a un público siempre te obliga mucho a modificar lo que tienes que contar y muchas veces te ves obligado a hacer cosas que estéticamente no son de tu agrado, pero que son necesarias para decir lo que tienes que contar.
El próximo mes inauguro una exposición con obra gráfica que trabaja todos estos conceptos. Va a estar en la Sala 1 del Antiguo Instituto y tiene una serie de obras mías. La gran parte de ellas no están creadas para clientes. Son utilizando el mismo lenguaje que utilizo para los clientes, pero expresan emociones o conceptos propios. Cuando estás con una obra de estas características te enfrentas siempre a la duda de si esto que estás haciendo está bien o está mal. Hay que tener seguridad, pero también hay que tener cuidado con la confianza, porque cuando te confías, puedes estar regocijándose en medio de tus ideas vulgares, que no necesariamente son magnificas. Siempre hay gente muy brillante y hay que estar atentos a dónde están, no por copiarlos, pero sí por saber que no eres el único ni el mejor.
Tener una buena idea depende también del momento; yo no tengo 50 buenas ideas. Al final, los diseñadores que triunfan no triunfan porque sean buenos; lo hacen porque han tenido buenas ideas que destacan más.
—En 2022, cuando comenzaba el final de la pandemia, aseguró en una entrevista para este mismo periódico, que el diseño gráfico no se encontraba en su mejor momento. Tres años después, ¿cómo ha cambiado la situación?
—Creo que ha mejorado. Aunque no sabría decirte a nivel de sector, creo que en los últimos años, se ha ido definiendo el trabajo de autor y que las individualidades creativas se han consolidado. Ahora, por la calle, es más fácil reconocer qué hace tal diseñador o qué hace el otro.

Por otro lado, creo que ahora hay más trabajo, aunque que quizá la calidad no es lo que más destaca, no porque no haya diseñadores de calidad, sino porque mientras que el trabajo cultural es el que da más pie a poder lucirla, en el de publicidad o de comunicación, donde casi todo viene de fuera, es más complicado. Además, hay muchos tipos de diseños ahora mismo: el diseño web, el diseño de ordenador...
—Una de sus obras, Las Letronas, decoran el Puerto Deportivo de Gijón desde hace ya 12 años. ¿Diría que es su obra más representativa?
—Es con la que más me identifican, pero para mí es «la obra». No la rechazo, ni estoy en absoluto en contra de ella. Tengo que agradecerle un montón de cosas. Estoy contento de obra por un motón de cosas, pero desde luego no un trabajo que me produzca un orgullo especial, le tengo el apego que le tengo a otros muchos diseños. No deja de ser parte de un logotipo que a mí me llegó dado y que yo convertí en ese elemento.

Lo digo siempre, con Las Letronas conseguí quitarle a Chillida la responsabilidad de ser la imagen turística de Gijón, que creo que el Elogio no se merecía, porque es una magnífica escultura y estaba convertida en un anuncio de la ciudad.
Por otro lado, hay otras obras que les tengo un apego por su dificultad; por ejemplo, el escenario de los Premios Princesa de Asturias, la exposición de Magnum, el libro de Felipe González o el escudo del Sporting. También tengo que reconocer que Las Letronas marcaron justo el cambio de etapa, fue la última obra que hice en el estudio en el que estaba. Para mí, suponen el final de una etapa y el comienzo de otra.

—¿A qué retos se enfrenta este 2025?
—En esta época del año en la que estamos no podría decirte que tengo nada en previsión. En marzo es cuando empieza a moverse el mercado de una forma fuerte. Sé que hay trabajos por ahí que apetecen mucho, pero tampoco sé muy bien en qué condiciones van a estar para poder optar a ellos.