De central a centrocampista con llegada en un año, así ha sido la evolución del jugador del Real Oviedo. Sus técnicos en el Cornellà y en el Betis analizan el crecimiento del catalán
10 nov 2020 . Actualizado a las 09:35 h.Hace menos de un año, en un Betis-Valencia, un central con ficha del filial bético debutaba en Primera División jugando como pivote. ¿Su nombre? Edgar González. Ahora, ese mismo chaval juega en el Real Oviedo y ya no es central, pero tampoco pivote. Es un mediocentro que abarca todo el campo y con la libertad, y la exigencia, para pisar el área rival cuando el partido lo requiere. Así ha sido la metamorfosis de Edgar.
«Era un central con muchísima salida de balón y tácticamente muy bueno. Debutó con nosotros en Segunda B siendo juvenil. Después, en su primer año sénior, lo jugó todo y conseguimos meternos en playoff», cuenta Jordi Roger, técnico de Edgar en el Cornellà y ahora a cargo del Atlético Baleares. Por entonces, la zancada que ahora le permite ganar metros y sumarse al ataque le valía tanto para llegar a la cobertura en banda como para correr hacia atrás cuando el rival buscaba el espacio.
Edgar, definido por Roger como «un chico inteligente y al que le gustaba entrenar», fichó por el Betis como central. Y en ese puesto jugó en su filial, incluso Quique Setién contó con él en una pretemporada. Pero el asunto cambió cuando llegó Rubi. «Por diferentes circunstancias tuvimos problemas en esa posición de pivote. Buscábamos un jugador disciplinado y que cuando recibiese el balón no le quemase en los pies. Creímos que Edgar podía hacerlo bien», explica Jaume Torras, mano derecha de Rubi en su etapa en el conjunto bético.
Cuenta Torras que la conversión no fue cosa de un día. El cuerpo técnico del Betis fue preparando al futbolista, introduciéndolo poco a poco en la demarcación para que fuese adquiriendo los diferentes automatismos. «Lo fuimos preparando y dándole confianza. Al final, lo lanzamos y salió bien», comenta Ferrer.
El Real Oviedo se cruzó en su camino y Edgar vio en el club carbayón la oportunidad de seguir creciendo. Francesc Arnau y José Ángel Ziganda lo querían como centrocampista, pero desde el primer día que pisó El Requexón sabía que el Cuco le iba a pedir cosas diferentes a las que mostró en el Benito Villamarín. «En un equipo como aquel Betis, con mucha gente creativa por delante, nos daba equilibrio entre la parte talentosa y la defensa», afirma Jaume Ferrer. En el Tartiere es otra cosa.
En la capital del Principado, Ziganda le exigió desde el primer día que no dudase a la hora de saltar a la presión y pisar área contraria. Partido a partido, el '4' azul fue moldeando su rol sobre el campo hasta que, este pasado domingo, explotó. Junto a Tejera, su compañero inseparable en la medular, lideró la agresiva presión carbayona en campo contrario, leyó a la perfección el juego para recuperar balones (11 en total) y pisó área rival siempre que pudo. De esta forma, mandó un balón al palo en el primer tiempo y logró el 4-0 en el segundo. Antes logró el 3-0, pero en una jugada a balón parado.
«Le escribí ayer y le dije que no metía dos goles desde que era alevín», bromea Jordi Roger. Por su parte, Jaume Ferrer lo tiene claro: «Le he visto varios partidos en el Oviedo y creo que todavía tiene margen de mejora. Con confianza no sé cuál es su límite, porque es muy descarado y se atreve a hacer cosas. Hará lo que le pida el entrenador, y lo que no entienda lo preguntará e intentará mejorar». Ziganda, mientras, observa con orgullo la metamorfosis de Edgar.