La Pizarra: Guión inamovible

Pablo Fernández OVIEDO

AZUL CARBAYÓN

Anquela durante el Real Oviedo-Málaga
Anquela durante el Real Oviedo-Málaga Real Oviedo

Analizamos en cinco claves el empate entre el Real Oviedo y el Málaga

24 dic 2018 . Actualizado a las 10:48 h.

No sería exagerado decir que el Málaga fue el equipo que menos peligro ha generado en el Carlos Tartiere en lo que va de temporada. Teniendo en cuenta que el Real Oviedo estaba mermado como nunca por las bajas, en otro momento este sería un buen punto para los de Anquela. Pero no. El actual contexto azul no entiende de merecimientos o méritos, solo de puntos. El equipo sigue teniendo lagunas importantes en el juego, pero sería injusto decir que merece irse de vacaciones más cerca del descenso que del playoff. 

Quien no arriesga no gana

Real Oviedo y Málaga plantearon el mismo partido. Los primeros por obligación, ya que es muy difícil no cambiar cuando dos de tus tres generadores ofensivos (Saúl Berjón y Mossa) no están sobre el campo. Los segundos por valorar más el punto con el que se empieza que el riesgo que conlleva jugar para ganar dos más, algo habitual en los equipos de Muñiz.

Ninguno de los dos equipos conseguían instalarse en campo rival y ganar el balón dividido era la obsesión de ambos conjuntos. A menos metros menos espacios, y cuando hay pocos espacios todo se complica. Los 20 jugadores de campo se disputaron el pan en el mismo sector del campo, un sector que casi nunca estaba próximo a una de las dos áreas.

Carlos Hernández, el bastión azul

En este contexto, la vuelta de Carlos Hernández cayó como agua de mayo en el Real Oviedo. El central jienense fue un baluarte contra los balones aéreos que Munir y los centrales del Málaga se empeñaban en lanzar. Cuando vieron que el '6' azul despejaba cualquier objeto esférico que pasaba por su zona, los visitantes corrigieron la dirección de sus cañonazos y Gustavo Blanco comenzó a hacerse fuerte en el perfil izquierdo de la zaga carbayona.

Carlos no solo se impuso en las disputas aéreas, también lo hizo en los pocos ataques posicionales que el Málaga pudo hilvanar. Se anticipó siempre a su par y estuvo rápido para tapar la espalda de Diegui cuando el equipo de Muñiz buscó a Dani Pacheco en dicho costado.

Un puente mal construido

La conexión entre los centrales y la medular sigue siendo un problema en el Real Oviedo. La línea de tres debería ofrecer más posibilidades, pero Carlos, Alanís y Christian no son capaces de encontrar el espacio a la espalda de la primera línea de presión rival. Folch y Tejera recibían casi siempre de espaldas y el balón solo avanzaba por las bandas. 

Sería injusto juzgar a los azules cuando ni Mossa ni Saúl, claves en la recepción de estos balones, no están sobre el césped, pero es algo innegable que cuando el equipo no tiene adquiridos ciertos mecanismos en la construcción, la baja de los jugadores con más calidad condicionan mucho más el juego. 

Un poco de luz por los flancos

Qué difícil es ofrecer un nivel similar en dos posiciones tan distintas como la de central y carrilero. Javi Hernández, que ya ha pasado de promesa a realidad, volvió a ser de lo mejor del equipo en una demarcación que, sobre todo en el apartado ofensivo, exige más de lo que la gente se cree. El jerezano no solo se aprovechó de los espacios generados por Bárcenas cuando este se metía por dentro, también supo generar en pocos metros en los momentos en los que el panameño se quedaba abierto.

Mientras, en la derecha, Diegui y Viti pinchaban de vez en cuando el flanco izquierdo del Málaga. Los únicos canteranos del once inicial generaron las ocasiones más claras del partido y solo ese inexplicable gafe azul en el 'clutch time' (así llaman en el deporte americano a los momentos decisivos) impidió la victoria. 

Ontiveros, al margen de todo

Si la lesión de Viti dio paso a un bajón en el ataque del Real Oviedo, la entrada de Ontiveros multiplicó las opciones de victoria para el Málaga. El extremo, liberado de todas las ataduras que parecían llevar sus compañeros, hizo temblar a la defensa azul desde el primer instante en el que tocó el balón.

Pegado a la línea de fondo o jugando en el interior, buscando el tiro desde la frontal o asistiendo al hombre libre en el otro costado, el canterano marbellí hizo en menos de 15 minutos lo que su equipo no había hecho en 70. Su hiperactividad también favoreció a Gustavo Blanco, que tras un partido de pelea ante los centrales carbayones por fin pudo gozar de un poco de espacio, algo que casi le cuesta el punto a los azules.