Día V tras el ascenso del Oviedo, con Colombatto: «Bajamos del bus en el Tartiere y Cazorla nos dijo que era imposible no ganar»

Pablo Fernández OVIEDO

AZUL CARBAYÓN

Colombatto, entre Silvino y César Martín, durante la celebración del Real Oviedo
Colombatto, entre Silvino y César Martín, durante la celebración del Real Oviedo H. H.

La Voz de Asturias entrevista en exclusiva al centrocampista del Real Oviedo tras el histórico regreso a Primera División. «Creo que seguiré en el Oviedo, eso quiero»

26 jun 2025 . Actualizado a las 17:16 h.

Miércoles, 25 de junio. Tres días después de hacer historia con el Real Oviedo, Santiago Colombatto (Ucacha, Argentina; 1997) está a punto de coger un avión con su familia para comenzar sus vacaciones. LA VOZ DE ASTURIAS, en exclusiva, charla con él sobre todo lo sucedido en la última semana y media en la capital del Principado. Desde el primer asalto en Anduva hasta lo del Carlos Tartiere, incluyendo la celebración y, claro, su futuro en el club. Un ascenso a Primera División con Santiago Colombatto

—Una obligada. ¿Qué tal la resaca?

—Pf. Acá andamos, recuperando. Bien, ya estoy bien. Cuesta todavía asimilar y poder dormir, todavía estoy eufórico tras todo lo vivido. A medida que vayan pasando los días, bajará todo y volveré a la normalidad.

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—Empecemos por el partido de Anduva. Recuerdo a Dani Calvo levantando el puño mirando a la grada justo cuando el árbitro pitaba el final.

—El resultado, dentro de lo malo, sentí que era bueno. El 1-0 no te garantiza nada habiendo una vuelta. La ventaja no era grande, aunque tuvimos -tuve- la oportunidad de empatarlo y es duro no aprovecharla. Aun así, siento que lo que pasó fue lo mejor para nosotros. No podíamos especular, solo nos servía ganar y creo que eso nos viene bien. Más allá del enojo y la bronca por no convertir el penal, la sensación era que el resultado no era malo.

—Su penalti.

—El penal… En cuanto el árbitro fue a ver la jugada a la pantalla agarré la pelota y ya sabía dónde iba a patear. Fui a buscar a Cerve (Diego Cervero) porque tenía ahí las estampitas en el bolsillo, las famosas estampitas, y se las toqué un poco. Suspiré, miré a la tribuna y se me pasaron un par de cosas por la cabeza. Tiré y vi que no iba al medio como pretendía, se me fue un poco a la derecha del portero y a media altura. Cuando vi que me la sacaba con el pie pues nada, quedaba partido todavía y seguí enfocado en jugar. Fue lo que pasó, lo que tenía que pasar. Se tenía que dar así y al final quedará como una anécdota. En esos momentos hay que asumir la responsabilidad y luego se puede marcar o errar, pero uno siempre intenta hacerse responsable de sus cosas. Para lo bueno y para lo malo.

—¿Le dio muchas vueltas?

—Te juro que cuando terminó el partido ya lo estaba olvidando. Le escribí a mi mujer, que es la que me aguanta y más sufre, y le puse que estaba bien y que era positivo, que lo íbamos a lograr. El penal pasó y no se podía cambiar, pero podíamos revertirlo.

—«Quedan cinco días para ascender», decía Paunovic el lunes. Toda la plantilla parecía confiada. 

—Es que era así. Empezó la semana y todos eh, ni uno dudaba. Todo el mundo estaba optimista y decía que se iba a lograr. La vibra positiva estaba ahí y todo eso empuja, todo eso sirve. Si nos llegamos a hundir tras perder 1-0 y teniendo la vuelta en casa… era imposible. Yo estuve más positivo y sonriente que nunca, traté de contagiar también desde donde me tocaba. Y si lo era yo, que había fallado el penal, imagina el resto.

—¿Esa vibra también estaba en 2024, justo antes de ir a Cornellá?

—Yo creo que fue diferente. Totalmente. Evidentemente las circunstancias eran otras y lo que pasaba por la cabeza de todos seguramente también.

—¿Cómo vivió el recibimiento del sábado?

