Artículo de opinión de Miguel Vicente
23 mar 2018 . Actualizado a las 13:30 h.Para ponernos en situación de esta historia, tenemos que retrotraernos hasta mediados de la década de los 50. Tras preguntar a mi abuela, pues mi abuelo protagonista principal de la historia y responsable primero de mi oviedismo, nos dejó ya hace unos años, deberíamos llegar hasta la que creo que sería la temporada 54/55. Por aquel entonces, aún no había llegado la televisión a los hogares españoles, y la radio tampoco se podía escuchar en todos.
Eran años duros en general para todo el mundo y el fútbol, uno de los canales de desahogo de una buena parte de la sociedad. En las filas carbayonas de un Real Oviedo recién descendido de la Primera División, jugaban alguna de sus leyendas, como Argila, Toni Cuervo, Falín, Parajón, Sará y muchos otros. El Oviedo en aquella temporada se mantuvo siempre en las posiciones altas de la clasificación, aunque aquel curso, el líder indiscutible del mismo fue una Cultural Leonesa, que a la postre acabó ascendiendo a Primera División, aunque para ello tuviese que ganar en la última jornada al Real Avilés, ya que el Real Oviedo apretó hasta el último momento.
A día de hoy es relativamente sencillo recopilar toda esta información, pero paradójicamente, en aquella época, cualquier dato tenía un valor enorme para todo aficionado. No se disponía de medios suficientes y cada cual, dentro de sus posibilidades, tiraba de los recursos más vario pintos que se puedan imaginar.
En el caso de mi abuelo, su whatsapp de época era ni más ni menos que palomas mensajeras.
Así es. Mi abuelo se desplazaba desde San Juan de Nieva hasta el Carlos Tartiere, en aquel momento conocido como estadio de Buenavista, con al menos dos palomas. En caso de ser dos las acompañantes en la grada, una saldría al descanso del partido con una nota en la anilla indicando el resultado del partido al descanso. Al final del partido, se repetiría la situación con otra paloma.
Expectante en casa, se quedaba mi abuela y no sólo ella, pues vecinos curiosos preguntaban ansiosos cuando veían entrar por la ventana a la concienzuda mensajera, cuál era el contenido del mensaje.
Hoy en día, las distancias se han hecho más cortas, las comunicaciones han mejorado a un nivel que por aquel entonces serían calificadas de ciencia ficción y esta historia puede valer únicamente como metáfora de que, a día de hoy, cada uno sigue consiguiendo la información relativa al Real Oviedo de la manera que mejor puede.
En este caso, es imposible no pensar en «nuestro» nepalí, Krishna Puri, y todo el trabajo que le supone estar correctamente informado sobre el equipo que nos hace vibrar a todos ya vivamos en Oviedo, en Orihuela o en el mismísimo Nepal.
Como decía a principio del artículo, la temporada 54/55 no pudo concluir con la alegría del ascenso por muy poco. En la actual, vemos que el equipo está intentando encontrar su camino y competir al mejor de los niveles posibles, intentando que todas las informaciones externas les hagan el menor de los daños posibles.
Sinceramente, desconozco el motivo del por qué de mi convicción, quizás sea sin ninguna base más allá de la intuición. Quizás sea, que veo un grupo humano como pocos se recuerdan en Oviedo desde aquel 2003, quizás que creo en el míster. Quizás sea que va siendo hora que el fútbol nos devuelva todo aquello de lo que nos desposeyó, pero creo sinceramente, que si hoy fuese el año 55, el último mensaje que traería esa temporada una paloma a mi abuela sería: «Anita, somos de Primera División».
Por soñar, que no quede.