La enorme pérdida de poder adquisitivo de los clubes españoles se refleja en la necesidad de deshacerse de sus fichas más altas
23 sep 2020 . Actualizado a las 08:56 h.Hace un año (más el pico del covid) los equipos de la zona noble en Primera aún pretendían jugar a ser grandes a golpe de talonario. Florentino agitaba la varita de disimular reveses para solapar el descalabro en Liga —la 2018-19 fue la peor campaña en veinte años— y Champions —expulsado en octavos por el Ajax— sacándose a Hazard de la chistera. 115 millones costó el truco. Cinco menos de los invertidos por Bartomeu en desmontar un amaño publicitario. El de Griezmann y su juramento de fidelidad eterna al Atleti. Un año después de montarse su propia película, el francés abandonaba el Wanda y se mudaba al Camp Nou. Dejaba, eso sí, dinero suficiente para que Cerezo le comprara a Simeone otro futbolista al que dosificar. 126 millones pagó por Joao Félix. La clásica cifra modesta al alcance del campeón de los pobres. El Sevilla destinó 180 millones a saborear el retorno de Monchi. El director deportivo los distribuyó en once adquisiciones, para disimular el dispendio.
El Valencia se dejó mucho menos de la mitad en una visita al mercado que ya avanzaba futuras penurias. Apenas nueve en el curioso trueque de Neto por Cillesen; doce en llenar de estilo el banquillo con Correia; y quince en una contratación con apariencia de movimiento corriente que acabaría llenándose de relevancia un año (y el pico del covid) más tarde. Maxi Gómez ha ascendido por méritos propios y ventas ajenas. La operación limpieza emprendida en Mestalla ha convertido al ariete uruguayo en único referente fiable del ataque che, al que se le ha caído Rodrigo a precio de saldo. El internacional fue el primer aviso de la alarmante pérdida de poder económico de los clubes españoles: se fue al Leeds, recién ascendido a la Premier, por treinta millones y la ficha.
En la ficha está precisamente la clave porque durante este verano post primera oleada pandémica se han disparado los casos de antiguos ricos venidos a menos y urgidos de liberar cargas salariales. El Valencia no se detuvo en Rodrigo y transfirió, mucho más cerca, dos piezas fundamentales en su medular, que ahora ejercen en el Estadio de la Cerámica. El Villarreal se hizo gratis con Parejo y desembolsó por Coquelin poco más de seis kilos. Ahorros e ingresos insuficientes todavía para equilibrar las cuentas de los que ahora dirige Javi Gracia, que no ha obtenido ningún refuerzo que alivie las salidas.
Le queda el consuelo de echarle un vistazo al resto y comprobar que no hay un solo grifo abierto. En Barcelona han regalado a Vidal y a Rakitic, con el único consuelo de unas remotas primas por variables, y quisieron aliviarse también de la carga de Suárez. Solo el temor a verlo marcando para el Atlético retiene las ganas de Bartomeu de deshacerse de un futbolista de 33 años y quince millones de euros por campaña.
En el Real Madrid también han seguido la línea del resto, empaquetando a Bale rumbo a Londres, donde el Tottenham no suelta un euro pero al menos asume la mitad del sueldo del galés. Solo un poco más lejos, en Liverpool, ha acabado James, adquirido a coste cero por el Everton, que dispone de margen suficiente para la nómina del colombiano.
Las libras son la moneda del nuevo mercado del fútbol.