Artículo de opinión de Marcos de la Osa
05 feb 2018 . Actualizado a las 20:19 h.Despertarse y sentir nervios, esos nervios de las grandes ocasiones. Los de los días especiales, de esos que llevas esperando 15 años. Y que no tendrían tanta importancia si no hubiesen pasado tantas cosas durante ese tiempo. Cosas que no han hecho más que forjar y fortalecer un carácter que ya rezaba desde sus inicios eso de orgullo, valor y garra.
Nervios de estar a cientos de kilómetros del Tartiere, ese mismo lugar que tantos sinsabores ha vivido y que empieza también a resurgir.
Nervios de ver el estadio lleno, nervios de escuchar el himno prácticamente a capela, nervios viendo el tifo «Oviedo, por todo y ante todo» y sobre todo nervios en cuanto la pelota comenzó a rodar.
Nuevamente nervios con las primeras llegadas del Oviedo a la portería defendida por Mariño y más aún cuando la pelota merodeaba la meta contraría. Sobre todo cuando en el minuto 21, un futbolista iniciado en la cantera azul, aprovechaba un mal despeje del equipo ovetense, para marcar el 0-1. Gol de Jony y otro motivo más para rehacerse y resurgir, por si hacían falta más razones, después de haber sufrido alcaldes, «proyectos ilusionantes», bufandas y camisetas rivales en las que su equipo ni siquiera estaba cerca, desear desapariciones, «marcadorones», hacerse del Arteixo, etc...
Pues todo eso parece que lo llevaba muy dentro un jugador en concreto, un chico de 29 años, nacido en un pueblo de Valencia y cuyo nombre nada tiene que ver con el que formará parte de la historia del Real Oviedo, José María Angresola Jiménez, para los anales, Mossa, autor de los goles que volvieron a dar la victoria al equipo carbayón sobre su eterno rival muchos después.
Y es que el «roxu» con el 23 en la espalda, parecía que se hubiese puesto la camiseta de tantos y tantos jugadores que portaron la elástica azul en aquellos derbis de antaño. El balón de golpeado por Mossa en el segundo tanto parecía empujado por Herrerita, Tensi, Alarcón, Carlos o aquellos que en 15 años nunca pudieron disputar un derbi, jugadores como Kily, Armando Barbón, Cervero, Michu o Nacho López, junto a muchos más…
El pitido final también estaba cargado de nervios, esos tres minutos de añadido los volvieron a poner a flor de piel, pero el alivio de ver el marcador y el resultado favorable a los de casa fue una explosión de jubilo y de acordarse de todo lo que habían supuesto todos esos años sin vivir algo así en la capital del Principado.
A más de 800 kilómetros se vive diferente, está claro, pero cuando «La Cuchara del Norte» en Barcelona estalla con el tanto del lateral izquierdo y ruge el «Vamos Oviedo», no puede ocurrir otra cosa que que tu piel se ponga de gallina y los ojos se te encharquen.
Alguno no lo entenderá, ellos no lo entenderán, creían que no volveríamos, pero hemos vuelto, vaya que si hemos vuelto. ¡Hala Oviedo!