«Cuando estoy en contacto con la bebida no sé qué me pasa, que acabo como el rosario de la aurora»
GIJÓN

Un integrante de Alcohólicos Anónimos de Gijón recuerda para La Voz de Asturias su «lenta, pero imparable» caída en esta enfermedad y cómo hace 24 años, tras tocar fondo, logró «despejar la mente y volver a disfrutar de verdad de la vida»
03 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El pasado sábado, 25 de mayo, se celebró un acto por el 58 aniversario de la Asociación de Alcohólicos Anónimos de Gijón, una entidad que desarrolla una labor inestimable a la hora de dar apoyo a las personas que están sufriendo una mala situación personal a causa de la adicción a la bebida.
José Miguel (nombre inventado para preservar su anonimato), es una de esas personas a las que conocer a la entidad hace «24 años» le ha cambiado la vida. Comenta que su descenso al alcoholismo se produjo «poco a poco» y «no tan joven como están empezando ahora». «Hice maestría en el Revillagigedo y en el viaje de estudios ya me pasé un pelo», recuerda.
Y es que José Miguel insiste en que se trata de «una enfermedad lenta, pero imparable», que te va atrapando «poco a poco». «Por ejemplo, para sacar a bailar a las chicas tenía que tomar unas botellas de sidra que me dieran la valentía necesaria», rememora.
«Con la sidra pensaba erróneamente que crecía», añade. Lo que inicialmente eran unos tragos para adquirir lo que se conoce como el «coraje holandés» fue «in crescendo». En este sentido, empezó «a beber más» y lo que era un consumo esporádico, de fin de semana y con un marcado componente social, pasó a ser un hábito «casi todos los días».
La primera señal que le hizo darse cuenta de que su relación con la bebida empezaba a ser problemática fueron las «lagunas mentales» que empezó a experimentar. «Me asustaron», admite. En ese momento decidió acudir a una reunión pública del grupo de Gijón en El Carmen, si bien no logró identificarse con los asistentes, su problemática y sus circunstancias vitales.

«Yo no tenía ni treinta años y las experiencias que allí vi eran muy duras, de gente que había estado en la cárcel, en el manicomio...», comenta. «Lo dejé y con el paso de la vida me separé, algo en lo que influyó bastante la ingesta de alcohol», reconoce.
Tras su divorcio, José Miguel volvió a vivir con su madre y recuerda que «aquello fue un desastre». Se inició una rutina de «llegar a casa tarde, hecho una piltrafa». «Entonces conocí a la que hoy es mi mujer, fui honrado y le dije que me gustaba el alcohol», apunta.
José Miguel «pensaba que con su cariño iba a lograr dejar de beber, pero no lo logré». «Entonces fui con una gran profesional para intentar controlar la bebida, pero no funcionó», asevera. «Como soy un enfermo alcohólico, en el momento en el que estoy en contacto con la bebida no sé qué me pasa, que acabo como el rosario de la aurora», admite.
Pasado cierto tiempo, una clienta del salón de belleza en el que trabajaba su mujer le sugirió que José Miguel podría tener un problema con el alcohol y, «como última oportunidad», le propuso volver a ese grupo de Alcohólicos Anónimos que unos años antes le había resultado extraño para él.

«Mi mujer me dijo que era eso o que cogiera las maletas y me fuera con mi madre», rememora. Entonces, con 53 años, regresó a la comunidad y define la experiencia como «una salvación» y un «cambio radical».
«Lo que más me abrió los ojos es que me dijeron que la primera copa o botella de sidra desencadenaba en mí esa compulsión de seguir bebiendo», indica.
Este retorno se produjo durante las fiestas de Navidad, y una de las cosas que José Miguel no podía quitarse de la cabeza era cómo iba a ser capaz pasar la Nochevieja sin brindar con champán. «No pienses en Nochevieja, piensa en no tomar esa primera copa hoy», le contestaron en el grupo.
Desde entonces ha pasado estos casi 25 años «asistiendo a reuniones, haciendo trabajos para la comunidad» y logrando «despejar la mente y disfrutar la vida, sin esos efectos del alcohol». «Ya no soy ningún chaval, pero ahora disfruto de verdad de la vida», admite.
Y es que, a su juicio, «la diferencia de no tener miedo a enfrentarte a la vida sin la muleta del alcohol es enorme», ya que él mismo cree que «antes era una persona muerta y vacía por dentro».
En este sentido, pone de manifiesto como, más de una vez, viniendo de su trabajo por la carretera se le pasó por la cabeza «dar un volantazo» y acabar con todo.
«La vida me la dio mi madre, pero esta alegría la logré gracias a Alcohólicos Anónimos y practicar todos los principios que allí nos damos unos a otros y los doce pasos de recuperación», apunta.
Considera que «es muy difícil darse cuenta» de que se tiene un problema con la bebida cuando se es joven, ya que «no sabes las consecuencias de empezar a tontear». «Hay jóvenes que beben algo y son normales y corrientes», concluye.
Alcohólicos Anónimos de Gijón dispone de un teléfono de 24 horas, con el que cualquier persona, ya sea alcohólico, familiar o amigo puede ponerse en contacto. Es el 649235531.