El postre se mantiene vigente siguiendo de manera rigurosa su receta original, batiendo el almíbar a mano en un perol de cobre
13 sep 2024 . Actualizado a las 09:31 h.Gijón es una ciudad golosa y con buen paladar, en la que su gente sabe apreciar un buen dulce. Por ello, no es de extrañar que en las calles de la ciudad se puedan encontrar multitud de confiterías y pastelerías. Sin embargo, no todas ellas pueden decir que cuentan con más de cien años de historia. Regentada hoy en día por la cuarta generación, La Playa se ha convertido en una de las confiterías más antiguas de la ciudad.
Ambrosia García y Fabián Castaño, tras una visita a la expo de Bruselas y tras haber aprendido del oficio en otras confiterías emblemáticas como Casa Rato, decidieron emprender y abrir La Playa sin saber que más de cien años después sus recetas continuarían conquistando los paladares más exquisitos. Inspirada en los salones de té europeos, con mesas de tabla de mármol y patas verdes y rojas y un piano en la sala, La Playa abrió sus puertas en 1921, en la calle Jovellanos, frente a la bahía de San Lorenzo, de ahí su nombre. Tras la guerra de 1938, se trasladó a la calle Corrida donde aún hoy permanece abierta.
El negocio familiar se encuentra hoy día regentado por María Fuentes e Inés Villaverde, bisnietas de los fundadores. Desde pequeñas vivieron la confitería como suya, «al final nuestras madres eran las que estaban antes aquí. La confitería es la familia, no somos nosotros, ni los anteriores que estuvieron, sino que somos todos», explica Inés. Y en este caso, no solo se refiere a la familia de sangre, sino también a todos aquellos trabajadores que desde hace décadas les acompañan y hacen posible el funcionamiento de este negocio.
Aunque siempre estuvieron vinculadas a la confitería, las primas aseguran que ponerse al frente del negocio familiar «no es fácil. Si no viviste esto no sabes lo duro que es. Es difícil porque hay que comprar, producir y vender. Detrás de todo esto hay mucho trabajo; intentar no bajar la calidad en ningún momento si no todo lo contrario, siempre intentamos ir un poco más allá».
Y parece que lo han conseguido. En Gijón no solo resuena el nombre de La Playa, sino que además uno de sus pasteles se ha convertido en el más representativo de la ciudad. Sus tres texturas conformadas por tres únicos ingredientes, huevo, almendras y azúcar, han convertido a Las Princesitas en las reinas de los pasteles gijoneses. La primera constancia de este delicioso postre data de 1940 y desde entonces se ha respetado el mismo proceso de producción artesanal. Un proceso «laborioso», y «curioso de ver», que requiere de paciencia y delicadeza.
Su elaboración comienza desde la materia prima, «traemos la almendra cruda, la molemos y la tostamos». El siguiente paso es elaborar la crema a base de yema con un poco de azúcar que se cuece a una temperatura específica para conseguir el punto perfecto». Las rosquillas se elaboran a partir de la crema de almendras, dándoles forma con una manga pastelera, se meten en el horno y se dejan secar. El proceso del almíbar es quizá el más especial, pues en La Playa aún lo hacen a batiéndolo a manos en un perol de cobre. Una vez bañadas, explica Inés, las rosquillas se meten una rejilla para que gotee el exceso de almíbar y se meten a secar al horno.
Las Princesitas pueden ser el acompañante perfecto del café de sobremesa, pero también lo son de las pastas de nuez, otra de las especialidades de la confitería La Playa. Las pastas de nuez se caracterizan por un relleno especial de praliné que une dos pastas de mantequilla que se bañan en chocolate y se rematan con media nuez entera.
Sí se habla de la confitería La Playa no se puede olvidar mencionar el soufflé de fresa, otro de sus grandes clásicos. Hecho a base de una fresa en confitura y almíbar, rellena de dos capas de bizcochos sobre una finísima capa de chocolate, todo ello envuelto en un auténtico merengue requemado. El dulce no es la única especialidad de esta confitería, el pan de miga inglés también arrasa en ventas. «Es el pan que utilizamos para hacer nuestros conocidos sándwiches», destaca Villaverde.
Aunque los pasteles y pastas de La Playa son ya todo un clásico, en sus más de 100 años de historia la confitería ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. «Por ejemplo, ahora hacemos porciones más pequeñas, porque quizá la gente ya no consume tanto tartas tan grandes. También introducimos pequeñas variaciones en los bombones o en las coberturas. Intentamos ir un poco con las tendencias». Sus creaciones pasteleras no son las únicas que evolucionan. Con el fin de darle un sentido más personal al negocio, una de las últimas novedades han sido las cajas diseñadas por el ilustrador Abe The Ape, quien ha trabajado para el Ayuntamiento de Madrid y Dior, entre otros.
Aunque en los últimos años «parece que se haya desatado una pequeña lucha contra el azúcar», La Playa continúa su legado gracias «al buen paladar de quienes nos visitan, que saben apreciar una buena creación». También ayuda a mantener los estándares de calidad que Gijón sea una ciudad golosa, quizá como decía la madre de Inés «porque la falta de sol se compensa con el dulce».