Voces críticas del Reino Unido acusan a la serie de Netflix de distorsionar la verdad al reflejar los años más controvertidos de la familia real con el matrimonio de Carlos y Diana
23 nov 2020 . Actualizado a las 20:32 h.Si aceptamos a Google como termómetro definitivo del interés popular, es fácil ver cómo The Crown ha disparado el ansia del público por conocer más detalles acerca de quién fue realmente la malograda princesa Diana. Desde que se estrenó la cuarta temporada de esta serie mimada por Netflix como su propia joya de la corona, las consultas sobre Diana Spencer en este motor de búsqueda se han incrementado de forma exponencial. Lo mismo ha ocurrido con las preguntas de los internautas sobre Margaret Thatcher, el otro gran personaje que se introduce en los nuevos episodios, ambientados a finales de la década de los setenta en el Reino Unido.
Ocurre con The Crown lo mismo que con gran parte de las series que entran en detalles tan precisos que humanizan a los grandes personajes de la historia: el espectador quiere conocer cuáles de los hechos relatados ocurrieron en realidad y cuáles son licencias creativas del autor. ¿Era buena la relación entre Thatcher e Isabel II? ¿Ocurrió realmente la «prueba Balmoral»? ¿Rompió Carlos con Camilla antes de la boda?
The Crown se desarrolla en la fina línea que separa la realidad de la ficción. Frente a los múltiples telefilmes que han abordado la historia de la familia real y el triángulo amoroso más célebre de la historia con evidente sensacionalismo, la diferencia que establece esta serie de Peter Morgan es su calidad y su exhaustiva documentación, lo que se traduce también en credibilidad.
En el Reino Unido no han tardado en surgir voces críticas que encienden las alarmas acerca del modo en que se retrata a unos personajes y unos hechos tan conocidos que todo el mundo cree tener suficiente información sobre ellos. Voces que la acusan de «reescribir la historia» y que temen que la parte dramatizada acabe por imponerse sobre la realidad como versión oficial. Las primeras quejas han llegado de fuentes cercanas a distintos miembros de la familia real poco satisfechos con los perfiles que arroja el relato.
Paradojas de la vida, la propia prensa sensacionalista ha salido en defensa de los Windsor. El diario The Mail on Sunday lanzó este fin de semana una campaña para pedir a Netflix que introduzca en los capítulos un aviso legal que deje bien claro que se trata de una ficción. Basada en hechos reales, sí, pero ficción. El periódico critica a la serie tachándola de distorsionar la verdad. «Se han sacado a la luz hechos que sucedieron en una época muy difícil para la familia real británica, hace 25 o 30 años, sin que nadie se preocupara por los sentimientos de los protagonistas. No se debe engañar al público al hacer creer que esta es una representación precisa de lo que realmente sucedió», reivindica.
Los peor parados en esta historia son, como siempre, los amantes, y ahora matrimonio, Carlos y Camilla, pero también el resto de la familia, que forzó una boda condenada al fracaso. Amigos del heredero alzaron la voz en su nombre para asegurar que lo que hace The Crown es «trolear» a la familia real «con un presupuesto de Hollywood». Uno de los aspectos más discutidos en lo que concierne al príncipe de Gales es la supuesta carta que Lord Mountbatten le escribe poco antes de morir asesinado por el IRA para advertirle de que ya es hora de sentar la cabeza, olvidarse de su relación con Camilla Parker y encontrar una esposa adecuada. No hay constancia de que esa carta hubiera existido en realidad, pero es el recurso narrativo empleado para escenificar el ultimátum a un sucesor apático, dividido entre el amor y el deber.
Oficialmente la familia real nunca ha visto los episodios de esta serie, pero distintas fuentes filtran que en palacio cunde la decepción por lo que consideran imprecisiones que son a su juicio flagrantes. También ha circulado por algunos medios una supuesta reacción del príncipe Guillermo afirmando que «sus padres están siendo explotados y presentados de una manera falsa y simplista para ganar dinero».
