Analizamos en cinco claves la victoria del Real Oviedo en el derbi asturiano
25 jun 2020 . Actualizado a las 22:47 h.El Real Oviedo vive al día. Y eso en el fútbol, a la larga, suele ser negativo, pero es que no le queda otra. Quedan ocho partidos repartidos en apenas un mes y el conjunto azul no tiene tiempo para trabajar en algo más complejo. Si no lo ha logrado en casi 11 meses, porque siempre es importante recordar que las temporadas arrancan el primer día de la pretemporada, no lo va a hacer ahora. En este contexto, José Ángel Ziganda está obligado a acertar con el planteamiento en función del rival y de la salud de sus futbolistas. Y ante el Sporting, en el derbi asturiano disputado en El Molinón, acertó.
Ziganda lo tenía claro
El Sporting, espoleado por la calidad entre líneas de Nacho Méndez y Manu García y por la verticalidad de Murilo, llegaba al derbi sabiendo lo que tenía que hacer para llegar a Lunin. Pero el Real Oviedo no le dejó. Ziganda diseñó una presión que ahogó la salida de balón del conjunto sportinguista, obligado a jugar en largo a un Djurdjevic inferior a Carlos Hernández y Arribas durante todo el encuentro.
Para lograr ese desplazamiento de Molinero y, sobre todo, Babin, Rodri e Ibrahima, novedades en el once de Ziganda, se turnaban para tapar a uno de los pivotes rojiblancos (Salvador se incrustaba entre centrales) y evitar que el poseedor de balón jugase con Mariño. Mientras, Luismi y Tejera se turnaban para saltar y encimar a Nacho Méndez cuando iba a dar el apoyo. Por último, el otro mediocentro azul y Jimmy, que partía desde la izquierda pero cuya misión estaba en el centro, realizaban la vigilancia sobre Manu García. Mientras, Lucas Ahijado y Christian no daban aire a Carmona y Murilo, respectivamente.
Hack-a-Medina
Hace unos 20 años, Gregg Popovich, histórico entrenador de la NBA, popularizó el 'Hack-a-Shaq', una estrategia destinada a reducir la capacidad anotadora del equipo rival haciendo faltas reiteradas a un jugador con bajos porcentajes de acierto desde la línea de tiros libres. Shaquille O’Neal, gran dominador del baloncesto americano, fue su víctima principal y de ahí el nombre. Pues algo parecido planteó el 'Cuco' Ziganda en El Molinón.
El técnico navarro sorprendió a todos el pasado miércoles, ante el Deportivo, situando a Jimmy como extremo izquierdo. No solo no fue una medida desesperada, si no que la repitió en el derbi. El mediocentro es uno de los jugadores más inteligentes de la plantilla y Ziganda lo aprovechó. Lo volvió a poner en la banda, pero con una premisa clara: impedir al Sporting encontrar a Manu García y a Nacho Méndez, aunque eso significase dejar la banda libre a Unai Medina. Y resultó. El conjunto de Djukic no encontraba a sus mejores jugadores y el lateral bilbaíno, cuyo fuerte no es la parcela ofensiva, llegaba con asiduidad a campo rival, pero sin lograr generar nada. Y así durante todo el partido.
Sangalli y Lucas, solos ante el peligro
Con el plan anti-Sporting aprendido y bien ejecutado, al Oviedo le faltaba llegar a Mariño. Y no fue fácil en el primer tiempo. Luismi ayudaba a Carlos y Arribas en salida, pero los balones largos dirección Ibra y Rodri no acababan de funcionar. El senegalés ganó pocas, y cuando lo hizo los de azul se llevaron la segunda jugada, pero siempre lejos de zonas de remate.
Así las cosas, Marco Sangalli y Lucas Ahijado se convirtieron en la única solución. El lateral ovetense y el extremo donostiarra intercambiaban posiciones, llegaban por dicho flanco y en más de una ocasión permitieron al Oviedo instalarse en campo rival, pero Mariño nunca se vio atosigado. En izquierda, los jugadores azules no acabaron de entender que Jimmy no es un extremo al uso y, aunque el canterano daba continuidad con balón, sufría un mundo cuando le buscaban al espacio.
El momento de Borja Sánchez
Borja Sánchez y Alfredo Ortuño entraron al césped y todo lo trabajado en los 58 minutos anteriores cobró sentido. El Oviedo, ya más calmado y seguro cerca de su portería gracias a la buena actuación defensiva de Arribas, Carlos Hernández y Christian, comenzó a mirar a Mariño gracias al '19' azul.
Borja, que arrastraba molestias musculares, instaló al Oviedo en campo rival, se asoció con Tejera, Rodri y Ortuño y siempre tuvo entre ceja y ceja aprovechar esos espacios que surgían tras las subidas de Medina. Y vaya si lo hizo. Su gol, con una conducción larguísima en la que dejó atrás a Salvador y Méndez para luego definir al palo largo, es un compendio de capacidades técnicas, tácticas y físicas. Los azules se pusieron 0-1 y, a lomos de Sánchez, cuajaban sus mejores minutos.
La vida sin Borja
Borja Sánchez no pudo más, se apartó de la acción, regresó al banquillo y el Oviedo volvió a esa realidad en la que sufre un mundo para llegar al área rival. Ortuño, cómodo junto al ovetense y asistente en el gol, no cogió el testigo y le costó dar continuidad a los ataques, imponiéndose en los duelos de espaldas pero impreciso en el pase. Pero es que el Sporting no llegaba.
El saque de esquina que acaba en el gol anulado a Babin no es forzado tras un ataque elaborado o una ocasión clara, surge por un rebote tonto tras un centro que desvía Lolo González a muchos metros de Lunin. Solo el tiro de Djurdjevic al lateral de la red, con el 0-0 en el marcador y aprovechándose del único error de Carlos Hernández, se puede computar como ocasión clara de gol.
Tres puntos fundamentales, pero no decisivos. Ahora, como lleva ocurriendo toda la temporada, toca resetear y empezar una nueva batalla ante el Fuenlabrada. Ese es el precio de no haber sido un equipo con una idea base y unos automatismos sobre los que realizar pequeños cambios cada semana. El Oviedo lo sabe y está dispuesto a competir en este contexto. Y esta mañana está más cerca de la salvación que ayer.