Las señales que alertan a los pediatras asturianos en casos de maltrato infantil

Marcos G. García

ASTURIAS

Carolina Ruano, presidenta de AAPap
Carolina Ruano, presidenta de AAPap

Carolina Ruano, presidenta de la Asociación Asturiana de Pediatría de atención primaria, explica el protocolo a la hora de actuar si se detectan señales físicas o comportamentales en los menores compatibles con un abuso físico, emocional o sexual. «Hay que hacer prevención y sensibilización a la población», comenta

12 feb 2025 . Actualizado a las 19:12 h.

El reciente caso de la bebé de Anabel Pantoja y David Rodríguez, a los que se está investigando por las lesiones que presentaba la pequeña cuando ingresó en el Hospital Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria el mes pasado, ha puesto nuevamente en el foco la importancia de que los especialistas sepan identificar unas señales que, en ocasiones y más en caso de niños muy pequeños, son muy complejas de interpretar.

Carolina Ruano, presidenta de la Asociación Asturiana de Pediatría de atención primaria, explica que, «desde hace tiempo», los profesionales de Pediatría reciben formación para detectar según qué señales. Se trata de «la formación como un diagnóstico diferencial ante algunas cosas que tú sospechas» y, en este sentido, «uno de los posibles diagnósticos es el maltrato infantil».

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Como profesional «cuentas con el entrenamiento para tenerlo siempre presente, como una posibilidad, cuando tienes un paciente delante». Obviamente, «luego esta formación hay que ampliarla y hay que seguir estudiando e informándose, también para trabajar en lo que es prevención, educación a las familias y a los propios niños».

La presidenta de la Asociación Asturiana de Pediatría de atención primaria explica que, «cuando hablamos de maltrato, no solo estamos pensando en el maltrato físico, que es seguramente lo que tenemos todos más en la cabeza, sino que también hay maltrato y abandono emocional, negligencia y, por supuesto, abuso sexual».

En este sentido, «en cada uno de esos tipos de maltrato hay lo que nosotros llamamos indicadores, que es lo que nos hace sospechar que puede existir». Carolina Ruano explica que, en el caso de los abusos físicos, hay «unos tipos muy concretos de hematomas que son alarmantes por la localización, el tipo, la forma o el estadio evolutivo que tienen».

Suelen encender todas las alarmas lesiones tales como «una mordedura de un adulto, cierto tipo de quemaduras concretas en los pies, las nalgas, quemaduras de cigarrillo, fracturas en los antebrazos, que tú los levantas como para protegerte, fracturas que llamamos en espiral, consecuencia de retorcer algún miembro...».

También levanta sospechas habitualmente «cuando tú ves un niño con una fractura, le haces una radiografía y encuentras restos de fracturas antiguas que no se han diagnosticado», así como «lesiones en los genitales, o en las nalgas». Esta profesional apunta que «el problema importante, además, es que a veces no hay lesiones externas y sí que puede haber tanto maltrato físico como abuso sexual».

Comenta que, en lo que respecta a la dimensión emocional del maltrato, «luego están también los indicadores comportamentales». Por eso hay que prestar atención a «cómo se comporta el menor, el adulto responsable y los padres o tutores de ese menor». En estos casos, los profesionales tienden a sospechar ante «un menor excesivamente retraído, que parece que tiene miedo de los padres, unos padres excesivamente celosos o, al contrario, despreocupados o que tratan al menor de cierta manera, ignorándolo, despreciándolo o que dan explicaciones confusas respecto a cosas que tú les estás preguntando sobre cómo han ocurrido las lesiones».

Ruano resalta que «lo primero que hay que tener claro es que los profesionales sanitarios tenemos la obligación y el deber de notificar los casos en los que sospechamos que hay un maltrato en cualquiera de sus formas». En este sentido, «solo con tener una duda razonable ya tenemos la obligación de comunicarlo». Los profesionales de la rama sanitaria, especialmente los que trabajan con menores, cuentan con un protocolo, «tanto en los servicios sanitarios como en los centros educativos, al que se puede acudir».

La presidenta de la Asociación Asturiana de Pediatría de atención primaria apunta que «si hay una situación en la que requiere el menor un auxilio inmediato, lo que tenemos que hacer es avisar al 112», que se va a encargar de requerir auxilio a la autoridad judicial o policial para que ese menor, si está ya en el hospital, «lo puedan ingresar y si no está en el hospital, sea trasladado». «Pero si no estamos ante una situación en la que nosotros valoremos o consideremos necesario que haya un auxilio inmediato, lo que tenemos que hacer es notificarlo a la unidad de trabajo social del centro sanitario, tanto hospitalario como en la atención primaria», añade.

«Una vez lo hemos notificado, la unidad de trabajo social valorará, según el caso, si lo deriva a los servicios sociales del ayuntamiento o al Instituto Asturiano de Atención Social a la Infancia, Familia y Adolescencia, que depende de la Consejería de Bienestar Social», añade.

Carolina Ruano abunda que «si, por otra parte, hay lesiones físicas que veamos o señales de abuso sexual, además de todo esto, hay que hacer un parte de lesiones que va directamente al juzgado». Esta profesional de la pediatría considera que la labor de prevención es tarea de todos, no solo de los sanitarios y educadores, sino de toda la sociedad que ha de tejer una red para defender a aquellos más frágiles.

«Hay que hacer prevención y sensibilización a la población, una vez que hay sospechas entra en juego la detección y la notificación, que es de la que nos encargamos los funcionarios sanitarios, pero también tienen la obligación de notificar el personal educativo, policía, vecinos, conocidos, allegados... esta autorización es extensible a toda la población, confirmar si hay o no maltrato y, en su caso, hacer una intervención ya corresponde a los servicios sociales», concluye.