Dos semanas solidarias y una experiencia para toda la vida

Claudia Granda REDACCIÓN

EMIGRACIÓN

La asociación Avimun vuelve a Asturias abrumada ante tal acogida en su viaje humanitario a Senegal

18 jun 2018 . Actualizado a las 17:02 h.

Hace una semana que han aterrizado en tierras asturianas y José Ramón Silva todavía se siente abrumado. El pasado 22 de marzo él y sus 25 compañeros procedentes de Asturias y Madrid que conforman la asociación Avimun cogían un vuelto con destino a Senegal para realizar uno de los viajes de su vida. Lo que comenzó como un viaje de placer, terminó por ser solidario, con la colaboración de decenas de empresas y particulares. Trece días de acciones a lo largo y ancho del país africano que no les ha prohibido poder disfrutar del país en todo su esplendor.

La llegada al primer poblado fue apoteósica. El poblado entero les estaba esperando, con sus vestimentas coloridas, y bailando al sol de música popular. «Los niños tenían preparadas banderas de España para nosotros. El recibimiento fue de película», cuenta Silva, que aún necesita tiempo para asimilar todo lo que han podido llegar a hacer en tan poco tiempo para tanta gente. Fue en este poblado, en Keur Bounama, donde realizaron la primera de las acciones solidarias. Les hicieron entrega de material escolar, además de cocinar para todos los allí presentes. Tal y como cuenta Silva, la intención era salirse del menú básico de los comensales, pero decicieron no arriesgarse. «La gente allí no come nada variado, su dieta se basa en arroz, pescado y carne. Incluso rechazaron el pan que les llevamos porque no lo mezclan con las comidas». Ni siquiera la idea de cocinar pasta fue bien recibida. Así que se pusieron manos a la obra y cocinaron junto a las mujeres senegalesas que no salían de su asombro al comprobar que quienes iban a cocinar serían hombres. «Su arroz era muy seco y la carne muy hecha, pero el plato estaba exquisito», cuenta Silva y explica que allí se come con la mano en fuentes que comparten unas seis personas. Y, por supuesto, también habían pensado en los niños. No podían faltar los caramelos y los globos. «Se fascinaron tanto que tuvimos que pedirles que hicieran una cola para repartirlo. Hasta que nos dimos cuenta de que esa fila no llegaba a su fin. Estaban tan entusiasmados que volvían a colocarse al final para volver a recibir caramelos».

No desaprovecharon ni un minuto de su tiempo para ayudar. Allí llevaron una gran cantidad de material de consulta para atender a los vecinos. El poblado llegó a saturarse debido a que llegaron a acudir personas de pueblos colindantes. «Allí el médico acude una vez al mes como muy pronto y los enfermeros atienden las necesidades más básicas». Cuatro puestos de atención no fueron suficientes para atender a todo el mundo. «Tuvimos que parar. Se nos echaba la noche encima y no habíamos terminado», explica Silva.

 En la isla de Sippo también se entregaron medicinas. El Gobierno hace entrega de lo básico durante el mes d enero y en el poblado ya lo habían agotado. «No se creían que todo aquello que llevábamos fuese para ellos. Reaccionaron como si hubiesen llegado los Reyes Magos a aquel lugar». En Sippo fueron recibidos por la reina, una señora muy anciana, según cuenta Silva. Allí, hicieron reparto de comida, ropa y calzado, que todos compartían equitativamente en sus recipientes metálicos. «Cada cabaña tiene su recipiente, nos gustó tanto la manera tan amable en la que todos repartían por igual que después de irnos enviamos más material a través de un barco». La tercera acción fue una fiesta. De camino al pueblo de Mbourokh recogieron a varios niños que se dirigían hacia la escuela, donde les esperaba el mobiliario que desde Avimun habían donado. Una gran cantidad de niños les recibió bailando, cantando y celebrando su llegada. «Incluso nos dedicaron una canción en la que hablaban en español», recuerda Silva.

Dejando ya atrás todas las acciones solidarias y durante su viaje para conocer el país, decidieron visitar un orfanato del que habían oído hablar. Fue muy grata su sorpresa al descubrir las excelentes condiciones en las que bebés y niños se encontraban. «Acudimos a un supermercado para comprar leche materna, cereales y algún elemento más fundamental para colaborar. Encontrarnos en esa situación nos llenó mucho y nuestra intención es seguir colaborando con ellos desde Asturias», explica el voluntario.

Si tuviese que organizar un nuevo viaje humanitario, Silva asegura que se lo pensaría seriamente. «Veo una próxima visita, pero en la distancia», asegura. No descarta realizar más de un viaje a Senegal pero no de tales dimensiones. Por el momento él y sus compañeros colaborarán desde casa y, de hecho, ya lo están haciendo. Los refugiados de Tinduf ya han recibido parte de su material a través de una asociación de Avilés. Dos palés de los muchos que te tuvieron que quedar en tierra han sido donados al asilo avilesino. Esta semana se encuentran tramitando algunas donaciones para campamentos del Sáhara. Y todavía sobran donaciones y material para seguir colaborando durante mucho más tiempo. «Tenemos muchos contactos para seguir trabajando. Entre todos los colaboradores decidiremos qué hacer con el dinero, porque es derecho de todos elegir su destino».

 Un viaje que marca muchas vidas

«Estoy muy orgulloso del trabajo que ha realizado todo el mundo», asegura Silva que recuerda emocionado, sobre todo, el increíble trabajo del equipo médico. Con su viaje han ayudado a mucha gente a mejorar, aunque fuese mínimamente, y han superado todos sus temores. «Cuando organizas el viaje tienes miedo de que esto les supere o no estén preparados, pero todo el mundo se integró perfectamente», recuerda.

Tal vez quien mejor lo haya pasado fuese Reyes, la más pequeña de grupo. «La niña ha vivido una experiencia increíble. Entre que su piel era distinta al del resto de críos y su color de cabello casi no la dejaban en paz. Disfrutó muchísimo», dice Silva. Este viaje es algo que le marcara tal vez más que al resto del equipo. «Se fue ilusionada y vuelve aún más».