Desde hace ya meses que en el mundo del fútbol se especulaba con la posibilidad de una imputación de Andreu Subies, el expresidente de la Federación Catalana de Fútbol y actual vicepresidente de la española y uno de los hombres fuertes de Luis Rubiales. Finalmente, a la espera de que se confirme o no su imputación, lo que ha llegado es su detención por parte de la Guardia Civil.
La primera reflexión que sugiere esta situación es que la justicia le ha dado un golpe serio al presidente de la Federación Española. Subies no es que sea ahora uno de los hombres más importantes en el mandato de Rubiales, sino que fue decisivo en la búsqueda de votos para que el dirigente alcanzara el sillón en Las Rozas.
Pero lo cierto es que esto no debería suponer ninguna novedad, ya que la andadura del dirigente nació ya viciada con el apoyo que siempre otorgó a varios de los presidentes de las territoriales, que desde el principio estuvieron imputados en la operación Soule. A Rubiales no le importó que sobre ellos aparecieran indicios de actuaciones muy graves que habrá que dilucidar si finalmente se encuentran tipificadas en el código penal. Los acogió en su regazo y los ha protegido hasta la fecha, declarando que hay que respetar la presunción de inocencia y que se trata de personas muy válidas para la gestión en el fútbol. Lo mismo ha dicho ahora en el caso Subies, donde apunta un «máximo respeto por las decisiones judiciales y por la presunción de inocencia».
Desde que llegó Rubiales a la federación, esta se ha convertido en una especie de agencia de colocación de amigos y fieles del presidente; la confrontación con la Liga ha aumentado hasta alcanzar cotas insoportables; y el sectarismo se ha instalado definitivamente hasta el punto de que las territoriales que no le apoyaron en su momento están señaladas con una cruz enorme.
Los hechos están confirmando que en su día salimos de la Guatemala de Villar para entrar en la Guatepeor de Rubiales.
Y por último, ¿qué actitud está mostrando la secretaria de estado para el deporte? Tibieza absoluta. Ayer hizo unas declaraciones típicas de quitarse de en medio y de que hay que respetar las decisiones que se tomen desde los juzgados. Y así debe ser, pero cabría esperar de quien dirige el deporte español un mensaje de firmeza y de la más absoluta intolerancia para con la corrupción. ¿Para qué queremos a los políticos si no tienen nada que decir cuando, precisamente, es la hora de poner los puntos sobre las íes?
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