Al Real Oviedo le costó en el primer tiempo ante el Eibar, pero tras el descanso cambió y fue muy superior a su rival. Analizamos las claves
21 nov 2023 . Actualizado a las 09:15 h.Durante un partido se juegan varios partidos, pero este domingo en el Tartiere dicho tópico fue llevado a su máxima expresión. El Real Oviedo-Eibar fue una cosa durante el primer tiempo y fue otra radicalmente distinta tras el descanso. De la potente puesta en escena del mejor equipo que ha pasado hasta ahora por el Carlos Tartiere a la reacción de un Oviedo que pretende llegar a la zona alta de la tabla para quedarse. Jugando así será más fácil, claro.
Primer acto: el Eibar no iba de farol
Llegaba la Sociedad Deportiva Eibar al Carlos Tartiere como el segundo equipo de Segunda División que más pases realizaba en campo rival y no tardó en demostrarlo. Desde el principio, los mediapuntas visitantes comenzaron a ganar peso en las posesiones visitantes, con José Corpas y Cristian Gutiérrez partiendo desde el lateral, pero ejerciendo como extremos. Y al Real Oviedo le costó un mundo saber interpretarlo.
El problema llegaba cuando Arbilla y Berrocal encontraban el pase que asentaba la posesión del Eibar en campo rival, el doble pivote que formaban Matheus y Sergio ocupaban la base de la jugada y por delante de ellos el baile daba comienzo. Aketxe, Mario Soriano y Stoichkov se volvían indescifrables para los de Carrión, ya que mientras que Corpas y Cristian Gutiérrez fijaban a Paulino y Viti, los mediapuntas antes mencionados hacían dudar a Bretones, Lucas, Colombatto y Luismi. La circulación de balón era fluida y, en no pocas ocasiones, la segunda línea del ataque armero recibió en el espacio entre mediocentro, lateral y central azul.
En La Romareda, ante el Zaragoza, el Oviedo vio como su rival le castigaba tras pérdida y le generaba peligro en cada transición. Lo del primer tiempo del domingo fue diferente porque, por primera vez desde que Luis Carrión ocupaba el banquillo carbayón, los azules estaban siendo sometidos. La defensa casi pisaba el balcón del área de Leo Román, con Viti persiguiendo sombras y Paulino a una altura casi de lateral. Ya no solo era complicado robar, también lo era encontrar una salida que permitiese al Oviedo pisar campo rival.
Primer acto: el desorden defensivo del Oviedo
El Oviedo tuvo sus momentos en el primer tiempo, pero todos partieron del balón parado o de inicios de juego que permitían a los azules pisar campo rival. El robo tras pérdida casi no existió y, sobre todo, la presión fue poco eficaz. La distancia entre líneas era considerable y así es muy complicado apretar a un equipo como el Eibar, así que los de Joseba Etxeberria no tenían problemas para aceptar el reto y sacar el balón jugado.
Borja Bastón no acababa de perfilar bien la presión y el Eibar era capaz de cambiar la orientación de la posesión con facilidad, Paulino y Viti no llegaban a tiempo para encimar al que recibía en banda y la distancia entre Luismi y Colombatto tanto con los atacantes como con los defensas era muy peligrosa para los interesas oviedistas.
Cuando con solo un pase tu estructura defensiva corre peligro, malo. Y eso le pasó varias veces al Real Oviedo en el primer tiempo. Sin coordinación aparecen los espacios y, si a dicha ecuación la añades el potencial de tu rival, los problemas no tardan en aparecer. Los centrales visitantes se las apañaban para desactivar la presión de Bastón y Seoane, Paulino y Viti no llegaban y Aketxe, Soriano y Stoichkov volvían locos al doble pivote oviedista. Solo la falta de mordiente del Eibar en el último pase salvó a los de Carrión de no pocas ocasiones de gol.
En el 0-1, por ejemplo, se volvió a ver. Arbilla, casi en el centro del campo y encimado por Jaime Seoane, aprovechó el despiste de Bastón, que durante dos segundos perdió de vista la línea de pase con Berrocal y permitió al Eibar llevar el juego hacia la derecha. Ahí, el central tenía varias opciones y la más peligrosa, cómo no, se la dibujó uno de los mediapuntas.
