Su nombramiento provocó críticas feroces hasta de Maradona, pero ha sabido trocarlas por elogios gracias a su conocimiento y calma como seleccionador
19 dic 2022 . Actualizado a las 09:40 h.La designación de Lionel Scaloni (Pujato, 1978) comenzó como un remedio para ir tirando en medio de una selección envuelta en escándalos y que llevaba casi tres décadas sin un título. Messi, que encandilaba en el Barça, se marchitaba con Argentina, e incluso amagaba con la idea de no volver jamás. Tras el Mundial de Rusia, cuando la Albiceleste cayó en octavos, la AFA recurrió a Scaloni, que había sido ayudante de Sampaoli y dirigía la sub-20. Era un arreglo provisional, pero pocos lo entendieron. Le llovieron las críticas por, al parecer, no tener cualificación ni pedigrí. En su primera rueda de prensa le llegaron a preguntar si tenía carné de entrenador. Visiblemente molesto, pero con una paciencia a prueba de bombas que nunca le ha abandonado en el cargo, explicó que se había sacado el título en España. Scaloni fue durante nueve temporadas pieza clave del mejor Deportivo, en el que conquistó cuatro títulos (una Liga, una Copa y dos supercopas), antes de jugar en Italia e Inglaterra, así como disputar un Mundial, el del 2006. También militó en el Racing de Santander y en el Mallorca.
Pero los reproches, algunos cercanos al insulto, no amainaron. Ruggeri, campeón del mundo en 1986, se quejaba de que no hubiese «un proyecto serio» y el mismísimo Maradona, cuyo currículo como entrenador cabe en una hojita, se permitió atizarle sin piedad: «Scaloni es un buen chico, pero no vale ni para dirigir el tráfico. El problema es que un día se crea técnico y quiera ir a un Mundial. Puede ir al Mundial de motociclismo si quiere, pero al de fútbol no». Al Pelusa le daba rabia que la selección argentina cayera en manos «de un pibe», y no del Tata Martino, que acababa de ser nombrado director técnico de México.
Ni Menotti, ni Bilardo
A todos los que lo habían conocido en A Coruña les llamó la atención la reacción de Scaloni, que desde que se sentó en un banquillo tan caliente se ha conducido con discreción y austeridad. No se extiende en el discurso filosófico de Menotti, ni la violencia verbal de Bilardo, los únicos campeones del planeta con la Albiceleste, a los que hoy puede emular. Mide sus palabras y prefiere que no le apunten los focos. Desde un carácter sobrio y alejado del que le distinguió como futbolista, pacificó el ambiente de la selección y está extrayendo las mejores virtudes de sus futbolistas. Quizá no sea el mejor plantel del Mundial, pero Messi y sus compañeros juegan con el alma en la boca, movidos por una convicción inquebrantable. Ahí radica precisamente el gran mérito de Scaloni, que ha empleado toda su energía en construir un bloque solidario, abnegado, infatigable y esperanzado.
Casado con una mallorquina y padre de dos hijos, Lionel Scaloni ha seguido viniendo a Riazor siempre que ha podido, y ha demostrado que tal vez no sepa dirigir el tráfico, pero desde la templanza ha conducido a Argentina a 90 minutos de ganar su tercera estrella mundial. Algo que no supo hacer Maradona.