La serie de Peter Morgan ha puesto un cuidado especial en recrear algunas de las icónicas fotografías de la relación de Carlos y Diana que se han convertido en el símbolo de lo que al principio parecía ser un cuento de hadas y acabó revelándose como una pesadilla. Pero la intrahistoria que acompaña a esas imágenes es inventada y el autor no lo esconde. «Ya he escarmentado con el hecho de que cuando uno está centrado en la documentación, el drama sufre. Tienes que aproximarte a ello como dramaturgo. Tienes que ver las historias, los arcos, los cambios y los ritmos. Tienes que llegar a ellos desde una perspectiva emocional e imaginar de algún modo lo que la gente está sintiendo y pensando en ese momento, más que dónde estaban en un día concreto y qué palabras usaban para dirigirse a determinadas personas en público. Y la documentación solo te puede dar ciertas cosas. Espero que todo el mundo lo entienda, aunque hay algunos críticos de televisión e historiadores que no parecen comprender que me parece esencial que lo que estamos haciendo aquí es aceptar que la gente también quiere un acto de imaginación. No quieren solo una regurgitación. Pones la televisión y una parte de ti está pensando ¿esto ocurrió realmente? ¿no ocurrió? ¿hay alguna verdad en esto? No quiero sentirme completamente engañado. Entonces comprueban en la Wikipedia», afirma Morgan.
Brisbane y Canberra están en Málaga
También en los paisajes y las localizaciones se obra la «magia del cine», que permite llegar allí donde la realidad no alcanza. En las redes sociales, especialmente en Australia, se han hecho muchas bromas en las últimas horas con la recreación del viaje que Carlos y Diana hicieron a las antípodas en 1983. Las localizaciones para llevar a la pantalla ciudades como Brisbane, Sídney y Canberra se grabaron, en realidad, en Málaga, con la monumental Opera House cortada y pegada encima del paisaje español. Del mismo modo, el desierto de Almería recrea el entorno de Ayers Rock, con el enorme monolito colocado allí gracias a los efectos especiales.
«El elemento más difícil es que gran parte de The Crown se va deshaciendo de aquello que ya sabemos y mira esto como un drama más que como algo histórico [...]», afirma el actor Josh O'Connor, que interpreta al príncipe Carlos en la ficción.
Por su parte, Emma Corrin, que encarna a Diana, defiende la parte de recreación que tiene la serie: «Peter [Morgan] tiene una manera de escribir que captura los conflictos internos de los personajes, son retratos humanos y muy sensibles. Eso muestra lo que es tan maravilloso de cada personaje y también tan imperfecto. Creo que eso es lo que él hace tan bien, humanizar a personas de las que no sabemos mucho o de las que solo hemos visto una cara en el ojo público».
El propio Peter Morgan explica: «Diana tiene ahora perspectiva histórica. Uno tiene la suficiente distancia para que sea un poco más solemne escribir sobre ello. Soy consciente de eso. Realmente no quiero aproximarme a ello tanto que lo que hago sea periodístico. Quiero asegurarme de que existe la distancia suficiente como para que la historia de Diana pueda ser algo más, pueda tener resonancia metafórica, contando su historia y las luchas que atravesó para ser aceptada, para encajar, para conseguir el reconocimiento que ella ansiaba».
Si la familia real recela de la serie es también por su deseo de permanecer al margen de la realidad o de mantener cierto control sobre ella a pesar de los tabloides. Hace ya cinco décadas que la monarquía británica comprendió que un exceso de transparencia no encajaba demasiado bien con las distancias que establecen el oropel y el manto de armiño. La familia real se prestó a finales de los sesenta a filmar para la BBC un histórico documental titulado Royal Family que abría por primera vez las puertas de palacio para mostrar a la reina y los suyos en sus rutinas diarias. Al principio parecía buena idea, pero abrir aquella cortina que había permanecido cerrada hasta entonces a los ojos del público le hizo objeto de numerosas críticas hasta el punto de aquel documental solo se ha emitido en dos ocasiones y permanece desde entonces guardado bajo llave. Un episodio de la tercera temporada de The Crown mostraba la grabación de aquel documento audiovisual que resultó ser demasiado explícito para los Windsor. En aquel capítulo, la princesa Margarita encarnada por Helena Bonham Carter subrayaba una situación que encontraba absurda: «Nos están grabando mientras vemos la televisión para que la gente nos pueda ver viendo la televisión en sus propios televisores en casa. Esto se hunde hasta nuevos niveles de banalidad».