—Fue diferente a todos los que había vivido. Fue increíble. Me acuerdo de que antes de bajar del autobús, ya en el estadio, Santi (Cazorla) nos dijo que era imposible no ganar. Imposible. Toda esa ilusión, todos esos niños… Era imposible no ganar. Nunca viví algo igual.

—¿Qué se le pasa por la cabeza cuando el Mirandés hace el 0-1?

—Nada, seguí confiando. Estábamos yendo hacia adelante y ellos nos habían pillado con su juego en un par de veces. Mucha presión por dentro, conectar con los delanteros y dejar de cara. Cuando nos hicieron el 0-1 pues nada. Cuando pitó el penal pensé que el portero no podía atajar dos penales en la misma eliminatoria.

—El penalti de Cazorla.

—No lo vi. O casi, bueno. Estaba agazapado, rezando y esperando a escuchar el sonido del gol en la grada. Levanté la cabeza en el último momento para ir al rechace y cuando vi la pelota entrando pensé que ya estaba. Ese fue el principio de todo, era lo que necesitábamos.

—Cuénteme cómo fue ese descanso.

—Buf. Estuvo bueno ese descanso, muy picante. Personalmente, no me gritaban tanto desde que Gennaro Gattuso me entrenó en el Pisa [risas]. Fue algo especial.

—¿Cuál fue el gol que más gritó el sábado pasado?

—El de Portillo, sin duda. El de Portillo. Porque… [suspira]. Lo logramos, ya está. Fue ese sentimiento de lograr algo gigantesco, algo único para el club y para su gente y también algo que llevo mucho tiempo buscando personalmente. Me acerqué a la oreja de Portillo y le grite “te amo” y “gracias por venir” varias veces. 50 cosas le dije.

—Portillo, el hombre ascenso.

—Es que ese tipo de futbolistas están hechos para esto. Es así. Da igual que no jueguen, cuando les toca lo hacen de puta madre porque son buenísimos. Eso ha sido Portillo. Está tres o cuatro partidos en el banquillo, entra y parece que es titular. Son jugadores especiales. Al margen del gol, que es un golazo lo que mete, es que no perdió un balón. Y lo del resto de compañeros que entraron, por favor…

—El fondo de plantilla saliendo a relucir.

—Lucas, César (De la Hoz), Oier (Luengo)… Alemao, mi hermano, que llevaba tiempo sufriendo. Fue una locura lo que jugaron.

—¿Qué hizo cuando Sesma Espinosa pitó el final?

—Faltaba un minuto y empecé a pensar. Estaba en el último asiento del banquillo, me agaché y empecé a recordar muchas cosas. Empecé a llorar. Pitó el árbitro y no vi como todos mis compañeros saltaban al césped corriendo. Yo seguía en el piso llorando y no me acuerdo quién me toca y me dice que salga ya, que la gente estaba tirándose al campo. Luego vi ese vídeo de Fede sentado en el banquillo y uno que cae del cielo atravesando el techo [risas].

—¿Salió y corrió?

—Me recorrí todo el campo en dirección al palco en el que estaba mi mujer, pero claro, ella ya se había metido en la cancha y cuando llegué al palco no estaba. Yo llorando ahí y ella no estaba. Sí me encontré a mi hijo, que estaba con la tía de mi mujer, lo abracé y empecé a llorar y a llorar. Ese es el momento más lindo que he vivido en mucho tiempo. Me volví caminando a la zona en la que estaban las familias y ahí ya vi a mi mujer.

—Usted siempre ha tenido una relación especial con Cazorla. ¿Cómo calificas su playoff?

—Ha sido fundamental desde que vino. Tener a Santi en el equipo, todo lo que genera, todo lo que representa… Él sentía esta oportunidad como única, más que la del año pasado ante el Espanyol, creo. Este era su momento, el momento de poder llevar a su equipo a Primera. Y se los comió a todos. Se los comió. Fue nuestro jugador más importante, es así.

—Fue hace ya un par de semanas, pero cómo vivió la falta ante el Almería.

—Medio gol fue mío, que estaba tapando al portero [risas]. Estaba con Alemao y le dije “agachate”. Cuando miro para atrás y veo el balón entrar en el ángulo buah. No sabía que el cabezón iba a tirarla ahí, aunque lo podía intuir porque la barrera estaba muy cerca. Claro, luego hay que meterla ahí abajo.