Aketxe recibió en ese espacio tan complicado de defender entre mediocentro, central y lateral rival, y el Oviedo pecó de blando. Vale que el '10' del Eibar esté en un gran momento, pero en una disputa ante Dani Calvo, Abel Bretones e incluso Viti, el ganador no puede ser uno que no vista de azul. Pero lo fue. A partir de ahí, Stoichkov cayendo a línea de fondo y Jon Bautista imponiéndose en zona de remate a Lucas. 0-1.
Segundo acto: un nuevo Oviedo
Acuérdense bien de aquel duelo perdido en el 0-1, porque fue la última disputa del partido que no ganó un jugador del Real Oviedo. Luis Carrión aprovechó al máximo el tiempo del descanso y su equipo ya era otro en el segundo tiempo. Bastón y Seoane seguían liderando la presión, pero lo que venía por detrás era coordinado y agresivo. Paulino, Viti e incluso Lucas y Abel Bretones evitaban que los laterales recibiesen, Colombatto ganaba metros para situarse encima de uno de los pivotes del Eibar y Luismi esperaba su turno por detrás.
El resultado casi siempre era el mismo: pérdida del Eibar cuando quería avanzar por fuera o balón largo de Luca Zidane o uno de los centrales y duelo aéreo ganado por Luismi, Costas y Dani Calvo. El primer tiempo llegó a su fin con un 21-20 en duelos ganados a favor de los azules. Tras el descanso, el mismo apartado acabó con un 40-21 (para un total de 61-41). Una absoluta barbaridad.
Segundo acto: el gol y la convicción
Toda esa mejoría en el juego fue acompañada por ese 1-1 tempranero, claro. En la primera acción del partido en la que Lucas y Abel Bretones coincidían en el área rival, llegó el gol. Y todo nace, como tantas cosas durante ese gran segundo tiempo, de un David Costas imperial en su área y agresivo en el inicio de juego. Ya cerca de Luca Zidane, la llegada de los laterales oviedistas por ambos costados permitió al Oviedo ocupar a la perfección la zona de remate, donde esperaba un Bastón sediento de sangre.
Dicha conducción agresiva de David Costas no fue una rara avis del partido, no. Se repitió varias veces a lo largo del segundo tiempo. La capacidad de conducir, fijar al rival primero y dividirlo después era algo que necesitaba como el comer un equipo como este Oviedo de Carrión, que juega con mucha gente por delante del balón. Ante el Eibar, por fin, fue un recurso habitual.
Y no solo Costas, ya que en un par de ocasiones se pudo ver a Dani Calvo hacer lo mismo. A 20 minutos del final, Leo Román cedió con la mano al central oscense y Calvo, desde área propia, se marcó una conducción de 50 metros que llevó la posesión del Oviedo hasta casi tres cuartos de campo del Eibar. Todos los jugadores azules tenían clarísimo cómo se podía ganar el partido.
En este apartado de las conducciones y de los ataques verticales Viti Rozada fue muy importante. Al margen de su trabajo sin balón -que ya mencionaremos después-, el de Laviana volvió a demostrar que partir desde la izquierda no es un capricho de Carrión, que puede hacer daño al rival. Si el primer control es bueno, que no siempre pasa Viti tiene la capacidad de recibir, girar y poner a correr a todo su equipo. Y eso es un tesoro para un equipo como el Oviedo.
Segundo acto: una agresividad que te dio el partido
El Oviedo no bajó el pistón en ningún momento del segundo tiempo. La suma de intensidad en los duelos y buena colocación hacía que todas las disputas se tiñesen de azul y al Eibar le resultaba muy complicado encontrar a sus jugadores libres. Cuando uno estaba a punto de lograrlo, tres o cuatro futbolistas azules aparecían -impresionante Viti en dicha faceta- para robar o hacer falta. Si se robaba, ahí estaba Santiago Colombatto. El argentino dio una auténtica exhibición a la hora de controlar los tiempos del partido. Aceleraba cuando había que hacerlo y lo frenaba cuando el juego pedía calma, siendo un seguro en el pase de seguridad que reiniciaba los ataques oviedistas.
Daba igual que el minuto 90 se acercase, el Oviedo seguía presionando alto. Bretones actuaba casi de extremo -lo que hacían en el primer tiempo Corpas y Cristian-, mediocentros y centrales acompañaban para ganar el duelo de cara y el Eibar no salía. ¿Cómo finalizó el partido? En área del Eibar, con David Costas llegando antes a un balón dividido -otro duelo ganado- y propiciando el claro penalti de Unai Vencedor que acabó en el gol de Colombatto. No podía ser de otra forma.
