Michael Robinson marcó una forma de comunicar, dio una perspectiva del fútbol jamás vista hasta entonces y enfrentó a la vida con una sonrisa que conquistó al público

ANA IGLESIAS

«Estoy jugando un partido y en estos instantes estoy perdiendo 2-0. Pero ojo, falta media hora y tengo a Messi quitándose el pantalón del chándal y va a entrar y jugar para mí». Con esta frase habló Michael Robinson del cáncer que le puso en jaque. Un enfermedad que se ha llevado al exfutbolista y comentarista con 61 años. Se ha ido una voz inolvidable. Aquella que todos los amantes del fútbol recordarán siempre. Michael Robinson se ganó al público con su peculiar acento, uno que no perdería jamás y que a la vez le sirvió para ganarse la cercanía del público. Pasaban los años y esa pronunciación permanecía. En cualquier tertulia de amigos se hacían la misma pregunta: ¿Con todo el tiempo que lleva aquí como puede seguir teniendo ese acento?. Y es que llegó hace 30 años sin pensar en el tiempo que se quedaría y pasaron tres décadas. «Cuando llegué a España solo decía hola, adiós, gracias, cerveza y contaba hasta cinco», reconocía en un inestimable sentido del humor.

Michael Robinson le dio la vuelta a la forma de contar el fútbol. Le convirtieron en un habitual de las retransmisiones, siempre unido a Carlos Martínez y a Maldini en los partidos de los domingos por la noche. El partido de Canal+ que arremolinaba a la gente en los bares. Pero no solo lo narraba de una manera única. También fue capaz de darle la vuelta a la cámara y mostrar lo que ocurría en las gradas gracias a ese ojo que todo lo veía en El Día Después. Una nueva manera de contar que marcó un estilo que todavía permanece.

Revolucionó la década de los 90. Y no solo por su estilo ante los micrófonos. También por ser la imagen de uno de los juegos de ordenador más exitosos de la historia. El PC Fútbol, el videojuego de gestión futbolística que arrasó entre los adolescentes de la época y que llevaba impresa de sonrisa de «Robin». Pero su polivalencia le llevó también a probar en otros campos como en el doblaje, donde puso su característica voz en «Shrek 2» y «Shrek tercero», interpretando al personaje de Doris, «la hermanastra fea».

Pero antes de llegar a los micrófonos Robinson fue futbolista. Nació en Leicester en 1958. Inglés, aunque defendió la camiseta de la selección irlandesa, comenzó su carrera futbolística en Coventry, para después debutar con el Preston North End en Segunda división con 17 años. Más tarde fichó por el Manchester City, donde llegó a convertirse en el delantero más caro de la historia aunque no llegó a triunfar. No pasó una buena racha y decidió fichar Brighton & Hove Albion y volver a empezar. Y le salió bien. En 1983 fichó por su querido Liverpool. Solo una temporada en la que tocó la gloria. Conquistó la Premier, la Copa de la Liga y la Champions ante el Roma. En la final jugó la prórroga como sustituto y asumió la responsabilidad de lanzar el sexto penalti. El propio Michael recordaba ese momento y reconocía que «cuando me pidieron que lanzara el penalti yo pensaba en mis padres que estarían diciendo… mi hijo la va a cagar». Tras su paso por el equipo de sus amores fichó por el Quens Park Ranger para acabar fichando por Osasuna en los últimos años de su carrera. Sobre su etapa como futbolista le acompañaron varias famas. Entre ellas, la de bebedor, algo a lo que siempre respondía: «Yo tenía fama de bebedor cuando jugaba. Pero nunca tomaba alcohol 54 horas antes de un partido. Aunque es verdad que no recuerdo muy bien todos los lunes de mi vida».

El sentido del humor nunca faltaba. Y la sonrisa mucho menos. «Soy muy afortunado: no he dado palo al agua nunca, lo que hago no lo considero un trabajo», reconocía en una entrevista al revista Jot Down. Disfrutaba y hacía disfrutar. De la televisión, la que le hizo conquistar al público admitía que «me ha hecho llorar de pena, de felicidad, reír mucho, me cuenta las historias más terroríficas, me da las mejores noticias: no es la caja tonta, es la caja mágica». Pero su paso por la Cadena Ser también dejó un sello indiscutible. Sus charlas con deportistas en Acento Robinson, consiguiendo acercar sus conversaciones gracias a la intimidad de la radio y a aquel tono pausado que impedía cesar la atención. Pero donde culminó su calidad delante de la pantalla fue en Informe Robinson. Un programa documental que iba más allá del deporte. Premio Ondas 2009, en él no solamente hablaba de gente del deporte, si no que era el vehículo para contar historias humanas. Dando lo mismo si esa historia deportiva es de gloria o de derrota.

En enero del año pasado se sentó ante los micrófonos con su amigo Carles Francino. Allí se sinceró valiente sobre su enfermedad. Sin reparos. Un melanoma con metástasis: «Me dieron una noticia tremenda: «Michael, tienes cáncer, uno malo que no tiene cura»,  afirmó tranquilo. Hasta usó su sentido del humor como arma al contar como antes de ir a su primer día de tratamiento la enfermera le recomendó ir en ayunas para evitar efectos secundarios. Con su sorna habitual contestó a la sanitaria que esperaba que uno fuera vocalizar bien las erres. No perdió su sentido del humor ni en el peor momento.

Su adiós definitivo como narrador fue en la Champions League. El escenario no pudo ser otro que «su estadio»: Anfield. Allí comentó el partido entre el Liverpool y el Atlético, donde escuchó por última vez el You'll never walk alone. Acabó con derrota la última de sus batallas. En la que nunca estuvo solo. Porque como bien dice el himno de sus amores. Él nunca caminará solo.