—¿Cazorla disfrutó tanto de la celebración como pareció desde fuera?

—Y más. Cómo no iba a disfrutarlo, con todo lo que significaba para él todo esto. Todo lo que pasó para poder estar acá, en su club. Tenía que disfrutarlo y lo disfrutó bien, vaya si lo disfrutó.

—Usted ha hecho amistades con gente de Oviedo y sabía lo que se podía montar aquí. 

—Siempre que visualizaba el ascenso, lo único que veía era la fuente de Plaza América. Cada vez que lo imaginaba, me iba hasta ahí en mi mente. Pero no, lo superó todo. Todo. Fue increíble la cantidad de gente, la pasión… Oviedo era Argentina, te lo juro. En el Ayuntamiento lo gocé mucho. Con la gente abajo, eufórica… Todo era felicidad.

—La fuente la conoció bien. La dos.

—Tuve mi paso fugaz por la fuente, sí [risas]. Íbamos caminando y estaba la fuente ahí y no me podía no tirar. Cómo no iba a hacerlo. Había un chico y le dije que se metiese conmigo y lo hizo. Nos abrazamos y nada, fuimos caminando y llegamos hasta la otra fuente (Plaza de Castilla) y me volví a meter con la bandera y todo.

—¿Quién fue para Colombatto el MVP (jugador más valioso) de la celebración?

—Está difícil, eh. A mí me gustó Silvino, con su bailecito en el escenario. Nunca le había visto bailar, salió ahí, la gente le calentó y empezó. Solo por eso me quedo con él.

—Sobre el escenario de la calle Uría pronunció unas palabras que no sentaron bien al Mirandés.

—A ver. En el partido de ida pasaron muchas cosas, hay gente que las conoce y la gran mayoría no. No voy a entrar en detalle, pero no hay que ser hipócritas. Hubo alguno que en Miranda celebró antes de tiempo, cuando todavía quedaba lo del Tartiere. No voy a entrar en detalle, eso para mí queda y son cosas del fútbol. De lo que sí me arrepiento y no estuve bien fue en ese momento de euforia encima del escenario. Insulté y no estuvo bien, básicamente porque no tengo nada en contra del Mirandés como club ni de Miranda de Ebro como ciudad. Tenía muchas cosas guardadas de la ida y me salió, pero no está bien y lo asumo.

—Bueno, ¿se va a quedar en el Real Oviedo?

—Yo creo que voy a seguir acá, pero no lo sé todavía. Termina mi préstamo y no sé más, pero creo que seguiré en el Oviedo. Eso quiero yo. Todavía no hablé con Jesús Martínez, ahora toca vacaciones y descansar un rato para después volver. Pero en principio, sí, cuento con volver.

—¿Qué esperar de este equipo en Primera?

—Uf. Lo primero es poder disfrutar de la categoría, pero disfrutar compitiendo. Hay que ser un equipo fuerte. Lo principal es mantenerse, claro, pero querer seguir haciendo historia. Siempre me gusta soñar en grande y seguiré haciéndolo. Sin desviarnos, vuelvo a repetir, de que lo principal es mantenerse. Y para eso hay que trabajar mucho.

—Todavía no renovó Paunovic, pero todo hace indicar que lo hará. ¿Con qué se queda de estos meses?

—El míster fue una locura, desde que llegó. Lo que más me sorprendió fue su fuerza y su mentalidad, su poder de convencimiento en el vestuario. Él vino a ascender, y día que pasaba día que lo repetía. Exigente como la puta madre, una pasada. Exige y exige y tienes que responder. Me sentí muy identificado con todo esto, con esa fuerza de querer algo e ir a por ello. Tiene algo de guerrero, de comerte al que tienes delante y al jugador eso le tira, al menos a mí. Encima vino con un equipo con el que lleva muchísimo tiempo y lo tenían todo pensado. Cada uno su función, cada uno encima de un jugador trabajando de forma individual para ver en qué poder mejorar. Cuando uno hacía un buen partido, ellos te bajaban a tierra y te decían en qué mejorar. Y al revés lo mismo. Han hecho un gran trabajo.