
Según la creencia popular, cuando uno de estos talismanes se rompe significa que el objeto ha protegido a su portador de algún suceso dañino, por lo que es necesario reemplazarlo
10 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Asturias es una tierra de tradiciones, creencias arraigadas y cierta superstición. Son muchas las personas que portan consigo amuletos o talismanes con los que buscan protegerse de la negatividad o de la envidia. En el Principado, la reina de estos ídolos es la cigua o figa de azabache. Tallada con paciencia y maestría, esta pieza de joyería tradicional es mucho más que un adorno. Pese a ser habitual encontrarse con ella en collares, pulseras o incluso puertas de la región, son muchos quienes desconocen el origen de tan extendido símbolo.
La cigua es una figura de protección, tradicionalmente elaborada con azabache, que recibe multitud de nombres, como cigüeta, puñerín o puñesín. Esto se debe su forma de puño, que representa una mano cerrada en la que asoma el pulgar entre los dedos índice y corazón. Quienes creen en la utilidad de este amuleto, aseguran que este gesto de las manos es el que se debe realizar al encontrarse en presencia de una persona que pueda ocasionar mal de ojo o de quien se sospeche un sentimiento de envidia.
Según recogió en la década de los 80 en los Cuadernos del Norte la doctora Inmaculada González-Carbajal, la cigua «representa el sexo femenino, es un símbolo de la maternidad y al colgarlo al cuello o la muñeca no se busca otra cosa que la protección y la defensa contra los malos espíritus». Se cree que la cigua lleva protegiendo a los asturianos desde la Edad Media. Durante siglos, el azabache asturiano fue exportado a toda Europa, sobre todo durante este periodo, cuando los peregrinos del Camino de Santiago compraban amuletos elaborados con este material como recuerdo y protección espiritual. De hecho, el Museo Arqueológico de Asturias expone uno de estos talismanes, hallado en perfectas condiciones en el año 2007, en las excavaciones de la muralla de Grado, que data del siglo XIII.

Tal es la importancia y el arraigo de la cigua de azabache en la cultura asturiana como símbolo de protección, que también forma parte de la tradición regalar este amuleto a los recién nacidos y a sus madres para mantenerlos libres del mal de ojo o el agüeyamiento. Según la creencia popular, cuando uno de estos puños se rompe significa que el objeto ha protegido a su portador de algún suceso dañino, por lo que es necesario reemplazarlo.
Además de las propiedades que se le atribuyen a la cigua, su importancia en la tradición asturiana también resulta capital en cuanto a su fabricación artesanal. La cigua se trabaja habitualmente con azabache asturiano, considerado uno de los mejores del mundo por su calidad. El azabache es un mineraloide de color negro intenso, con un brillo muy característico cuando se pule. Se trata de una piedra semipreciosa de origen orgánico, puesto que es el resultado de la fosilización de madera que, durante millones de años, se ha transformado bajo presión y sin oxígeno, dando lugar a una sustancia dura y ligera, parecida al carbón, pero mucho más densa y compacta.
La cigua es una de las principales elaboraciones con azabache y se venden en mercados artesanales, tiendas esotéricas y joyerías especializadas, con un precio que oscila entre los 7 y los 30 euros, en función de los materiales y elementos ornamentales adicionales del talismán, siendo muy populares también las ciguas de azabache y oro. Algunas ciguas se venden como colgantes, otras como broches o llaveros, y hay quienes las incluyen en rosarios, pulseras o incluso pendientes.